Carlos Caporossi está acusado de privación ilegal de la libertad, abandono de persona y falsa denuncia. La Justicia investiga la relación entre el secuestro de su hija y sus deudas económicas relacionadas con el juego. Así, la pista económica toma fuerza en la causa.
Un beso: eso fue lo primero que le dio Bianca a su marido. Fue un encuentro raro en los tribunales de San Nicolás. Ella había llegado desde Arrecifes, a unos cien kilómetros de ahí. Lo hizo para prestar declaración testimonial frente a la fiscal Sandra Bicetti. Su marido, Carlos Caporossi, también debió sentarse frente a Bicetti, pero la suya fue una declaración indagatoria. No habló. Solo dijo que era inocente. Desde la noche del martes está aprehendido por el secuestro de su hija menor, Francesca, de dieciocho meses, que el martes estuvo desaparecida durante nueve horas. La causa está caratulada como “sustracción de menor a su progenitor, falsa denuncia, abandono de persona” en concurso real y en concurso ideal: “con delito de privación ilegal de la libertad agravada”. El juzgado de garantías que interviene en la causa ya la recibió y deberá decidir cómo quedarán.
“La mujer está destrozada, perdida, shockeada no entiende cómo pasó lo que pasó”, dijo a Infojus Noticias una alta fuente de la investigación. Bianca es brasileña, tiene 38 años y desde hace trece está casada con Caporossi, de 51. Juntos tuvieron tres hijas que ahora tienen 7, 3 y un año y medio (Francesca). Él le cambió la vida. Lo primero que hizo cuando la conoció fue reconocer a una hija que ella había tenido en una relación anterior, a los dieciocho años. Caporossi le dio el apellido a Luana, esa nena que hoy tiene veinte años y vive en Buenos Aires, donde estudia una carrera universitaria.
El martes la chica desandó los ciento setenta y seis kilómetros que separan la capital de Arrecifes para acompañar a sus padres en la búsqueda de su hermanita menor. Llegó al mediodía cuando la ciudad estaba revolucionada en pos de encontrar a la nena que había desaparecido mientras dormía en el somier de sus padres, en la planta baja de la elegante casa que la familia alquila en una de las zonas más recoletas del lugar.
Luana fue otra de las personas que ayer brindó declaración testimonial frente a la fiscal. Otro que lo hizo fue el padre de Caporossi, un hombre de 82 años, que también se llama Carlos y no puede creer la situación. La tarde del martes las autoridades judiciales y policiales lo vieron inmóvil en el escritorio de la casa de su hijo, junto al teléfono. Cuando le preguntaron qué hacía ahí les respondió:
-Estoy esperando el llamado de los secuestradores.
Otro escenario posible
El secuestro extorsivo era una de las posibilidades que la familia manejaba aunque admitían no haber recibido ninguna comunicación pidiendo rescate. En el pueblo lo creyeron. La situación acomodada de la familia la convertía en una hipótesis verosímil. En ese contexto, Carlos le prometía a su mujer, Bianca, que iba a juntar “lo que hiciera falta, un millón pesos. Lo que sea para que Francesca vuelva a casa”.
Nueve horas de haber desaparecido, Francesca volvió a su casa. Su papá no.
Mientras los investigadores escuchaban a la familia, también rastrillaban la zona y organizaron un operativo cerrojo para que nadie saliera de Arrecifes sin ser requisado y los vecinos, en medio de la conmoción, ayudaban para dar con la nena, la fiscal escuchó que los Caporossi tenían otra propiedad muy cerca de esa en la que estaban.
“Nada cerraba mucho en el relato. En primer lugar no es demasiado verosímil que secuestren a una nena mientras duerme en la cama de sus padres, tampoco el hecho que suponían como otra posibilidad y que era que la nena habría salido caminando de la casa y alguien la hubiera agarrado para ayudarla y después, con la repercusión no se animaba a devolverla, como pensaba la madre”, explica la fuente. “Los tiempos que daba el padre tampoco cerraban para nada. Cada vez se acotaban más”.
Bicetti ordenó el allanamiento inmediato de la propiedad que la familia había comprado hace tres años pero que aún estaba deshabitada y a la que solo iban los fines de semana de verano, porque tiene mucho fondo y una pileta. “Es una casa de mucho valor, supuestamente estaban esperando para refaccionarla, por eso alquilaban la otra”.
En el baño de esa casa encontraron a Francesca. La emoción fue para todos. Lloraban policías, autoridades judiciales, los padres. Minutos después, la fiscal ordenó la aprehensión del padre.
"Si me dicen que fue él, no sé cómo no me di cuenta que estaba viviendo con un monstruo", dijo ayer Bianca en los tribunales.
Hipótesis y cómplices
“Investigamos todas las hipótesis”, dijeron a Infojus Noticias fuentes de la investigación. “La económica es una de las que más fuertes se manejan, pero no descartamos absolutamente nada”. Otro de los puntos sobre los que buscan arrojar luz es “si hay una tercera persona involucrada”. Las pistas pisan firme en este territorio, los tiempos y la logística del secuestro hacen sospechar que Caporossi haya actuado con el apoyo de un cómplice. Las finanzas de Caporossi, que se dedica a los negocios agropecuarios, también son materia de investigación. Las declaraciones mediáticas de su ex suegro no lo dejaron bien parado. Hablan de una suma cercana a los cuatro millones de pesos que Caporossi le hizo perder en 2001 por un negocio de cereales.
“Esperábamos su palabra, pero su silencio no ayudó nada”, dijo la fuente. Lo que si llamó la atención en la declaración indagatoria, en la que Caporossi se sentó en el banquillo en medio de sollozos, fue la actitud de este hombre que todo el tiempo les pedía disculpas a las autoridades judiciales y que su abogado, un hombre de apellido Izquierdo, al que puso poco antes de declarar, “no pidió la excarcelación de su defendido, algo que se hace siempre, aun cuando saben que la respuesta es negativa”. En los próximos días se le realizarán las pericias psiquiátricas, que también podrían ayudar a esclarecer lo que sucedió.
Todavía conmocionada por lo que pasó, Bianca pidió ver a Carlos. Fue ahí cuando lo saludó con un beso. Ella quería hablar a solas pero debió hacerlo frente a los funcionarios judiciales y su abogado.
Yo quiero que se aclare todo. Vas a tener tiempo para pensar, le dijo.
Cuando le leían los cargos en su contra, Caporossi le repetía a las autoridades: ‘no, no, está bien, está bien’. “Es una actitud, por lo menos, extraña. Ni él ni nadie actuó como si todo esto se tratara de una injusticia”.