Los distintos trabajos publicados en INFOJUS NOTICIAS hasta el 9/12/2015 expresan la opinión de sus autores y/o en su caso la de los responsables de INFOJUS NOTICIAS hasta esa fecha. Por ello, el contenido de dichas publicaciones es de exclusiva responsabilidad de aquellos, y no refleja necesariamente la posición de las actuales autoridades del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos respecto de los temas abordados en tales trabajos.

Infojus Noticias

15-11-2014|12:58|Policía Buenos AiresProvinciales
“Me la mataron como a un perro”, dijo el hermano de Tamara

Qué pasó la noche en que la policía mató a una chica de 15 años en Quilmes

Una camioneta robada, una persecución de película, cuatro pibes, una chica muerta y una versión policial con muchos baches. Infojus Noticias fue a la villa Los Álamos para reconstruir la sangrienta noche del miércoles y hablar con protagonistas y vecinos. Tamara Romero estaba en la camioneta y recibió un balazo. Su cuerpo inerte estuvo destapado hasta las tres de mañana.

  • Fotos: Mariano Armagno
Por: Franco Lucatini

Tamara Romero vivía en una casa humilde de la villa Los Álamos, al oeste de Quilmes. Ahí nacieron ella y su hermano Gabriel, en la manzana 31. En la esquina, antes de llegar a uno de los pasillos que se meten en el corazón del barrio, hay un pequeño baldío con tres bancos y una hamaca. Allí pasó gran parte de sus horas durante los últimos dos años. Hace cinco meses murió su mamá de tuberculosis, y la familia se redujo a los dos hermanos y su abuelo. En poco más de un mes hubiera cumplido 16 años. La policía la mató el miércoles, cuando huía con tres pibes más en una camioneta robada.

El miércoles a la noche hacía calor. A eso de las diez de la noche, todavía había gente circulando por la calle. Un joven de 25 años que andaba en su Kangoo azul oscuro por Ezpeleta paró en la esquina de Paraguay y Vicente López porque unos chicos jugaban en la calle. Esperaba a que se corrieran cuando se le acercó un pibe y lo apuntó con un arma. “Bajate y dame la camioneta”, le dijo. Él ofreció dinero, pero el pibe insistió con el auto. Se arrimó Tamara, y –según la policía– sacó una pistola de una mochila. Se paró al lado de la puerta del conductor y le empezó a golpear el pecho con el arma. “¡Dale, dale, bajate!”.

La camioneta está en la Seccional tercera de la Policía Bonaerense, en Quilmes Oeste. Es la comisaría que instruye el sumario, y la encargada de buena parte de las pericias. Hay que atravesar pocos metros de pasillo para llegar al patio. Tiene una celda, una habitación, otro auto secuestrado y la Kangoo destrozada. El lado izquierdo está abollado y tiene las marcas de haber rozado una pared, o quizá la parrilla chulengo que chocó antes de terminar incrustada una casa. Faltan los dos vidrios.

El dueño de la Kangoo llegó caminando a un destacamento que estaba a pocas cuadras, y denunció el robo. Fue poco después de bajarse de la camioneta y salir corriendo. Media hora después, un patrullero de la Seccional novena la identificó en el cruce de Felipe Amoedo y General Acha, a casi cinco kilómetros de donde había sido robada. Arriba del auto ya no eran dos pibes, eran cuatro. Tamara iba en el asiento trasero. El patrullero Ford Ranger blindado estaba afectado al Comando de Prevención Comunitaria (CPC). Según la policía, los pibes empezaron a tirar desde la camioneta y ellos reaccionaron respondiendo los disparos.

El portón trasero de la Kangoo tiene las marcas de la balacera. Por ahí entraron al menos nueve disparos de la policía, la mayoría por debajo de la patente. Uno dio más arriba, al borde de la luneta, que quedó astillada. Ese puede ser uno de los dos balazos que terminaron con la vida de Tamara. O uno de los dos que recibió otro de los pibes, con apenas 17 años. También podría haber sido un tiro en la cabeza del tercero, de 18 años, que terminó inconsciente, internado en el Hospital Iriarte. La policía dice que lo que primero pensaron que era un balazo –por la cantidad de sangre que brotaba de la nuca–, quizá sólo sea un corte producido por el choque.

El choque y las armas

Algunas partes de la camioneta todavía están desparramadas por la avenida República de Francia, a metros de la avenida La Plata, donde terminó la persecución. La vereda es ancha. Muchos vecinos lo aprovechan para sacar sillas y pasar el rato cuando empieza a caer la tarde. Algunos toman mate o tereré sentados en ronda contra algún portón. Otros enfrían la cerveza en un balde de pintura lleno de agua y hielo. A eso de las once de la noche del miércoles, la Kangoo perdió el control, se subió al cordón de esa avenida, chocó un poste con la parte derecha de la trompa y se desvió contra una casa. Era el final del operativo cerrojo con el que la bonaerense acorraló a los cuatro pibes.

Uno se bajó “arma en mano”, y corrió hasta uno de los pasillos para entrar a Los Álamos. Según el jefe de la distrital de Quilmes, Carlos Varela, se escapó disparando. La policía todavía no lo identificó, pero los vecinos del barrio saben quién es. Se corrió la voz de que tiene miedo, y de que su familia le pide que se entregue. “Más vale que no me lo cruce”, dice Gabriel a Infojus Noticias. El hermano de Tamara no puede creer que un par de pibes le hayan dado un arma y la hayan convencido de salir a robar. “La psicologiaron, le llenaron la cabeza”, dice el pibe de 18 años.

El reporte policial dice que en la camioneta había una pistola Bersa 9 milímetros con una sola bala en el cartucho –que puede guardar hasta 15 “cartuchos”–, y la réplica de una calibre 45. Una réplica dispara salvas o balines. También dice que el patrullero recibió tres balazos en el capot y uno en el parabrisas, del lado del acompañante. Como estaba blindado, la bala sólo astilló el vidrio. Infojus Noticias intentó ver la camioneta, pero el oficial a cargo del CPC indicó que el patrullero estaba circulando en la calle. A poco más de doce horas desde el tiroteo, la Ford Ranger que supuestamente recibió los tiros de los pibes no estaba a resguardo ni bajo custodia del juzgado de garantías.

Las vainas servidas, la 9mm y la réplica de 45 las levantó la Bonaerense, que también tiene la Kangoo y la Ford Ranger. La autopsia quedó a cargo de los peritos del cuerpo judicial, y no de la policía. Las autoridades policiales que instruyen el sumario aceptan que las balas que mataron a Tamara tienen que ser de la policía. “No hubo terceros involucrados”, explican. El peritaje sobre el cuerpo se iba a realizar ayer, pero se demoró hasta el lunes. Gabriel y su familia esperan que les entreguen sus restos para poder velarla en la casa. Oscar, el tío, es el que está realizando los trámites.

El pibe de 18 años sigue internado en el Hospital Iriarte. Perdió el conocimiento después del choque, pero ayer se despertó. Pensaban sacarlo de terapia intensiva y pasarlo a un cuarto común. El otro, de 17, recibió un tiro en el tobillo y otro en un brazo. Fue atendido en el mismo hospital el jueves y le dieron el alta después de algunas horas. Declaró en sede judicial y quedó detenido en un instituto de menores de La Plata. El fiscal a cargo de la investigación es Walter Bruno, titular de una de las dos fiscalías de responsabilidad juvenil de Quilmes.

Una chica dulce y hermosa

Unos vecinos le avisaron que había muerto “la rubia”. Su hermano nunca había escuchado ese apodo. “En casa le decíamos Tamara, por ahí alguna amiga le decía Tamy”. Cuando llegó, no lo dejaron acercarse a reconocerla. Los empleados dela remisería que está a dos cuadras dicen que llegaban patrulleros y autos de todos lados. “Había policías uniformados y otros de civil, de la brigada”. No dejaron pasar a la gente hasta que no levantaron el cuerpo y se llevaron la Kangoo. Tampoco lo dejaban pasar a Gabriel, para reconocer el cuerpo. Pero él vio que el cuerpo estuvo en el piso, destapado, hasta casi las tres de la mañana. Dijo que alcanzó a ver que los policías pateaban y pisaban el cuerpo inerte de la piba de 15 años.

Él está en cuarto año de una escuela nocturna. Los fines de semana colabora en una Iglesia de La Cañada, en Bernal. “Ella quería volver a la escuela, y quería empezar a venir a la iglesia”, contó Gabriel. A él y a Tamara los crio su madre y su abuelo. Pero ella murió hace cinco meses, enferma de VIH y de tuberculosis. Todos coinciden que desde ese momento, Tamara pasaba más tiempo en la calle. Ya había abandonado los estudios el año pasado, y no había llegado a terminar el primer año de la secundaria.

En la escuela primaria supieron de la noticia por la consulta  de Infojus Noticias. La vicedirectora, Graciela, estaba consternada y pidió media hora antes de responder el llamado. “Es una noticia muy dolorosa para toda la escuela”, dijo. “Tamara era una buena alumna, sin problemas de disciplina, que se destacaba en los deportes. Le gustaba mucho educación física y la parte artística. “Todo lo que tuviera que ver con la expresión. Le gustaba jugar”. Como era alta y delgada, la elegían para representar a la escuela en los torneos de gimnasia.

Las maestras la recuerdan como una chica “hermosa, dulce, muy bonita”. Graciela cuenta que era muy sociable, y le queda una imagen grabada en la memoria: “La veo jugando en el patio con las amigas, la recuerdo así”.

Gabriel tiene los ojos húmedos. “Era una pibita que quería terminar los estudios”, dice. Y agrega: “Me la mataron como un perro”. Le cuesta pensar en otra cosa que no sea el tiroteo. Los vecinos le dijeron que cuando la camioneta chocó y quedó inmóvil, la policía seguía tirando. Un vecino de la cuadra contó al menos seis o siete balazos.

El duelo

La calle Marcelo T. de Alvear desemboca en la casa de la familia Romero. Al llegar a Uruguay, una de las calles que rodea a Los Álamos, se puede ver la despensa de Ana María, un pasillo que ingresa al barrio, y la casa donde se criaron Tamara y Gabriel. La puerta de entrada es de chapa negra. Ayer permaneció abierta casi todo el día para que corriera aire. Algunos amigos y vecinos del barrio desfilaban para saludar a Gabriel, al tío y al abuelo. Sólo una suerte de cortina blanca colgaba para proteger a la familia de las miradas ajenas.

Adentro están casi a oscuras. Toda la luz que entra viene de la puerta o de las dos pequeñas ventanas del frente, enrejadas por afuera. No alcanza para iluminar el cuarto que hace las veces de cocina, comedor y living. Hay sólo dos sillas destartaladas, y una mesa en la que está apoyado el teléfono inalámbrico, que no para de sonar. Al lado de la cocina hay una pala de obra. Las paredes son de cemento y no están pintadas. Algunos cables cuelgan del techo y cruzan la habitación de punta a punta.

El tío de Gabriel busca su partida de nacimiento para continuar los trámites para recibir el cuerpo de Tamara. Gabriel habla por teléfono y cuenta que no saben cuándo van a velarla. Un gato gris muy flaco atraviesa el umbral y se va caminando por la vereda. Afuera, contra la pared, hay apilados algunos materiales –bolsas de cemento, chapa y maderas–. Estaba todo listo para construir una segunda planta, pero las refacciones van a tener que esperar.

Tamara quedó tendida en el piso, frente a la casa donde la Kangoo se metió de frente. Ahí vive una pareja con sus dos chicos. Daniel, un albañil que vino de Paraguay, se pasó la noche llenando papeles en la comisaría, y recién a las 9 de la mañana volvió a su casa. Acababa de terminar el partido de River Plate y Estudiantes de La Plata, y casi toda la familia estaba viendo eso. Escucharon la balacera, pero pensaron que era por el resultado del fútbol. Cuando la Kangoo chocó la reja y tiró abajo la pared donde está amurada, sintieron el estruendo de una explosión y varios tiros más.

La camioneta se incrustó del lado de la reja, que da a una especie de garaje que usan para acumular cosas. Pero al lado, en la habitación que da al frente, dormía su beba de cuatro meses. El jueves a la mañana, con la ayuda de algunos amigos y de su mujer, Lucía, se puso a juntar los cristales rotos, los pedazos de paragolpes, la carcasa de uno de los espejos retrovisores y algunos pedazos más del auto. Con una manguera y algo de lavandina intentó sacar las manchas de sangre de la vereda de cemento.

Relacionadas