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Infojus Noticias

22-5-2015|16:40|#NiUnaMenos Nacionales
Crónicas de femicidios: hoy Karina Lopinto

“A Dai la encontraron en una bolsa y resulta que el problema era su ropa”

La mamá de Daiana García se queja de parte de la cobertura del crimen de su hija, Daiana García. El 15 de marzo apareció en un descampado de Llavallol. El 3 de mayo, hubiera cumplido 20 años. “Nadie justificó de manera explícita la muerte de mi hija, pero lo que hicieron se parece bastante al ‘algo habrá hecho’”, dice. Sobre la marcha del 3 de junio opina: “No es que una marcha cambie la cabeza de la gente, pero a lo mejor es un primer paso.”

  • Fotos: Santiago Cichero.
Por: Daniel Riera

Karina Lopinto dice que a veces, de madrugada, su celular vibra y se despierta pensando que es su hija, Daiana García, para avisarle que no viene a dormir. Y después descubre que no, que es un mail cualquiera. “Y es una mierda –dice-. Qué querés que te diga”. El 15 de marzo, el cadáver de Daiana apareció en un descampado de Llavallol. Fue después del asesinato de Lola Chomnalez, antes de los de Gabriela Parra y Chiara Páez. De la boca de Karina no sale jamás el nombre de Juan Manuel Figola, la persona que puso el cadáver de Daiana en una bolsa de arpillera, la descartó y luego se suicidó arrojándose a las vías del tren en Laferrere. Karina lo llama siempre “esa persona”. El padre de Figola declaró ante los investigadores del caso que su hijo lo llamó unos minutos antes de suicidarse y le dijo que “se había mandado una cagada”. El 3 de mayo, Daiana hubiera cumplido 20 años.

-Todos los días, todos los años yo me peleaba con ella para el cumple y esta vez no tuve la pelea, porque ella cumple el 3 de mayo. Yo no cobro nunca el 3 de mayo, y ella quería festejarlo su cumple el día exacto de su cumpleaños, por qué voy a hacerlo otro día que no sea el mío, y yo no, hagámoslo el fin de semana que viene, y ella no, y yo deciles que traigan algo, unas pizzas, la bebida, y ella no, porque yo los quiero invitar. Todos los años lo mismo, teníamos la misma discusión, calcada. Y este año no. Estoy aprendiendo a vivir sin ella. Es un proceso largo. Hay días que siento que lo llevo bien y hay días que siento que me muero.

Conversamos en la terraza de su casa. Karina no nos hace pasar porque quiere preservar a su hijo de 10 años. Por momentos habla de Daiana en tiempo presente, por momentos en pasado. Dice que la psicóloga la está ayudando a elaborar lo ocurrido y que sufre mucho cada vez que desaparece una chica nueva, que en algún caso posterior ha tratado de colaborar poniéndose a disposición de los padres, aportando lo que sabe sobre denuncias, medios, redes sociales, movimientos para afrontar la emergencia de la desaparición de una hija.

Dice que Daiana quería estudiar Diseño de Indumentaria y que la había anotado en unos cursos gratuitos, para que fuera aprendiendo algo hasta que consiguiera trabajo. Dice que habían acordado que en cuanto consiguiera trabajo se iba a inscribir en una carrera más formal y que la iban a pagar a medias. Dice que le quedan dos hijos y que tiene una vida movida, que trabajar mucho le hace bien y que también le hace bien hablar de lo ocurrido, que lo necesita. Todavía falta para que se sepan los resultados de las pericias toxicológicas y los exámenes de ADN sobre los pelos hallados en el cuerpo de Daiana. Karina no conocía a “esa persona”, y dice que “lo que pasó lo saben él y ella”, que Daiana lo conoció lo hace un par de años, a través de algunos amigos en común. Karina dice que ignora qué tipo de relación tenían. Dice que ella misma fue una mujer golpeada por el padre de Daiana y que una vez su hija le dijo que se quedara tranquila, que después de lo que a ella le había pasado, nunca iba a dejar que un hombre le pusiera la mano encima.

-Daiana no se drogaba y casi no tomaba alcohol, más allá de algún brindis, porque era epiléptica y tomaba mucha medicación: sabía que si se emborrachaba las pastillas la podían dar vuelta. Me gustaría pensar que tuvo un ataque de epilepsia, que esta persona la quiso ayudar y no supo cómo. El cuerpo de mi hija no tenía señales de haber sido asfixiada bruscamente. También puede ser que haya tenido convulsiones a partir de un susto que le dieron, no lo sé. Cuando ella tiene una convulsión, de lo único que se acuerda es de lo que pasó antes. No se acuerda ni cómo le pasó ni lo que pasó después. Ojalá que le haya agarrado un ataque de epilepsia porque cuando a ella le agarra, a partir de ahí no se acuerda de nada. En ese caso, lo que sea que él le haya hecho, ella no lo sintió. Quizá la quiso socorrer, no lo sé: una vez le puse la mano en la boca para que no se mordiera la lengua y casi me corta un dedo. Cuando alguien tiene un ataque de epilepsia hay que hacer lo contrario: abrirle la boca. Quizá el tipo le puso la media en la boca tratando de socorrerla para que no se mordiera la lengua, y quizás a ella se le fue la lengua para atrás y se ahogó. No lo sé, son conjeturas.

Sobre “esa persona” agrega:

-El tipo era un tipo grande. No puedo decir qué pasó, porque también puede haber pasado otra cosa. Mi nene de 10 años dijo “ese señor es un cobarde porque tendría que haber enfrentado a la justicia”. En vez de hacer eso que dice un nene de 10 años, el tipo se mató. Cuando él la puso en la bolsa, ella ya estaba muerta. Él pensó que era como tirar el papelito del caramelo y nadie se enteraba que se lo había comido. Supo que se había mandado una grave y no quiso hacerse cargo. El cuerpo de Dai apareció en Llavallol, muy a la vista. La tiró en la loma del ojete y esperó que nadie se diera cuenta.

-¿Qué te pasó cuando viste en los medios la polémica sobre cómo estaba vestida tu hija, todo ese énfasis sobre el shorcito que tenía puesto?

-Vi poco, muy poco, porque me amargaba mucho, me contaron mucho más de lo que vi. Está genial que los periodistas hagan preguntas, pero no importa si mi hija era trola o no lo era, si estaba desnuda o no. Ya falleció. Hay que tener un poco de respeto porque esa persona tiene una familia. No sé si fue adrede, si hubo una discusión, si no la hubo, si habían tomado, pero mi hija está muerta. Pero sé qué dijeron “mirá cómo estaba vestida”, o “mirá esa sonrisita picarona”. Nadie justificó de manera explícita la muerte de mi hija, pero lo que hicieron se parece bastante al “algo habrá hecho”. Es lo mismo que pasa cuando te golpean: vas a hacer la denuncia y el policía te pregunta “bueno, pero usted qué hizo”. A Dai la encontraron en una bolsa y resulta que el problema era su ropa. Yo sé que suena feo, pero es como una moda: en una época las quemaban, en otra las cortaban, ahora las matan y las meten en una bolsa. Tirala al pasto, tirala al río, tirala a la mierda, total. Es como que las mujeres son cosas para ellos.

Dice Karina que, en parte, es un problema de educación. Y de respeto.

-El otro día vi una notita en el cuaderno de mi hijo. Decía: “Por favor, que las nenas no vengan con calzas para no provocar”. ¿Perdón? ¿No es más fácil enseñarles a los nenes que respeten a sus compañeras en vez de decirles a las nenas que no usen calzas? Ahora resulta que las nenas se tienen que ocupar de evitar que al varón se le pare el pito: el varón no tiene que hacer nada. No es así, es una cuestión de respeto mutuo. Si vivimos enseñándoles a las mujeres desde chiquitas que son ellas las que se tienen que cuidar de los varones, ¿qué les enseñamos a los varones? Los hombres sólo se tienen que cuidar de los chorros: las mujeres se tienen que cuidar del chorrito, del que está caliente, del que tiene ganas de matarla porque usa short, porque tiene una linda sonrisa, porque tiene un lindo pelo. Al hombre no lo enseñan a respetar, porque es mucho más cómodo preguntarse después qué habrá hecho ella.

Karina adhiere y estará presente en la convocatoria que, bajo la consigna Ni una menos, se realizará el próximo 3 de junio frente al Congreso. Para ella, no hay nada más importante que la educación para prevenir los femicidios.

-Me parece genial lo del 3 de junio, no es que una marcha cambie la cabeza de la gente pero a lo mejor es un primer paso. Quizá no deje de suceder todo esto, porque hay gente que no está bien de la cabeza, pero sí podemos hacer que la mujer sea vista de otro modo, que la gente deje de preguntar pavadas. Lo increíble es que todavía hay quienes discuten que tiene que haber educación sexual en las escuelas, y hasta incluso hay mamás que se oponen. Desde mi punto de vista, “educación sexual” no es sólo enseñar en qué consiste la menstruación, sino también educación para el respeto. Si los varones empiezan a respetar a una nena en el colegio, a lo mejor cuando llegan a grandes no la ven sólo como tetas y culos sino como una compañera: atrevida, simpática o antipática, como ella quiera ser.  Porque no puede pasar esto de que haya hombres que digan “yo tengo más fuerza, yo tengo no sé qué, entonces te agarro, te callo y te termino matando y tirando a la basura como quien saca la caca del perro”.

DR/RA

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