Esto declaró Marta García, testigo crucial, en la audiencia de hoy. El presidente del jury pidió no revictimizar a la mujer secuestrada en 1977. Además aportó una serie de pruebas documentales producidas hace más de treinta años, entre ellas el habeas corpus que presentó su suegro, Nicolás Candeloro, por ella y su esposo.
-¿Usted lo ve al acusado acá? ¿Lo puede señalar?- preguntó el abogado Cesar Sivo, integrante de la acusación contra el juez Pedro Hooft. Marta García de Candeloro dijo que sí. Giró apenas su cabeza hacia la izquierda, levantó un poco la frente y le sostuvo la mirada a Hooft, que la siguió mirando sin mover ningún músculo. “Es él”, dijo. Su voz ya no estaba apretada por la angustia que casi la había ahogado dos o tres veces durante las casi cinco horas de declaración en la quinta audiencia del juicio político contra Hooft. Una de ellas fue cuando, casi en un lamento, se preguntó por qué no había tenido el derecho de enterrar a su marido muerto, por qué sus hijos no podían saber dónde estaban los restos de su padre.
La primera vez que la voz se le hizo casi un hilo fue cuando recordó la visita de Hooft a la comisaría Cuarta de Mar del Plata. Allí había llegado después de pasar un mes y medio en La Cueva, una construcción semienterrada bajo el radar de la Base Aérea marplatense, y de escuchar morir a su marido a unos metros de ella. Ya no la torturaban pero estaba en una celda sin ventanas que tenía menos de dos metros cuadrados y una puerta de chapa con una mirilla. “Los presos comunes empezaron a gritar ahí viene el juez y le decían ´juez Hooft´. Hooft preguntaba quién estaba detrás de cada puerta y luego la abrían. La mia no la abrían nunca pero una de esas veces me animé, mire por la mirilla, lo vi a Hooft y a (Marcelino) Blaustein (inspector y tercero en la jerarquía de la comisaría) y le dije: Dr. Hooft soy la señora de Candeoloro. Le pedí que me ayudara pero me dio la espalda"
El ahogo no le llegó ahí sino cuando empezó a explicar qué significaba para ella la visita del magistrado, que había sido nombrado unos meses después del inicio de la última dictadura: “Era una esperanza, era alguien que podía salir afuera y llegar a decirle a mi familia que estaba viva”. Ahí mismo la voz pareció naufragar pero tomó aire y contó que ese episodio no fue gratuito: “Blaustein volvió poco después y me dijo, de una manera tajante que no había tenido hasta ahí, que si volvía a hablar con un juez me iban a trasladar. Y ahí me volvió a meter en La Cueva, mi mente volvió a ese lugar”.
En primera fila la escucharon atentamente dos de los hijos de Hooft, Bernardo y Lynette. Federico Hooft hijo estaba en la mesa de la defensa, acompañando de cerca a su padre y separado apenas por el abogado Hector Granillo Fernández. También estaba el ex intendente y senador massista Patricio Hogan, que se mantuvo muy cerca de la familia Hooft.
El que no estaba era el diputado bonaerense Guido Lorenzino Matta (Frente para la Victoria), que no fue ayer porque se demoró en una reunión con el gobernador Daniel Scioli y ya quedó fuera del proceso. Según la Ley 8085, debe participar de todas las audiencias para poder votar. “No llegaba antes de la una y llamé para avisar pero me dijeron que no me podían esperar. Ya me pasó en otros jury y este es un jury igual que cualquier otro. La importancia se la están dando los medios de comunicación”, explicó Lorenzino Matta ante una consulta de Infojus Noticias. Esa no pareció ser la visión del diputado Fernando “Chino” Navarro, dirigente del Movimiento Evita, que llegó junto a Miguel Funes y le pareció “rara” la ausencia de Lorenzino Matta.
Para Marta García la importancia de este jury es la posibilidad de abrir el cerrojo del juicio penal donde se investiga quiénes fueron loa responsables de la Noche de las Corbatas. En esa causa se intenta determinar si Hooft aportó una suerte de “zona liberada” judicial para ese mega operativo represivo que terminó con la vida de varios abogados laboralistas, entre los que se encontraban Candeloro, Norberto Centeno, Tomás Fresneda y su esposa, Mercedes Argañaraz, Hugo Alais y Salvador Arestin. Desde que se inició la causa penal, hace ocho años, Hooft se negó sistemáticamente a presentarse ante la Justicia Federal. Sus fueros de magistrado impiden que el juez Martín Bava lo haga comparecer por la fuerza pública.
Además de su declaración, Marta García aportó una serie de pruebas documentales producidas hace más de treinta años: el habeas corpus que presentó su suegro, Nicolás Candeloro, por ella y su esposo, la respuesta del Ejército diciéndole a Hooft que Candeoloro había sido “abatido” y recortes periodísticos de diarios de 1985 que señalaban que en ese año ella había presentado en el juicio a la Juntas Militares esos mismos documentos que marcan cuál fue el comportamiento de Hooft como magistrado. “Yo conocí el caso de otro juez que renunció cuando no pudo investigar pero yo nunca pensé en eso, pero sí que algún resquicio quedaba, que su obligación era saber qué había ocurrido con el cuerpo de mi marido para que tengamos el derecho de enterrarlo”, dijo en un hilo de voz.
Las preguntas de la defensa que encabezó Granillo Fernández y llegaron después de dos horas que Marta García estaba sentada ante el tribunal. Apuntaron a señalar los límites de acción que tenían los magistrados en medio de la ultima dictadura. Sin embargo, las últimas funcionaron como una pista de hielo para la defensa.
-¿En ese breve lapso de seis meses que pasó detenida…- preguntó Granillo Fernández.
-¡¿Breve?!- lo cortó, suave pero en seco, Marta García y completó: “Parecieron años”.
La otra pregunta resbalosa intentó mostrar los vínculos de Hooft con el movimiento de derechos humanos.
-¿Usted sabía que el doctor Hooft fue fundador de la APDH?
-No fue. Yo estuve cuando se creó la APDH de Mar del Plata y no fue.
Pasadas las tres de la tarde, después de casi cinco horas de declaración, la defensa de Hooft no tuvo más preguntas. La sala del primer piso del edificio de la Suprema Corte bonaerense empezó a vaciarse. Los primeros que salieron fueron los abogados de la acusación. Poco después salió la defensa y Lynette caminó abrazando a su padre. Alrededor de ellos iban los letrados y el resto de la familia. Pasaron a unos metros de Marta García, que se demoró abrazada a Susana Muñoz, viuda de Alais. Se agarró a un cigarrillo, bajó las escaleras, salió del edificio y se encontró con su hijo en la vereda. Lo abrazó y, ahí sí, lloró.