María Laura Aráoz es la ex pareja de Miguel Angel Graffigna, el financista asesinado la semana pasada. A ella se la señaló como una de las sospechosas. Araoz eligió a Infojus Noticias para romper el silencio.
María Laura Aráoz llegó a la entrevista con pupilas que simulan turquesa y cejas rubias de fantasía. Es una de las últimas parejas de Miguel Angel Graffigna, el financista que apareció muerto la semana pasada arriba de un auto de lujo. La historia fue contada en estas páginas. A ella se la señaló como una de las sospechosas por el crimen. Acompañada por el padre y su abogado, desde el anónimato de un bar en el oeste del conurbano bonaerense, Araoz eligió hablar con Infojus Noticias para romper el silencio.
Su abogado, Andrés Mendoza se presentó en la fiscalía 35 de Capital Federal, que subroga María Paula Asaro, para ponerse a disposición de la justicia. Para advertir que, cuando lo consideren necesario, contará la historia de Graffigna y ella, María Laura Aráoz, del tomentoso romance que nació promediando el 2008 cuando Graffigna la vio bailar en uno de los cabarets más exclusivos de Buenos Aires. Una relación que terminó en agosto pasado –según cuenta ella- después de golpes y abusos.
“Su hija, T.”, dice Araoz, “me llamaba mamá. Yo, aún separados, seguía ocupándome de todo: llevándola al colegio, al dentista. Todo lo que podía hacer una mamá lo hacía yo. Como su familia se dedicaba a lo mismo que él se dedica, él no quería que la nena anduviera por esos lugares. Y me extorsionaba: me decía que no se me ocurriera conocer a nadie, porque yo me tenía que ocupar de T., y que si yo tenía otra pareja se lo iba a contar”.
-¿A qué se dedicaba Graffigna?
-Yo al principio no decía nada por miedo; él me amenazaba. Era un estafador. Obviamente, cuando él me decía que había gente que le quería hacer algo, o se corría el rumor en el ambiente de él, yo lo primero que le decía es que al menos si no era por mí, por su hija cortara con su trabajo.
-Por ejemplo…
-De armar empresas fantasmas, hasta comprar mercadería en Frávega y revenderla. A través de personas indigentes, que no saben leer ni escribir, que traía de Santa Fé o de donde sea, y armarles créditos bancarios. Él se presentaba como socio porque esas personas no sabían ni podían hablar con el gerente de un Banco. Y después no pagaba. Él no figuraba en nada. Lo hacía a través de interpósita persona. Que contrataba. ‘Vos te vas a llevar un porcentaje, firmá acá’. Vos convencido, estás sin trabajo, no tenés recursos para vivir, obviamente te ofrezco una suma de dinero y antes que nada. Después la recibía él y no les pagaba.
¿Eso te lo contaba él a vos?
-Sí. Mucha gente creía que él se llamaba igual que el hombre que cortaba el pasto, porque lo usaba como firmante. Se presentaba como un gerente, con otro nombre, y estafaba a los proveedores. Y era ahí cuando yo le decía que no nos exponga a mí ni a T. Que terminara con ese trabajo. Cuando él salió de la cárcel me dijo que iba a cambiar, que no iba a tener más vinculación con su familia, que nos íbamos a ir a vivir al campo. Pero cuando salió se siguió juntando con su abogado y socio, y fue peor.
-¿Manejaba mucho dinero?
-Sí, sí. Pero así como entraba se la gastaba en él. Porque después yo terminaba pagando el colegio de la nena, pidiéndoles prestado a mis viejos, a mis hermanas, a mis cuñados.
-Se dijo que en los últimos cuatro meses había movido cheques por alrededor de 800.000 pesos.
-Daban vueltas los cheques. Entraba y los sacaba. Hacía una calesita para hacer movimientos en la cuenta.
-¿Cómo era?
-Era un psicópata. Me alejaba de todo el mundo. Se enojaba porque no le daba la plata de mi trabajo, me revisaba y me sacaba las cosas de la cartera, me revisaba la ropa, y mi plata la utilizaba para su trabajo. Todo el último tiempo fue así: me hostigaba, me iba a buscar, me seguía. Cuando supe que existía una oficina de violencia de género lo denuncié.
-¿Te golpeaba?
-Claro. En mi trabajo todos sabían, porque me han visto los moretones. Soy bailarina, estoy medianamente desnuda, se ven todas las marcas, por más que las tape con maquillaje. Yo ya no hablaba con nadie. Tenía que cumplir horarios y los fines de semana no podía trabajar. Pero cuando empezaba a necesitar la plata me mandaba a él.
Las sospechas
A fines del año pasado, dos meses después de la separación, María Laura Aráoz volvió a la casa de Ramos Mejía donde habían convivido con Graffigna. Unos días más tarde, el financista –que no estaba en ese momento- la denunció por robo y privación ilegítima de la libertad de su última novia, una mujer que se hace llamar Carolina. El letrado Casorla Yalet dijo a los medios estos días que entraron con el padre, el hermano y otras tres personas armadas. Y que como Graffigna no estaba arremetió contra su nueva novia. Eso, según Casorla Yalet, era un motivo fundado para sospechar ahora de Aráoz. “De ninguna manera”, niega la bailarina. El padre, sentado a la mesa, jura que su arma era un bastón y muestra, como evidencia, el costurón de una cirugía que baja desde la rodilla por su tibia derecha. Andrés Mendoza, el abogado, hace el descargo denunciando una causa armada:
“Para que haya robo tiene que haber una violencia o fuerza en las cosas” asegura Mendoza. “Los peritos policiales dijeron que no habían forzado la puerta ni los cerrojos. Ella entró con las llaves. El día anterior le avisó a Miguel que iba a ir a buscar cosas que le habían quedado ahí. Cuando entró, estaba su actual pareja que se hace llamar Carolina, y se sorprendió. Había ido a buscar las cosas el padre y la persona que iba a hacer flete. Le dijo que se cuidara con quién se estaba metiendo. Ella le contestó que era la novia de Graffigna, y que él hace rato se había ido. Después la denunciaron por robo, cosa que no pasó porque ella retiró sus cosas: como ella te dijo, ropa y un mueble de algarrobo”.
-¿Cuáles son los testigos que sustentan la versión de Graffigna de que María Laura entró a su casa con hombres armados?
-Eso lo dice la denuncia, no testigos. Hay uno que dice que vio una camioneta que paró ahí. Le preguntan cuántas personas eran y dice ‘creo que tres, creo’. No se vieron armas, no se vio violencia, y fue de día. Un vecino dice que eran cuatro y no estaban armados y la mujer tampoco denuncia que había armas. Como la fiscalía no encontró pruebas, caratuló el expediente como violación de domicilio, un delito subsidiario.
María Laura escucha a su defensor y asiente en silencio.
-¿Te dolió su asesinato?
-Por supuesto. Por la nena.
-Por la vida que llevaba, ¿te sorprendió que hubiera gente que quisiera matarlo?
-No, si él me lo decía a mí. Lo llamaban para amenazarlo. Una vez le hablaron de la nena y yo le dije basta: y ahí se frenó un poco. Obviamente por T. Él se reía; decía ‘a mí no me va a pasar nada’.