Lo dijo el nieto recuperado Pablo Javier Gaona Miranda. Fue secuestrado junto a sus padres en mayo de 1978, cuando tenía un mes de vida. En el banquillo están sentados el matrimonio que lo anotó como hijo biológico y el entregador, primo de su apropiador.
Cuando entró a la sala de audiencia y se sentó frente a los jueces, el nieto recuperado Pablo Gaona Miranda no miró a los imputados. No eran extraños para él: los apropiadores Salvador Girbone y Haydée Ali Ahmed lo criaron por 35 años. En 2012, Pablo se hizo el examen de ADN y supo que era hijo de los militantes del ERP Ricardo Gaona Paiva y María Rosa Miranda. También estaba imputado el primo de su apropiador, Héctor Girbone, un militar que estuvo en las filas del Ejército hasta 2012, cuando lo imputaron por esta causa. “Por más que sea un proceso doloroso, creo que es necesario contar y estar acá. También lo hago por mis padres, que continúan desaparecidos”, les dijo Pablo a los jueces del Tribunal Oral Federal 5 de Comodoro Py, en la primera audiencia del juicio por apropiación.
“Desde que tengo uso de razón supe que era adoptado. En 2001 empecé a sospechar que podía ser hijo de desaparecidos, pero me lo guardé. Recién en 2008, en una discusión intrascendental con la mujer que me crio, le arrojé que me iba a ser el análisis de ADN”, le contó Pablo a los jueces Gabriel Nardiello, Oscar Hergott y Adriana Palliotti. "Recibir la noticia después de años de búsqueda fue sensacional, saber quiénes fueron mis padres, conocer a mis tíos, tías, primos, es la parte más linda. Obviamente recuperar la identidad de uno se trabaja día a día", expresó Gaona Miranda.
Al otro día de la discusión, la mujer lo sentó y llorando le pidió que no se haga el estudio porque ella y su marido podrían terminar presos. Y le mencionó al primo de su padre, Héctor Girbone, que era militar. Por la culpa, Pablo esperó y procesó sus sentimientos cuatro años, hasta que en 2012 se hizo los estudios de ADN y dieron positivo.
Desde el público, lo escuchaban atentos otros nietos recuperados que fueron a acompañarlo. Estaban Victoria Montenegro, Manuel Gonçálvez, Guillermo Roisinblit y Gonzalo Reggiardo Tolosa. Pablo contó que desde 2005 trabaja en Edenor y que desde que recuperó su identidad milita en la agrupación kirchnerista Kolina.
La abuela paterna del nieto, Justa Paiva.
El primero en declarar fue el apropiador Salvador Girbone, de 81 años. Entró con una campera color verde militar y anteojos finitos. “Yo deseaba tener un hijo y se lo comenté a mi padre, que se lo contó a su hermano”, empezó la declaración del imputado. Contó que a mediados de 1978, él y su mujer ya tenían dos nenas que habían “traído” de Misiones años antes. “Mi tío me había dicho que había una mujer en San Martín, donde él vivía, que tenía un bebé y no lo podía cuidar”.
El 14 de julio de 1978, Girbone fue con su mujer hasta la casa de su tío, Ángel Girbone. El hombre –ya fallecido- se dedicaba a vender garrafas y tenía un hijo, Héctor, trabajando en el Ejército. “Mi mujer se quedó en la casa de mi tío con las nenas y yo fui con él a buscar al bebé hasta una casa a cinco cuadras del centro de San Martín. Estaba enfermito, tosía mucho. Decidimos quedárnoslo, pero antes le pedí a mi tío que me consiguiera los papeles, sino lo devolvía”, dijo Salvador Girbone, mirando a ninguna parte.
El 22 de julio, el niño fue anotado como Leandro Daniel Girbone en el Registro Civil de Virreyes. “Mi error fue anotarlo con mi nombre”, le dijo a los jueces. El certificado de nacimiento lo había firmado el médico militar Ricardo Nicolás Lederer. El documento tenía su firma y decía que el niño había nacido en un hospital de Virreyes. Lederer había trabajado con Héctor en la provincia de Salta.
Otra nieta restituida, Victoria Montenegro.
El bautismo se hizo a las pocas semanas de la entrega y el padrino del niño fue Héctor. Hasta la adolescencia, los apropiadores le dijeron al niño que había nacido en Misiones, como sus hermanas. “Tonterías que uno dice”, se excusó Ahmed ante el fiscal Guillermo Friele. La mujer declaró después de su marido y habló rápido, sin pausa y excusándose: “Nadie me dijo que hacía algo malo. Créanme, sino no lo hubiera hecho. Soy inocente”, dijo.
“Desde el principio le dijimos a los tres chicos que eran hijos del corazón”, sostuvo la mujer. Lo mismo había dicho su marido, que agregó: “Siempre fuimos con la verdad relativa”, lo que despertó carcajadas en el público. Ambos sostuvieron que apoyaron a Pablo cuando se enteraron de los resultados de ADN. Y Ahmed dijo que ella sabía que Pablo iba a hacerse el análisis de ADN y que estaba de acuerdo.
“Pablo era mi consentido, hasta los 35 años vivió con nosotros. Todavía viene los fines de semana y le preparo milanesas, que a él le gusta. Se queda a mirar fútbol y después se lleva la viandita. Después de los resultados de ADN, Pablo nos dijo que nunca nos iba a dejar. Ahora celebramos su cumpleaños el 13 de abril, su fecha verdadera de nacimiento”, le dijo a la querella.
El último imputado en declarar fue Héctor Girbone, el hijo de Ángel y primo de Salvador. Dijo que trabajó en el Ejército hasta 2012, año que es imputado por esta causa, y que ahora está detenido, con prisión preventiva. Durante 20 minutos se explayó sobre su trayectoria militar y tareas que realizó en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo. “No tuve absolutamente nada que ver con la obtención de Leandro. Ni a mí ni a mi padre se nos hubiera ocurrido agarrar a un chico que tenía familia”, les dijo a los jueces. También contó que cuando se enteró del certificado trucho se lo reprochó a su padre. “Yo sabía que nos iba a traer consecuencias legales”, dijo.
El militar cuestionó la existencia del plan sistemático de robo de bebés por la “inexistencia de documentos” y dijo que durante la dictadura no se hablaba de eso. “¿Y después?”, le gritó el nieto recuperado Guillermo Pérez Roisinblit. “Nunca sospeché que podía ser hijo de desaparecidos. De haber sospechado que era hijo de desaparecidos, hubiera sido el primero en decirle que se haga el ADN”, le respondió a la querella.
Los padres de Pablo
En mayo de 1978, Ricardo Gaona Paiva tenía 21 años y María Rosa Miranda 28. Eran militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en la zona de Villa Martellí, pero vivían en Barrio Norte. A un mes de ser padres, el 14 de mayo de 1978, los secuestraron después de una visita familiar en Villa Martelli. Nadie los vio y nada se supo de ellos.
La última en declarar fue la abuela paterna de Pablo, Justa Paiva. Dijo que buscó a su hijo y a su nuera por todos lados y que hasta estuvo presa en una comisaría. “Mi hijo no era chorro ni asesino, tenía ideas”. Con emoción contó cuando reencontró con su nieto y asintió cuando le preguntaron si a Pablo lo veía parecido a su hijo. “Yo no sabía si mi nieto estaba vivo o muerto. Ahora está. Estoy contenta”, dijo, con la voz contenida.