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9-2-2014|14:09|Dictadura uruguaya Jorge Tiscornia Entrevistas
Etiquetas:
Cine y dictadura

“Con los almanaques corrí un riesgo pero le di sentido a 13 años en prisión”

El documental “El almanaque” cuenta el modo de resistencia que el ex preso político uruguayo Jorge Tiscornia encontró para soportar el encierro durante la dictadura en su país: 4.446 días registrados en unos papeles de 10x7 que el entonces estudiante de arquitectura escondió en unos suecos de madera.

  • Fotos gentileza de "El Almanaque"
Por: Ulises Rodríguez

Para el ex preso político uruguayo Jorge Tiscornia lo más irónico de sus 13 años de detención fue que estuvo encerrado en la cárcel de Libertad. “Hay un cartel donde por un lado indica la ciudad de Libertad, que es a la izquierda, y el penal de Libertad a la derecha, en el mismo cartel. Son esas enormes ironías de la vida”.

Fueron 4.446 días los que pasó Jorge Tiscornia en la cárcel política más grande de Latinoamérica, desde 1972 hasta 1985. Cada uno de esos interminables días quedó registrado en unos papeles de 10x7 que el entonces estudiante de arquitectura y militante del MLN-Tupamaros escondió cuidadosamente en unos suecos de madera ahuecados. Ese diario íntimo redactado como un calendario y con palabras en clave se convirtió en el 2005 en un libro y luego en el documental “El almanaque”, dirigido por José Pedro Charlo, que se estrenó este jueves en Buenos Aires.

“La perseverancia para redactar ese almanaque y guardarlo corriendo el riesgo de ser descubierto fue mi modo de resistir. No lo pensaba así en ese momento pero me doy cuenta de que fue así”, le dice Jorge Tiscornia a Infojus Noticias antes de la presentación del film en el Malba.

-¿Cuál es el recuerdo que tiene más presente de aquellos 13 años que estuvo en prisión?

-Son tres: uno es la llegada al penal. Era de noche y nos hicieron subir 5 pisos con los brazos hacia atrás en palos a eso de las 2, 3 de la mañana. Eso fue muy impactante. Después la salida… salir. Llegó un domingo donde empezaron a parar autos en la carretera y nosotros pudimos empezar a verlos y al cuarto, quinto ya dijimos: ¡llegaron los camiones, llegaron los camiones! Y ese mismo domingo salimos. Después en el medio hay, por ejemplo, hechos muy impactantes como puede ser el golpeteo. El golpeteo es una respuesta de los presos, que también se da en las cárceles comunes, una respuesta a determinado acto de los militares como puede ser llevarse a alguien para la tortura. Hay un golpeteo en donde todo el penal comenzó a golpear las puertas de las celdas con lo que tuviera a mano. Eran 500 celdas golpeando y a raíz de eso que se escuche en la ciudad de Libertad que estaba a varios kilómetros de ahí. Eso fue una cosa muy impactante que además vino seguida de un silencio increíble: un silencio que anunciaba que algo iba a pasar. Y la coronación de ese golpeteo fue que sacaron a los rehenes que estuvieron 10 años fuera del penal, en pozos, entre ellos el hoy presidente José Mujica.

-¿Cómo surgió la idea de hacer el documental?

-El origen de la película es en 2005 cuando José Pedro Charlo (quien también estuvo preso en esa cárcel) recibió el libro “Vivir en Libertad” que hicimos conjuntamente con otro compañero, Walter Phillipps-Treby. El libro trae documentos, relatos y cosas del penal. Se hizo a 20 años de haber salido. Investigando supimos que tienen que pasar casi una generación de determinados acontecimientos para tratar de expresarlos objetivamente y poder plasmarlos en el tiempo. Fue a partir de ese libro que a José Pedro se le ocurrió hacer una película. Es ahí donde se entera de la existencia de esos almanaques porque en el libro sólo hay una breve pincelada. Como es una cosa personal simplemente fueron mencionados, pero a él le interesó eso. Cuando se enteró de que esos almanaques fueron guardados en unos suecos de madera ahuecado que yo utilizaba para ir a ducharme recordó que él había escuchado ese ruido de sueco de madera en el penal y a su vez me había ubicado a mí porque no nos conocíamos, simplemente de vista, me había ubicado como el portador de esos suecos que hacían determinado ruido cuando caminaba, entonces eso le desató el interés.

-¿Hubo un acuerdo previo con el director para contar una historia tan dura sin dramatizarla e incluso que usted se ría, en muchas ocasiones, de lo vivido?

 -Es que hay situaciones que son jocosas y divertidas que me gusta recordarlas. A raíz de la película el director me interroga sobre los almanaques y entonces eso a mí me llevó a extraer algunos símbolos y tratar de recordar expresamente qué querían decir esos símbolos, qué hecho acontecían. La película son hitos de recuerdos que elegía José Pedro y donde me sorprendía porque nunca me anunciaba que era lo que me iba a preguntar, simplemente se ponía a filmar y me preguntaba.

-¿Cómo hizo para que los papeles de tantos años entraron en el hueco de los suecos?

-Tiene que ver con el tamaño de los almanaques, cómo iba graficando mediante símbolos las noticias, las novedades y todo lo que iba cambiando. Llegó un momento en que se me llenó uno de los pies de los suecos y empecé a volcar el otro. Si hubiera estado un año más no le entraba más nada a esos suecos. Mucha gente me pregunta: ¿cuántos pares de suecos eran? Era uno solo pero estaban, dijera José Pedro Lofardo que fue compañero mío al final de la cárcel, preñados esos suecos con los almanaques.

-¿Cuál fue la sensación de volver a ponerse una réplica de aquellos suecos de madera para la película y caminar con ellos?

-Como sucede en todas las películas me hicieron repetir una, dos, tres veces la escena y estuve tres horas con los suecos puestos y caminando por corredores de un hospital y me llevé una llaga de esa caminata. Pero era importante volver a recrear ese trayecto entre la celda y la ducha y la vuelta hacia la celda y dejar después los suecos ahí a la vista, era volver a saber que habían sido una buena opción, que no habían llamado la atención, que pudieron pasar trece años con cosas adentro de forma clandestina y finalmente los pude sacar, o sea, era una gran alegría por una estrategia que había planteado para poder, en realidad, ponerle significado a cada uno de los días en la cárcel.

-¿Qué cree que hubiese pasado si los militares descubrían que en esos suecos guardaba tanta información?

-Primeramente me hubieran llevado a lo que nosotros llamábamos “solisdazo”, que es un calabozo más chico y apartado. Hubiese estado por un tiempo bastante prolongado, amén de perder los almanaques. Había un riesgo importante, pero yo creo que ese riesgo hizo que me centrara en él y pudiera resistir. Tenía algo por lo que vivir, algo que estaba haciendo y registrando. Eso le fue dando contenido y sentido a la prisión. A mí me resultó muy importante para soportar el encierro. Fueron más de 10 años solo en una celda, 23 horas por día metido ahí adentro y el resto que son casi 3 años, unos pocos al principio y otro al final de a dos en una celda con un compañero.

- ¿Cuántos años pasaron hasta que volvió a abrir esos suecos y encontrarse con los almanaques?

-Ahí hay otro aspecto interesante porque todo el pueblo luchó para que nosotros pudiéramos salir de la cárcel, para que hubiera ya amnistía y nos liberaran, y yo, por lo menos, sentí que era muy importante reintegrarse a la vida social, conseguir un trabajo, tener pareja, tener hijos y dejar un poco de lado todo lo que había pasado. O sea, el trabajo ahora era con la gente, al lado de la gente y lo que a nosotros nos había sucedido no lo teníamos que poner en primer plano ni usarlo. Por eso esos suecos estuvieron en la misma bolsa con la que salí durante 15 años, hasta el año 2000. Hasta que una noche en una mesa cuadrada en donde habíamos cinco compañeros y estábamos festejando el cumpleaños de uno de nosotros se armó una de esas discusiones: en tal año pasó tal cosa y estaba fulano de sargento. Y yo dije: no sé, no me acuerdo de eso pero tengo los almanaques ahí. Los fui a buscar y en esa misma mesa donde estábamos tomando vino, los partimos y los sacamos. En ese momento surgió la idea de hacer el libro y todo concluye con la película.

-¿Qué tipo de papeles eran los del almanaque y cómo los conseguía?

-Son hojas A4 de papel común, el más finito. Están cortados en hojas de 10x7 centímetros en donde se hacían cuatro meses cada vez en una hoja de esas. Conjuntamente con eso también hay papel calco, muy finito, en donde reproduje todos los símbolos y algunas solicitudes especiales que los militares nos entregaban. El papel era el que nos daban para que escribiéramos una carta semanal.

-Cómo fue rearmar su vida tras el encierro, ¿volvió a la militancia política? 

-Voy a hacer una pequeña distinción: si hablamos de militancia política partidaria no tuve; sí tuve militancia política en general: trabajar con cooperativas, con muchachos del liceo, dar charlas, aportar mis conocimientos de arquitectura a gente que construye viviendas sociales y todo lo demás. O sea, todo lo que es la política, pero no política partidaria.

-¿Qué lo llevó a alejarse de la política partidaria teniendo en cuenta que hoy muchos de sus ex compañeros de militancia en los ’70 llegaron al gobierno a través del voto?

-Es que para mí ser político, un político profesional, requiere determinada forma de ser que yo no tengo. Yo no puedo decir hoy una cosa y dentro de 6 meses otra con la misma cara. Entonces para mí hacer política desde el punto de vista profesional no existe. Cuando salimos del penal algunos se integraron nuevamente a los partidos, hicieron política y hoy tenemos al presidente, que no es algo que yo sienta y pueda hacer con tranquilidad.

-Después de tantas luchas, pérdidas y tiempo transcurrido de aquellos años duros. ¿Cómo es el Jorge Tiscornia de hoy?

-Ahora tengo varios proyectos que estoy desarrollando en paralelo con la película y con un libro de crónicas que se hizo a finales del año pasado que se llama “El Almanaque”, que trae una reproducción facsímil de los almanaques y la interpretación de antropólogos, psicólogos, psicoanalistas, en fin, toda la interpretación de qué podría haber pasado con esos almanaques y qué pasó realmente. Después hice la exposición con fotografías clandestinas del penal que saqué en febrero del ´85, un mes y pico antes de irnos. Es una exposición que viene recorriendo todo Uruguay y que me posibilita charlar con los muchachos del liceo, chicos de 14 a 17 años, sobre la memoria reciente. Entonces eso para mí es muy importante porque los chiquilines están ávidos de saber cosas que ni siquiera pueden contestarle los padres por la edad que tienen. Yo, en general, les digo: ustedes están hablando con un abuelo y si quieren saber otro punto de vista hablen con sus abuelos, vuelvan a hablar con sus abuelos y pregúntenles qué pasó, ¿qué pasó en la época de la dictadura?

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