Ocho de los diez miembros del jury entendió que el juez provincial "no incurrió en delitos de lesa humanidad". Pedro Hooft estaba acusado de no haber investigado las desapariciones de abogados en la denominada "Noche de las corbatas", en julio de 1977.
Ocho de los diez miembros del jury absolvieron a Pedro Hooft. La mayoría del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados bonaerense entendió que el juez provincial "no incurrió en delitos de lesa humanidad" y rechazó el planteo de la acusación. Ordenaron que sea reincorporado en su cargo en el Juzgado N° 4 de Mar del Plata y le levantaron el embargo. Así cerraron el proceso político por archivar hábeas corpus sin tener la respuesta de las Fuerzas Armadas y no informar sobre la muerte de los detenidos-desaparecidos ni reclamar su cuerpo al Ejército (como en el caso del abogado Jorge Candeloro).
"Es una aberración jurídica. La mayoría entendió que no era un crimen de lesa humanidad", dijo la diputada bonaerense del FpV Lucía Portos al salir de la audiencia. Votó en disidencia junto al legislador Luciano Martini. Cinco minutos antes había escuchado los gritos de indignación de los familiares de las víctimas y de los militantes de derechos humanos que habían colmado la sala de audiencias de la Suprema Corte bonaerense.
Los gritos fueron dirigidos a los abogados Héctor Ricardo Martín, Eduardo Gustavo Adolfo López Wesselhoefft, Atilio Ricardo Rossello, José Luis Núñez y José Miguel Nemiña; y a los legisladores Héctor Vitale (Frente Renovador) y Abel Buil (FAP) y el ministro de la Suprema Corte Juan Carlos Hitters. Sus votos liberaron a Hooft de la obligación de declarar en la causa penal sobre la "Noche de las corbatas". Se trató de un megaoperativo represivo que, en 1977, terminó con la vida de varios abogados laboralistas, entre los que se encontraban Candeloro, Norberto Centeno, Tomás Fresneda y su esposa, Mercedes Argañaraz, Hugo Alais y Salvador Arestin.
Hasta ahora, Hooft -que sufrió un ACV luego de escuchar el testimonio de Marta García, viuda de Candeloro- se amparó en sus fueros para no declarar en ese proceso, que se inició hace ocho años. Esta decisión posibilitará que se mantenga esa situación de privilegio.
La resolución favorable se tomó luego de una extensa jornada de debate a puertas cerradas que comenzó a las nueve y duró más de ocho horas. Durante ese plazo, los jurados utilizaron mil páginas para explicar sus votos a favor de la defensa de Hooft.
Sobre el final de la tarde, y después de un proceso que duró dos meses y en el que declaró medio centenar de testigos, los familiares de las víctimas se impacientaron. Primero aplaudieron y después cantaron: "¡Como a los nazis los iremos a buscar!”. En la primera fila de asientos, los hijos de Hooft se mantuvieron firmes. Su padre seguía internado y su madre no estaba.
Finalmente, ingresaron los jueces. Leyeron el veredicto. De un lado estaba la defensa, que encabezo Héctor Granillo Fernández, del otro la acusación. Allí solo estaba Eduardo Salerno. La ausencia del subsecretario de Derechos Humanos de la Nación, Luis Alén, y del abogado César Sivo hizo pensar en una absolución. Desde el lugar destinado al público esperaron un puñado de diputados jóvenes del FpV, entre los que estaban Fernanda Raverta y Miguel Funes.
El secretario leyó el veredicto y la sala estalló. "Cómplices", les gritaron los sobrevivientes mientras los hijos de Hooft se abrazaban. Los primeros salieron por la puerta de ingreso. Los otros por la salida de los jurados.