La Justicia tiene en su poder escuchas en las que un ex policía detenido por colaborar con Los Monos y un hombre acusado de homicidio y tráfico de drogas hablan sobre el atentado al gobernador Antonio Bonfatti, el supuesto pago de coimas con dineros provenientes de la venta de drogas y la aparente colaboración de un funcionario judicial.
La intervención de teléfonos ordenada por la Justicia Federal reveló, en marzo de este año, un supuesto plan ideado por un ex policía y un supuesto narco -los dos detenidos- para asesinar al juez y al fiscal que encabezan la investigación contra la banda Los Monos. Lo que no había trascendido hasta ahora es que en esas conversaciones, que están en manos de la Justicia, los presos también hablan sobre el atentado al gobernador Antonio Bonfatti, el supuesto pago de coimas con dineros provenientes de la venta de drogas y el rol de un funcionario judicial que colaboraría para que ellos recuperen su libertad.
Las escuchas fueron ordenadas por el juez federal Carlos Vera Barros. El 8 de marzo a las 2 de la madrugada el ex policía de la división Judiciales Germán Almirón, detenido por facilitar la fuga de un sicario de Los Monos de la Jefatura de Policía, habló con su amigo Arón “Ojudo” Treves, acusado por homicidio y tráfico de drogas. Los presos hablaron del atentado a la casa de Bonfatti, en el barrio Alberdi de Rosario, el 11 de octubre del año pasado.
TREVES: Bueno, así es el tema. Ellos le tenían que pegar al gobernador y no le pegaron, ¿me entendés? Y la gente quiere que cuando salgan uno de los dos termine el trabajo. Así nomás. Y bueno... (no se entiende) tienen que remarla, andá a saber. Qué le vamos a hacer, o se quedan acá o se van. Ojalá si lo logran se vayan para arriba.
ALMIRÓN: No, más vale, boludo. ¿Pero vos te creés que lo van a hacer, Negro? Olvidate. No se pueden arrimar más al Chiquito, está recontra custodiado, olvidate.
TREVES: Más vale, más vale. ¿Sabés por qué? Es por querer hacerse lo que no son. Sabés cuánto le sacaba el gobernador, boludo? Un millón al Esteban y un millón al coso, le sacaba, al Luis. Después un millón a un tal francés, que creo que es el de Baigorria, si no me equivoco. Y sé que Los Gordos habían puesto una moneda también. No se si un millón pero habían puesto una moneda. Con todo este quilombo, el tipo los desconoce a todos y se abre.
Esteban sería Lindor Alvarado, jefe de la banda de Los Rosarinos, detenido en Campana por robo de autos. Luis es Luis Medina, supuesto narco asesinado a fines del año pasado. Y Los Gordos serían los hermanos Vázquez, una banda del barrio Tablada.
Las escuchan continúan:
ALMIRÓN: Cuánta plata. Tienen plata ellos, loco? Tanta plata tienen?
OJUDO: Qué se yo, boludo. Y sí, deben tener, boludo. Allá que es usurero también. Hoy se despachó con todo, sabés que yo no chamuyo y me tiró la data quién está ahí, laburando con todo allá, todo me dijo.
ALMIRÓN: Ah, sí, quién anda ahí?
TREVES: El gordo Yoni, el Loro José y el Oreja. Digamos, los que quedaron. Ahí el Ángel. Los que quedaron del Luis (Medina) y los de (no se entiende) se vinieron, entendés? Quedaron dando vuelta ahí.
ALMIRÓN: Sí, el gordo Yoni, me lo iban a entregar para meterlo en cana.
TREVES: Dice que tiene un miedo de meterlo en cana (que lo metan en cana), la pone toda, dice.
El salvador
El 14 de marzo, Treves y Almirón volvieron a hablar. El policía le contó a su amigo que el fiscal de Cámara Guillermo Camporini y el juez Juan Carlos Vienna -los dos funcionarios judiciales que encabezan la persecución contra la banda de Los Monos- pensaban mantener detenido a Treves en la causa de homicidio. E hicieron referencia a “Salvador”, quien colaboraría para que Treves recupere su libertad.
ALMIRÓN: Salvador va a hablar con el ministro de Seguridad, con Lamberto, ¿está? Y se lo va a pedir a él, cosa que Camporini no pueda negarlo. Si el ministro le da el ok, en una semana te vas, diez días a lo sumo.
TREVES: Ah, a mí me dijo el abogado que voy a juicio.
ALMIRÓN: Pero podés pasar el proceso afuera, eh. Y no pasa nada, el juicio del homicidio... era muy probable (…), pero que no hay nada, “no gatilló el loco, ¿me entendés? Y cómo le van a comprobar”, dice él. “Esto es política”, me dijo.
Almirón siguió hablando de la conversación que había tenido con Salvador.
ALMIRÓN: “Mové todo lo que tengas que mover, por favor”, le digo, “vos sabés que con lo mío está todo mal y yo no me puedo comer ocho meses, nueve meses acá, loco, me arruinás. Y este muchacho (por Treves) hace un año que está”. “Quedate tranquilo que yo voy a hablar con el ministro, la semana que viene yo hablo con él, quedate tranquilo que de una manera u otra lo voy a sacar (…). El ministro le da el ok, diez días a lo sumo te vas a tu casa y esperás el juicio en tu casa.
Treves le contó que habló con su abogado y que el expediente está en la Cámara Penal. Almirón le respondió que “los camaristas de acá le sacaron todo y se lo llevaron para allá. Los fiscales de Cámara de acá son los que hablaron con Salvador”. Los dos amigos siguen hablando de la causa judicial de Treves y de lo que podría durar el juicio.
ALMIRÓN: Aparantemente Salvador iba como camarista. Bueno, ahí lo bajaron de un hondazo. Si se confirma eso, quedate tranquilo que está... (dice un nombre que no se entiende), Romero y Camporini y con Vienna atrás de todo esto, ¿me entendés? Que son favores de ellos, no hay acá otra cosa, ¿me entendés? Puede ser que Vienna le deba un favor a mi jefe, es así.
El plan para asesinar al juez y al fiscal
En la misma conversación, un rato después, Treves le cuenta que ya le “colmaron la paciencia”.
TREVES: Él me faltó la palabra a mí, entonces ya fue. Lo único que te pido, conseguime dónde vive, nada más, y el auto que tiene. Después me encargo yo.
ALMIRÓN: ¿Salchicha? (en referencia al juez Vienna)
TREVES: Sí.
ALMIRÓN: Sí, sí, yo después te... Dame un par de días que yo te hago.. tiene una... no, pero no podemos hablar por teléfono. Mandámelo al pibe, eh, un día de visita que yo le explico a él te mando a hablar con un muchacho que conoce el lugar.
Durante los días siguientes, Treves y Almirón siguieron hablando del supuesto plan para asesinar al juez y al fiscal. A Vienna lo llamaban “Arroz con salchicha”, "Pancho", “Salchichón” o “El Viejo”. A Camporini le decían “Bocón”.
Cuando el juez federal Vera Barros vio la transcripción de estas escuchas, las remitió con un sello de urgente al fiscal general de la provincia Julio de Olazábal, ante la posibilidad de que estuvieran planeando un atentado, y se abrió una causa judicial en la justicia provincial. Las demás conversaciones, en las que se habla de posibles coimas o de la intervención de funcionarios judiciales para conseguir mejoras para los presos, no fueron investigadas.