La chica, una estudiante de 23 años, lo denunció y el consorcio lo echo. "Tapá la cerradura porque vimos al portero espiándote", le advirtió un vecino. El hombre espiaba y acosaba también a otras mujeres que vivían solas en el edificio.
"Tapá la cerradura porque vimos al portero espiándote", le advirtió un vecino. La chica, de 23 años, venía sufriendo el acoso del encargado de su edificio en el centro de Rosario desde hacía un tiempo. Algunos de sus vecinos no le creían. Hasta que se cruzó con otras dos jóvenes a las que les pasaba lo mismo. En marzo, vio un aviso del Instituto de la Mujer de Rosario en el diario y se acercó hasta el organismo. La acompañaron, hizo la denuncia en la Comisaría de la Mujer y después llevó el tema a la reunión de consorcio. Los propietarios decidieron echar al hombre.
Cada vez que le hablaba la incomodaba. Ella cortaba las conversaciones rápido y se apuraba a llegar a su mono ambiente en el cuarto piso donde vivía desde 2009. El hombre le advertía: “Mirá que yo no soy Mangeri", en referencia al encargado de edificio acusado de asesinar a Ángeles Rawson el año pasado. En una charla en el palier hasta opinó sobre el caso. “Para mí no fue el portero”, le dijo.
"¿Tenés novio? A mí me gustan las morochas como vos”, la increpó en otra oportunidad. Cuando les contó a otros vecinos que se sentía acosada, algunos la tildaron de “paranoica”. “No te está haciendo nada”, le decían. Otros lo defendían sin tapujos: “Es un hombre bueno”. Fueron pocos los habitantes del edificio rosarino los que le dieron la razón.
“Es bastante común que no le crean a las mujeres. Lo primero que se hace es juzgarlas, señalarlas. Pasa lo mismo en un caso de abuso o violación”, explicó a Infojus Noticias Andrea Travaini que es la titular del organismo que recibió y acompañó a la víctima en la denuncia.
La chica, cuyo nombre no trascendió para proteger su identidad, se acercó a otras inquilinas jóvenes como ella y se encontró con dos historias parecidas. El hombre espiaba y acosaba siempre a mujeres que vivían solas en mono ambientes del edificio. Las mujeres le contaron que el portero trababa el ascensor en los entrepisos para así poder ayudarlas. Una vez trabó el de ella, quiso ayudarla y a partir de ahí la chica decidió que iba a subir y bajar los cuatro pisos por escalera.
El hombre propiciaba encuentros inexplicables en los pasillos del edificio. Les tocaba el timbre temprano, entre las 8 y las 9. El ruido las obligaba a despertarse. Más tarde descubrieron que era el momento en el que el encargado las espiaba.
“Ella se acercó a nosotras cuando ya venían pasándoles estas cosas. Eran tres las estudiantes que sufrían este acoso. La acompañamos a nivel judicial y tratando de ordenar el relato para que no omitan nada. Trabajamos mucho con ella para que entendiera que era víctima”, contó la titular del Instituto de la Mujer de Rosario.
En el organismo, que depende de la municipalidad de la ciudad, la acompañaron y escribieron una carta para que presente en la reunión de consorcio. "Estamos tomando intervención en una situación de violencia de género”, advertía el texto. A la reunión siguiente la denunciante fue acompañada por su padre. Finalmente el 9 de mayo en el último encuentro de consorcio se decidió que había que echarlo. Optaron por el despido con causa. “Cuando lo echaron, desnudó su verdadera personalidad porque amenazó a algunos vecinos”, dijo Travaini.
El número para denunciar violencia de género es la línea 144. Está habilitada las 24 horas, los 365 días del año a nivel nacional y depende del Consejo Nacional de las Mujeres (CNM).