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Infojus Noticias

26-9-2015|11:03|Ayotzinapa Nacionales
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A un año de las desapariciones

Ayotzinapa: cuarenta y tres, un emblema global

Cecilia González, periodista y corresponsal mexicana en Argentina, analiza qué fue lo que cambió con el crimen de los estudiantes normalistas: el número y perfil de las víctimas, la presencia de periodistas y el hartazgo por el clima de violencia hicieron. Todo eso junto hizo que esa masacre no pasara inadvertida para el mundo.

  • Matias Sarlo
Por: Cecilia González

Unos jóvenes que estudiaban para ser maestros de los más pobres entre los pobres se convirtieron, sin quererlo, en el emblema de los desaparecidos en México, porque la trágica noche de Iguala le mostró al mundo el rostro que el país había escondido durante años: el de las fosas comunes, el de los muertos sin nombre, el de las masacres masivas, el de la impunidad.

Cuando los estudiantes de Ayotzinapa fueron emboscados, México ya acumulaba decenas de miles de desaparecidos, pero la indignación nacional no asomaba por ningún lado. La solidaridad internacional, menos.

La noche del 26 de septiembre de 2014 todo cambió. El número y perfil de las víctimas (jóvenes, pobres, futuros maestros rurales), la presencia de periodistas en la masacre, el hartazgo por el clima de violencia extrema en varias ciudades del país y las protestas inmediatas que estallaron en México permitieron que la desaparición de los 43 se convirtiera en una causa global.

Las marchas para denunciar las desapariciones, ahora sí, fueron masivas. Y no sólo en México. En decenas de países, miles de personas salieron a las calles para acompañar a los familiares en su demanda de aparición con vida de sus hijos. En todos los continentes se replicaron inesperadas y conmovedoras acciones de apoyo con los rostros de los estudiantes como protagonistas, plasmados en cartulinas, mantas y camisetas. Con el respaldo de organizaciones sociales, grupos de familiares lograron llevar su reclamo a Canadá, Estados Unidos, Bélgica, Noruega, Gran Bretaña, Suecia, Finlandia, Alemania, Austria, Italia, Suiza, Francia, España y Holanda. El mundo se enteró de que en México había desaparecidos, pero no había justicia. Que no eran sólo los 43. El gobierno reconocía 22 mil, pero diversas organizaciones elevaban la cifra a más de 30 mil desaparecidos en menos de ocho años.

El tramo sudamericano de la caravana internacional por los 43 incluyó Brasil, Uruguay y Argentina. Aquí, la reacción social fue especialmente simbólica, porque si hay un país que sabe muy bien qué son los desaparecidos, es Argentina. Los actos de solidaridad comenzaron hace un año y no dejan de sorprender, porque demuestran que la militancia por los derechos humanos no distingue fronteras. Las organizaciones tienen, además, una lección de resistencia y trabajo colectivo muy importante para compartir con los familiares de los desaparecidos mexicanos.

Diez días después de la masacre de Ayotzinapa, un puñado de jóvenes mexicanos que viven en Buenos Aires, en su mayoría estudiantes de posgrados, protestaron en la embajada de México pero se toparon con un inusual enrejado. “Del Río Bravo al Río de la Plata, tierra y libertad”, gritaron frente a la casona del barrio de Belgrano que en los años setenta refugió a perseguidos políticos. “Compañeros de Ayotzinapa, no están solos”, prometieron a través de una manta los jóvenes que se aglutinaron en la Asamblea de Mexicanos en Argentina y que han seguido protestando durante este año en todo tipo de actos públicos, con más o menos acompañamiento, así sean festivales de la comunidad mexicana o en la marcha del 24 de marzo en la Plaza de Mayo.

A ocho mil kilómetros de distancia, los lazos entre los dos países se fortalecieron de diversas maneras. En México, los familiares de los 43 advirtieron que sólo confiaban en el Equipo Argentino de Antropología Forense para identificar los cadáveres que aparecían en las fosas comunes. Y en Buenos Aires, una comisión de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas le entregó al embajador mexicano una carta en la que denunciaron que el gobierno de Enrique Peña Nieto incumplía la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada, que se estaban cometiendo crímenes de lesa humanidad.

En las calles, estudiantes universitarios marcharon con velas por los 43. Las Madres de Plaza de Mayo pidieron por ellos en la ronda de los jueves. Alzaron la voz personajes como Adolfo Pérez Esquivel y Estela de Carlotto, que en diciembre se reunió con familiares de los desaparecidos en México, cuando fue a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. La escritora Claudia Piñeiro se convirtió en una fervorosa activista de Ayotzinapa en las redes sociales. La revista La Garganta Poderosa organizó la campaña “#43razones para gritar” a la que se sumaron futbolistas de Boca, River, Racing, Independiente y San Lorenzo.

Las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora marcharon una tarde de mayo del Obelisco a la Cancillería, codo a codo y bajo la lluvia, con los padres de dos estudiantes desaparecidos y un joven sobreviviente de la masacre que formaron la comitiva de la Caravana 43 Sudamérica que recorrió Buenos Aires, Córdoba y Rosario para denunciar las violaciones a los derechos humanos en México en conferencias de prensa multitudinarias o auditorios universitarios colmados de estudiantes y profesores.

A lo largo de este año, en Buenos Aires, Mendoza, Tucumán, Mar del Plata, Salta, Córdoba y Rosario hubo charlas o debates, performances, exposiciones, bicicleteadas, marchas, veladas, festivales musicales o de cine para recordar a los 43. En la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que tuvo como invitada de honor a la Ciudad de México, el fotógrafo argentino Marcelo Brodsky mostró parte del proyecto que impulsó, con el apoyo de la organización de derechos humanos Action Visual, para que fotógrafos y artistas visuales tomaran retratos de colectivos en solidaridad con los familiares en diferentes países. La semana pasada, la exposición llegó a la Escuela Normal Rural donde estudiaban los jóvenes desaparecidos. Son más de 50 fotografías tomadas en Italia, Estados Unidos, Costa Rica, Paraguay, Uruguay, Alemania, Reino Unido, Japón, Colombia, Brasil, Francia, Canadá, Chile, Suiza, India, Perú, Finlandia, Noruega y Bangladesh.

En cada muestra de apoyo, queda la sensación de que el trágico pasado de Argentina puede servir para enfrentar el trágico presente de México, para que, así como ocurrió aquí después de décadas de lucha, las víctimas de las desapariciones tengan algún día el inmenso consuelo que produce la justicia.

CG/PW

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