El miércoles, el Instituto de Investigaciones sobre Jóvenes, Violencia y Adicciones (Ijovenes) presentó su informe preliminar en la legislatura bonaerense. El trabajo intenta trazar un diagnóstico sobre consumos problemáticos en la provincia de Buenos Aires. Un grupo de interdisciplinario trabaja en distintos puntos del conurbano, cómo La Matanza, San Martín, Lomas de Zamora, Tigre o Quilmes. Y en centros urbanos más grandes, como La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, Pergamino, Olavarría, Junín, Ramallo y San Nicolás, entre otras localidades.
“El diagnóstico no es definitivo porque la sociedad es dinámica. Nuestra obligación desde el Estado es dar la batalla, porque está en juego el destino de nuestros pibes”, dijo el diputado, y director del IJóvenes, Fernando “Chino” Navarro en la presentación del informe preliminar que elabora el Instituto de Investigaciones sobre Jóvenes, Violencia y Adicciones. El trabajo traza un mapa de la situación de los consumos problemáticos y violencia en la provincia de Buenos Aires. “Este informe va a ser un gran aporte para el próximo gobierno, para poder discutir la realidad y construir una política de Estado”, agregó Navarro.
El IJóvenes es un instituto conformado por representantes de todos los bloques de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y se encarga de investigar cómo se relacionan los jóvenes con el consumo problemático de sustancias. Al frente del encuentro en la legislatura bonaerense estuvieron Nancy Monzón, Walter Martello y Alfredo Fernández, vicepresidentes y secretario ejecutivo del Instituto, además de diputados como Rocio Giaccone que participaron de la presentación.
“No medimos la pobreza en términos económicos, sino que hablamos de la desigualdad. Poder acceder a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda o a la diversión marca esas microfragmentaciones. Ya no se trata de comer o no comer”, dijo Cristian Alarcón, coordinador de uno de los equipos de trabajo.
La investigación corre el eje al pensar a los jóvenes y a las drogas. Ya no son adictos, delincuentes ni enfermos: el problema no es una sustancia en sí, sino el vínculo que se establece con un objeto que afecta la salud psicofísica y el lazo social. “Estamos acostumbrados a discutir las consecuencias y no las causas. No tenemos un diagnóstico común que pueda trascender la coyuntura, y este informe puede ser de gran utilidad. Lo que sufren nuestros pibes está ligado profundamente a lo que pasa en el corazón de nuestra patria”, agregó el diputado.
Inscripto en el cuerpo
El día del accidente, Javier había discutido con la novia, fumó mucho porro, y se fue a correr picadas en moto por la calle de asfalto de su barrio. Era sábado y el cumpleaños del padre. Miró para atrás, y cuando dio vuelta la cabeza, tenía un auto enfrente. “Fui a parar abajo del auto”, dice. “Por suerte no perdí la memoria porque se me rompió el cráneo. Estuve dos meses internado. Me iba a quedar como 6 si mi papá no me pagaba los clavos. Acá tengo los clavos en la pierna, se me partió el hueso en tres partes”.
Muchas veces lo que pasa en el cuerpo, lo que queda inscripto, como tatuajes o cicatrices es el testimonio de la supervivencia. Cuando Javier estaba internado, los amigos le llevaban marihuana al hospital, y las enfermeras le convidaban cigarrillos. “Estuve 10 días y ahí ya empecé a fumar. Los pibes me llevaban porro. A mi mamá le pedía desodorante y me ponía al lado de la ventana para fumar sin que se dieran cuenta”.
La ausencia de otro que acompañe complejiza el cuidado del cuerpo. Hasta que no hay un dolor extremo o un embarazo, no hay un pedido de ayuda a los sistemas de salud. “Estar curtido es esa acumulación de sufrimiento”, agregó Cristian Alarcón.
Formas de zafar
Martín tiene 24, el año pasado terminó el secundario en un FinEs y dejó de consumir cocaína hace poco, cuando empezó con la iglesia evangélica, en una misa a la que sólo van chicos y jóvenes. A veces se sube al escenario, predica y los amigos le dicen que les gusta cómo habla. “La primera vez que prediqué tenía mucho miedo, porque nunca había hablado adelante de tanta gente. Pero está re bueno, porque sentís que te escuchan”, dice.
Los jóvenes ya no solo zafan del consumo problemático internándose en granjas. Algunos encuentran en sus propios territorios lugares donde reconstruir sus lazos sociales y poder proyectarse. En los barrios donde trabaja Ijovenes hay casos de adolescentes que encontraron el camino de salida al consumo problemático a partir de integrarse a banda de rap, dedicarse a la música, al boxeo, a la militancia o la religión.
“La comunidad es ese lugar donde empezamos a concebir la construcción de algo común con otro; ya no es una comunidad territorial, sino que el vínculo se establece en el deporte, en la militancia, la música o en las religiones”, agregó Alarcón.
El Instituto también está llevando adelante trabajos en el Penal 46 de San Martín, donde parte del equipo de trabajo participa en los talleres de carpintería. También se están llevando adelante investigaciones en escuelas de clase media y alta. “Es un Instituto plural, y tenemos una preocupación; queremos ponernos a trabajar y a estudiar sobre la situación real de los jóvenes, la violencia y las adicciones, que no es un fenómeno exclusivo de la barriada humilde”, agregó Navarro.
Uno de los objetivos es poder dar cuenta de cuál es el recorrido que los jóvenes hacen en sus vidas cotidianas y que los vincula con los consumos problemáticos. Por eso, se han iniciado investigaciones en el conurbano como en La Matanza, San Martín, Lomas de Zamora, Tigre o Quilmes. Y en centros urbanos más grandes, como La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, Pergamino, Olavarría, Junín, Ramallo y San Nicolás, entre otras localidades.
JV/SH