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Infojus Noticias

5-6-2014|9:00|Lesa Humanidad MendozaProvinciales
Megajuicio por delitos de lesa humanidad

Mendoza: “Pagamos el precio por ser mujeres”

En las audiencias 21 y 22 fue el turno de los sobrevivientes del centro clandestino D2. Una testigo contó que los represores la abusaron de forma sistemática. Los ex jueces Luis Miret y Rolando Carrizo quedaron comprometidos.

  • Un testigo comprometió al ex juez Luis Miret
Por: Juan Manuel Mannarino

En Mendoza, por el megajuicio de delitos de lesa humanidad que tiene como protagonistas a los ex jueces Otilio Romano y Luis Miret entre los 41 imputados, hablaron los sobrevivientes del centro clandestino D2. Con los testimonios de Daniel Rabanal, Silvia Ontivero, Ricardo D’Amico y Graciela Leda, se cerraron las audiencias 21 y 22. Los cuatro aportaron datos sobre sus cautiverios, señalaron a distintos efectivos policiales y aportaron datos sobre el desempeño judicial, particularmente de los ex jueces Luis Miret y Rolando Carrizo. 

Silvia Ontivero no declaró por primera vez por los ataques sexuales que sufrió en el D2, una cárcel clandestina que funcionaba en el Departamento de Información 2  de la policía mendocina. En anteriores audiencias había dicho que suplicó que no la violaran porque era virgen, pero que eso despertó más saña entre sus verdugos. Ante el tribunal, volvió a reiterar cómo fue abusada. Las violaciones a las prisioneras eran consideradas “hechos eventuales” y por lo tanto prescribían. Desde el 2010, al comprobarse que se trataba de una práctica sistemática, se las ha equiparado a otras torturas.

-Fui salvajemente violada, muchas veces en el día. Con una suciedad asquerosa. Pagamos el precio por ser mujeres- relató mirando fijo a los represores.

La ex dirigente gremial comentó que siempre estuvo vendada cuando era sometida a tan bajos vejámenes, y que los represores "a veces entraban a la celda de a uno; otras de a dos y uno hacía de bueno y otro de malo; o de a tres para hacer su faena. Había otros lugares, como las duchas. Yo al principio gritaba mucho, después no porque por un lado fui perdiendo fuerzas y además es terrible para los otros escuchar los gritos cuando te violaban o te torturaban".

Cuando fue secuestrada estaba con su hijo que entonces tenía cuatro años -a quien luego de unos días se lo devolvieron al padre- y perdió el embarazo en su cautiverio. Por las lesiones sufridas, Ontivero quedó imposibilitada de tener hijos. En el momento de mayor crudeza, dijo: "Una vez me metieron un caño de una pistola en el ano, y quedé siempre delicada”. Por último, aportó dos precisiones. Que al día siguiente del golpe militar, en la Penitenciaría de Mendoza, las hicieron formar en el patio a todas las presas políticas y simularon un fusilamiento. Y en la otra comprometió al ex juez Rolando Carrizo –quien está imputado en este juicio- a quien vio cuando la trasladaron en un camión celular a la policía. "Mire cómo estoy. ¡Me han violado!", le dijo en aquella ocasión, y como respuesta de Carrizo recibió "¿No te habrás caído?", dejando en claro que la Justicia sabía lo que estaba pasando, y no actuaba ni investigaba.

Así como Ontiveros, todos los sobrevivientes reconocieron en un croquis la celda donde estuvieron detenidos en el D2, que fue el máximo centro clandestino de la provincia. Daniel Rabanal fue delegado sindical de la Asociación de Trabajadores del Estado -ATE- y militó en la Juventud Trabajadora Peronista –JTP-. En teleconferencia desde  Buenos Aires, Rabanal hizo un extenso relato de su estancia en el D-2, la que consideró como el “peor registro de mi vida”. En respuesta a una pregunta de la Fiscalía dijo que pudo darse cuenta “como todas las mujeres eran violadas de manera sistemática y reiterada”, y agregó: “No nos podíamos ver, porque estábamos siempre vendados, pero sí sentir”.

En relación a la muerte de Miguel Ángel Gil, dirigente gremial que compartió cautiverio con Rabanal, recordó “la ferocidad con que lo torturaban” y refirió el episodio en el que unos diez detenidos fueron obligados a colocarse arriba de Gil, que soportó el peso tirado en el piso. “Agonizaba en el D-2”, dijo Rabanal sobre Miguel Gil, quien murió poco tiempo después.

Reconoció a sus torturadores con los nombres de Bonafede, Bianchi y Barrios y en cuanto al capítulo judicial de su testimonio, Daniel Rabanal repasó que después del D2 “nos llevaron a una comisaría donde estaba el juez Carrizo. Yo tenía 15 kilos menos que hacía un mes, lesiones en todo el cuerpo y un talón infectado. Me preguntó cómo estaba y yo le contesté ‘es evidente cómo estoy’. Era todo muy irregular. Y me negué a declarar”.

En la audiencia 22  fue el turno de Ricardo D’Amico, que habló través de teleconferencia desde la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba. Militaba en OCPO- Organización Comunista Poder Obrero-. Dijo, también, que en el D2 escuchó “gritos de resistencia” de las mujeres por los ataques sexuales a las que eran sometidas. Dijo que en una oportunidad fue llevado hasta el Juzgado Federal y que el ex juez Luis Miret aprovechó para interrogarlo sobre sus contactos “para sacarme más información que el D2 no me pudo sacar”. El testigo dijo haber vivido un ambiente de mucha agresividad en la cárcel y, además, afirmó: “no existió el sistema judicial para mí”.

Por último, declaró Graciela del Carmen Leda, ex militante de la Juventud Guevarista, quien estuvo detenida e incomunicada en el D2 desde el 13 de mayo del ’76 hasta el 7 de julio de ese año. Su testimonio es de suma importancia para la Fiscalía porque está relacionado con la desaparición de compañeros que llegaron al D2 en el mismo lapso de tiempo que ella estuvo cautiva en ese lugar. Por otra parte, fue precisa en el reconocimiento de miembros del D2. Identificó a Marcelo Moroy, Julio Lapaz, Rubén Gonzalez y al fallecido Bustos Medina y aportó los seudónimos que utilizaban para encubrirse: “Caballo Loco”, “Padrino”, “Carlos”, y recordó que quien la torturaba era “El Porteño”.

La próxima audiencia tendrá lugar el lunes 9 de junio a las 9.30, con las declaraciones de Nélida Correa Llano y de Fernando Rule.

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