Hace 10 días, Edgar Santillán dio una muestra de sangre que sirvió para identificar los restos de su hermano, desaparecido desde diciembre de 1975. Fue secuestrado junto a tres estudiantes de Medicina por el Comando Libertadores de América. En mayo, restituirán los restos a las familias. “Por fin Lucho va a poder estar con mamá”, dice Edgar.
En diciembre de 1975 Edgar “Cacho” Santillán aceptó un trabajo como chofer. Debía manejar un camión cargado con madera desde Metán, al sur de Salta, hasta Bahía Blanca. Tenía 25 años y el viaje se le presentaba como una buena aventura. Haría un alto a medio camino para visitar a su hermano, Luis, que vivía en Córdoba. “Lucho” Santillán tenía 27 años y había llegado a la Docta para estudiar radiología. Se instaló en un departamento de barrio Alta Córdoba, con otros tres amigos salteños.
A “Cacho” le cuesta retener detalles de aquel encuentro. No sabía que sería el último. Por teléfono, con su marcada tonada salteña, intenta rescatar algunos pormenores: “Ese día hemos charlado toda la mañana. Después el Lucho me regaló un paquete de cigarrillos Fontanares con Filtro, para el viaje en camión. El plan era dejar la carga en Bahía Blanca y visitarlo con más tiempo a la vuelta. Si yo hubiese sabido que era la última vez que lo veía”.
Luis Santillán fue secuestrado la mañana del 6 de diciembre de ese año por una patota paramilitar del Comando Libertadores de América (CLA), la versión cordobesa de la Triple A. Se lo llevaron del Parque Sarmiento, junto a Rosa Gómez Granja, su novio Alfredo Felipe Sinópoli, y Ricardo Saibene, estudiantes de medicina y militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP).
El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) encontró huesos calcinados de los cuatro estudiantes a fines de octubre, en un horno cercano a la estancia La Ochoa, en el predio de 15 hectareas de La Perla, el mayor centro clandestino del país. El 20 de marzo pasado, tras cotejar sus ADN con la base de datos del genetista Carlos Vullo, se pudo identificar a Granja, Sinópolis y Saibene.
Se suponía, por las denuncias, que el cuarto estudiante era Luis. Pero faltaban muestras de sangre de los Santillán. El Juzgado Federal N° 3, a cargo de Miguel Hugo Vaca Narvaja, rastreó a la familia y llegó hasta Metán. En la casa materna de los Santillán, atendió Ariela, la hija de “Cacho”, 22 años. El próximo lunes Ariela va a tener a su segundo hijo. “Fue muy fuerte. Lloraba yo, lloraba la secretaria penal del Juzgado”, contó a la joven a Infojus Noticias. “La secretaria me contó qué era La Perla y qué había pasado con mi tío. Me dio expedientes para leer, pero los voy revisar una vez que nazca mi hijo”, agregó.
“Cacho” Santillán vive ahora en Rosario de la Frontera. Hace diez días se hizo el análisis de ADN. El cotejo genético dio positivo. Se lo anunciaron el jueves. “Cuarenta años después, yo ya no esperaba tener noticias de mi hermano”, admite.
El viaje que hizo a fines de 1975, no terminó bien. De vuelta de Bahía Blanca, Edgar pasó por Buenos Aires. Desde la capital pensaba pasar por Córdoba. Llamó por teléfono a la casa de su hermano y se sorprendió cuando atendió su madre, Blanca Violeta Zevi. “Tu hermano está desaparecido”, le dijo la mujer.
“Yo viajé a Córdoba para acompañar a mi mamá. Estábamos asustados. Después de varios días volvimos a Salta”, cuenta Edgar. El relato de la búsqueda se parece al de cada familia que durante la dictadura cívico-militar perdió a un ser querido. El peregrinaje estéril por comisarias, cárceles, hospitales, iglesias.
Una misa en Metán
Edgar Santillán dice que en su casa nunca supieron de la militancia de su hermano. “Hoy me sorprende todo lo que están diciendo. Era un chico tranquilo, que no se metía con nada. Yo nunca lo he visto con esa gente”, dice al referirse a la JUP. A Luis Le gustaba el deporte. Nadaba y jugaba al básquet. A veces, a caballo, trepaba el cerro Crestón de Metán y se quedaba ahí arriba por días. Cuando terminó el secundario viajó a Mendoza. Quería ser profesor de Educación Física. Estudió dos años, pero un problema en su columna lo marginó de la carrera. Entonces decidió cambiar de carrera y de provincia.
A principios de Mayo, “Cacho” viajara hasta Córdoba. Asistirá a un acto simbólico en La Perla, junto a las otras familias. Después podrá llevarse a Salta los restos de su hermano. “Por fin Lucho va a poder estar con la mami”, dice. “Le haré una misa de Metán, donde toda la gente conocido de uno ya lo está esperando”, agrega.
El juez Hugo Vaca Narvaja ya remitió las actuaciones al Tribunal Oral Federal Nº1, que lleva adelante el juicio La Perla- Campo de la Ribera, que comenzó hace dos años. Se trata de los primeros cuerpos hallados en un predio militar de Córdoba. En La Ochoa, Luciano Benjamín Menéndez, ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, pasaba sus fines de semana montando a caballo y hasta mantuvo detenidos en cautiverio.
El EAAF comenzó a trabajar en los hornos a principios de octubre pasado. Al poco tiempo aparecieron calcinados y enterrados, los pequeños huesos que resultaron ser de los estudiantes. Anahi Ginarte, miembro del EAAF, cuenta a Infojus Noticias que el trabajo en la zona se interrumpió a fin de año. “Las lluvias que caen en Córdoba desde enero nos impiden seguir trabajando, incluso los caminos se arruinaron”, cuenta.
En los hornos puede haber más restos. Una fuente judicial contó a Infojus Noticias que el horno de La Ochoa fue la segunda tumba delos estudiantes, es decir que fueron enterrados en otro sitio, luego desenterrados y llevados allí para reducirlos en la hoguera. Los antropólogos no descartan la hipótesis de una posible “limpieza” de los hornos, es decir que hayan trasladado cuerpos a otro destino.
WC/RA