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Infojus Noticias

26-2-2014|16:38|Lesa Humanidad Buenos AiresProvinciales
Una declaración conmovedora en el juicio por el centro clandestino platense

La Cacha: el último cumpleaños que María Julia pasó con su madre

María Julia Bearzi tenía dos años cuando vio por última vez a su madre, en 1977. Graciela Quesada estaba detenida-desaparecida y le permitieron ir a saludar a su hija. Nunca más se vieron. Su padre había sido asesinado meses antes. Eran militantes montoneros. La historia de una familia destruida.

  • Fotos: Matias Adhemar.
Por: Ana Soffietto

El día de su cumpleaños, María Julia Bearzi recibió la noticia de que su madre vendría a saludarla. Era 15 de noviembre de 1977. La había visto por última vez de casualidad. Enfrente de la casa donde vivía con sus abuelos paternos había un destacamento de Inteligencia del Ejército. Un día, mientras su abuela paterna Beatriz llegaba con ella y su hermano Mariano, vieron a su mamá bajando de un auto estacionado en la puerta de ese lugar. Graciela Quesada pidió a los oficiales que la custodiaban que la dejaran saludarlos.

-¿Cómo estás? ¿Dónde estás?- preguntó Beatriz.

-No me preguntes nada. Estoy bien.

Pero de eso hace ya demasiado tiempo.

Horas después del llamado de ese 15 de noviembre, Graciela llegó acompañada por dos tenientes vestidos de civil, Ocampo y Aguirre, o Acuña. Ese fue el último cumpleaños que María Julia pasó con su madre. Aunque esto no puede recordarlo sino a través de los relatos y cartas de sus abuelos. Apenas tenía dos años.

Hoy María Julia contó una vez más su historia en la sala del Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata, que investiga la desaparición de su madre en el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención conocido como La Cacha. Minutos antes, su abuela Carlotta Ayub de Quesada y su tía Ana Quesada Ayub también prestaron testimonio, vía teleconferencia desde Barcelona, España.

La Cacha funcionó desde fines de 1976 hasta octubre de 1978 en lo que fueron las instalaciones de Radio Provincia, al lado del penal de Olmos. Allí operaban grupos de tareas del Ejército, del Servicio Penitenciario Bonaerense, de la policía provincial, marinos y agentes de la SIDE. El juicio por las violaciones de derechos humanos cometidas en este centro tiene 21 imputados. Además del caso de Graciela Quesada, están incluidos los de Laura Carlotto, Olga Casado y María Elena Corvalán, entre otras embarazadas desaparecidas.

***

Después del golpe de marzo de 1976, Ana Quesada Ayub, hermana de Graciela, decidió que se iría a vivir a España. Junto con Graciela militaba en Montoneros, pero el terror en La Plata ya era demasiado. Para su hermana, en cambio, había que quedarse. Ana inició los trámites para irse sola con sus dos hijos, pero frenó todos sus planes el día que asesinaron a Luis Bearzi, el marido de Graciela.

Con Luis, estudiante del último año de la carrera de Medicina, Graciela había empezado su militancia en la JP y luego en Montoneros. Estudiaba Antropología. Juntos tuvieron a Mariano y dos años después, a María Julia. A Luis lo asesinaron en las calles de Tolosa, La Plata, el 9 de noviembre de 1976.

Ana sintió que tenía que quedarse para ayudar a su hermana, ser su apoyo, darle un lugar donde pudiera sentirse segura. No sabía dónde vivía Graciela. “Yo le pedía que nos viniéramos a España, pero ella decidió quedarse”, insistió hoy Ana, con la voz quebrada, en la audiencia por el secuestro y desaparición de Graciela.

Sentada en el tribunal que lleva el juicio por la causa de su madre, María Julia dijo hoy que sus padres tenían un compromiso social enorme, que estaban convencidos de que había un camino alternativo para salir de la exclusión y la marginalidad.

La noticia llegó a la casa de los padres de Luis, Beatriz Poggio y Vicente Bearzi: Graciela había sido secuestrada. Un llamado anónimo les indicó una dirección por donde podían buscar a sus nietos. María Julia tenía un año y su hermano Mariano, tres. Hoy es imposible determinar dónde fueron a buscarlos o con quién estaban: no lo recuerdan.

Muchos años más tarde, Carlotta ya era abuela de Plaza de Mayo y viajó a Ginebra. Allí conoció a Patricia Pérez Catán, una sobreviviente de La Cacha. Mientas charlaban, a Patricia le llamó la atención algo en la forma de hablar de Carlotta. Era su tonada mendocina, un tanto imperceptible ya tras años de vivir en España.

-En La Cacha había una mujer que hablaba con el mismo tono.

Carlota le mostró una foto de su hija.

-Sí, es ella. En La Cacha se llamaba Marina.

Carlotta recordó este episodio desde Barcelona, donde aún vive después de dejar el país tras el último golpe militar. “Agradezco a los que hicieron posible este encuentro. Alguna luz puede ser que aparezca en esta tiniebla”. 

***

Después de ser detenida, sus hijos y sus abuelos paternos lograron ver dos veces a Graciela. La primera fue la vez que la vieron en la puerta de su casa, casi por azar. La segunda fue el día en que María Julia cumplió dos años. Llegó a la casa de sus padres acompañada por dos oficiales de civil. Estaba gordita. Aprovechó el encuentro para pedirle un par de zapatos a su hermana, porque sus pies estaban muy hinchados. Su padre, que era ginecólogo, comprendió al instante que Graciela estaba embarazada. Calculó entre cinco y siete meses. Pero eso es todo lo que tanto él como su familia llegaron a saber sobre su nieto.

Unos días después de aquel encuentro en noviembre del 77, su padre fue al destacamento que estaba enfrente de su casa y preguntó por el paradero de su hija.

 -No pregunte más por ella, ya salió del país- le contestaron.

En su último llamado, Graciela les había contado a sus padres que era probable que la sacaran del país, que por eso necesitaba el certificado de defunción de Luis y la libreta de casamiento.

-Bueno, pero pensá que necesitás un poder también para poder sacar a los chicos- le dijo su suegra, con la esperanza de que fuera verdad.

Nunca más volvieron a saber de ella.

María Julia no recuerda hoy a sus padres. Toda su historia de vida está armada sobre relatos, recuerdos ajenos y cartas de sus abuelos y su tía. Quizá por eso su memoria está atravesada por hechos y no tanto por sentimientos o detalles. Eso se lo quitaron. No pudo tenerlo.

De espaldas al público, pero con la suma atención de todos los presentes, María Julia cerró su relato, ese que recuerda todos los días, pero sin justicia. “A mí y a mi hermano nos privaron de crecer con mis padres, y a mis hijos, de crecer con sus abuelos. El bebé que mi mamá debe haber tenido durante su cautiverio está privado de su verdadera identidad. Aun así, hoy es un día muy importante para mí. Hoy prevaleció la memoria, verdad y justicia en democracia por sobre la dictadura, las desapariciones y la falta de humanidad de las personas que están siendo juzgadas acá”. Los aplausos la acompañaron hasta que dejó la sala.

***

En Buenos Aires y España, la familia de Graciela recibió algunas cartas suyas. Allí les explicaba que estaba arrepentida, que había perdido la visión del camino de la vida, de Dios, y pide perdón por el daño causado. Ni un solo familiar cree que Graciela haya escrito esas cartas. Su hermana Ana lo recordó hoy en la audiencia:

“Ahora que revivo esto, tengo la misma sensación que tuve en ese momento. A mi hermana le lavaron el cerebro. No era ella. Era muy forzado”.

***

María Julia tiene 38 años, dos hijos chiquitos, plantó un árbol y no escribió un libro porque no confía en su escritura. Su vida le gusta. Cuando se enteró que tenía que declarar el 26 de febrero, se preocupó porque era justo el día en que su hija Cata empezaba primer grado. Días después el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri corrió el inicio de clases al 5 de marzo. Julia pensó que existe una fuerza superior que hizo que pudiera estar en los dos lugares, pensó en la ambivalencia de su vida.

Antes de despedirse del tribunal, la hermana de Graciela contó que este año no solo era importante para ella por tener la oportunidad de dar su testimonio en el juicio, sino también porque le reconocieron a ella y a sus hijos el exilio forzado. “Que la barbarie no quede impune. Que se haga justicia por mi hermana y los miles de desaparecidos del país”, cerró.

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