El médico Elio Villar, que fue jefe de Guardia de la Maternidad Provincial durante la última dictadura militar, confirmó que las mujeres "estaban esposadas y custodiadas por personal policial" cuando parían. Además, declararon testigos de los centros clandestinos, que narraron en primera persona las secuelas del terror.
En la última audiencia del juicio por la megacausa de La Perla, en Córdoba, el testimonio de un médico reflejó la crudeza de los partos de las mujeres detenidas. También hubo testigos que relataron las circunstancias de los secuestros y otros hablaron de las marcas que dejó la represión en sus vidas. Los hechos que se juzgan son la privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, aplicación de tormentos seguido de muerte, homicidio calificado, tentativa homicidio calificado, sustracción de menor, abuso deshonesto y violación. Las audiencias se retomarán el próximo martes. Allí se realizará la lectura de la nueva causa "Mackentor”, un expediente inédito por la expropiación de una empresa.
Elio Villar es médico y durante la última dictadura militar fue jefe de Guardia de la Maternidad Provincial. La abogada que representa a Abuelas de Plaza de Mayo lo citó a declarar acerca de los partos de mujeres detenidas en calidad de presas políticos. El médico dijo que nunca le tocó personalmente atender un parto de "detenidas especiales" pero aportó otros datos. “Mientras se hacía el parto quienes atendían a la paciente estaban permanentemente custodiados por personal del Ejército. No completaban el tiempo de internación, si todo estaba bien, los cargaban y se lo llevaban", dijo. "Por entonces el director de la Maternidad fue un comodoro o vicecomodoro", agregó.
La documentación de la Maternidad fue destruida. Villar , además, recordó a Elsa Landaburu, que era practicante en hemoterapia: "Sé que ella desapareció y luego apareció su cuerpo", dijo. Y explicó cómo era el procedimiento.
"Las pacientes presas eran llevadas por personal de la penitenciaría para seguir su embarazo, les hacíamos una historia clínica que usábamos para controlar el parto. Lo no normal eran pacientes que ingresaban por otro lado, directamente a sala de parto y con custodia. Se hacía el parto y se los llevaban directamente. No había historia clínica, no había seguimiento, no quedaba ningún registro". Dijo, también, que la frecuencia de esos partos era de dos veces por semana.
"Estaban esposadas y custodiadas por personal policial. No permitían que ingresara nadie más que las personas concretas que iban a atender el parto", contó Villar. Además agregó que los policías llegaban con sus uniformes y se rehusaban a ponerse las batas reglamentarias por cuestiones de higiene.
-Usted está diciendo que las pacientes estaban esposadas en el momento del parto? - preguntó la fiscalía
-Efectivamente. Los grilletes se amarraban a los barrotes de las camillas dejando las manos libres para aferrarse y poder hacer fuerza - respondió el médico.
“La peor tortura es la psicológica”
El 16 de noviembre de 1977 Oscar Alejandro Flores fue secuestrado de un local político, donde estaba con sus compañeros militantes del Partido Socialista de los Trabajadores. "Ya había oscurecido, íbamos a abrir el negocio a la mañana siguiente. Irrumpieron muchas personas con armas y nos encerraron en el sótano del local", contó. Y agregó: "Mi mujer y mis hijos pasaron por el local y pudieron ver cómo nos subían en los autos. No le dijeron nada a dónde íbamos".
Fue trasladado a La Perla, donde por las noches escuchó cómo torturaban a sus compañeros. "Parecía que nos iban a matar. Ffuimos secuestrados, no medió ninguna orden de arresto ni detención", comentó. En el centro clandestino de detención recordó los apodos de los represores torturadores: "Fogo", "Principito", "Palito".
Después fue el turno de María Gabriela Villar, quien estuvo privada de su libertad desde 1977 hasta 1982, cuando recuperó su libertad. Permaneció secuestrada 9 días en La Perla y cinco meses en La Ribera. Luego fue "legalizada" y mantenida presa por su militancia en el Partido Socialista de los Trabajadores. “Después de todo lo que viví no volví a la ciudad hasta ahora", dijo ante el Tribunal.
Minutos más tarde, contó cómo fue su secuestro. "Salía para ir a ver un grupo musical pero como hacía frío subí al departamento a buscar un abrigo. Una persona subió conmigo en el ascensor y al abrir la puerta de mi casa me empujó dentro, donde habían otros. Tuve miedo, pensé que eran ladrones", recordó. "Qué ladrones ni ladrones", le dijo uno de ellos, un hombre grandote y desprolijo, "medio jipón". Estaban armados y le mostraron los diarios del Partido Socialista de los Trabajadores del que ella era militante. Gabriela fue violada por uno de los hombres en la habitación. Después escuchó que "Fogo" intentaba entrar a la habitación: "Me toca a mí", dijo. Otro represor le pegó piña. "Una trompada como de película", describió.
La testigo rememoró imágenes del centro clandestino. Los golpes de las puertas, los pasos apresurados, las radios, las ratas, el hambre, el calor y los mosquitos, la llegada de nuevos secuestrados. Reconoció a los represores. "Un día uno de ellos nos hizo parar junto a la colchoneta, traía un ramo de flores y nos hizo cantar el himno". La testigo recordó la fisonomía de este represor, a quien recordaba como "cuadradito" y a quien identificó por los diarios con el nombre de Díaz. A "Fogo" lo identificó como Lardone.
Y remarcó un detalle: “La situación de la venda era una cosa terrible, uno pierde la noción del tiempo, de todo". Dijo que con un detenido que se llamaba Juan Astelarra aprendió a comunicarse por señas. "A los muchachos los hicieron jugar al fútbol contra los gendarmes. Los presos iban descalzos, los gendarmes de botas", relató.
Por último, se refirió a la doble opresión que sufrió en el cuerpo y en la mente. Las marcas del daño siguen vigentes. “Fui víctimas de golpes, de picana. Pero creo que el daño psicológico es el más grande. No sabías si te iban a matar o ibas a vivir. Yo negué o preferí olvidarme de la violación, pero mi cuerpo suspendió durante cinco años toda actividad hormonal. Un especialista me dijo que era un trauma común en mujeres sobrevivientes de guerras o esta clase de situaciones".
El juicio se retomará la semana próxima. Allí se efectuará la lectura de la nueva causa "Mackentor" y un desprendimiento del expediente Maffei, por lo que no habrá testigos.