Lo dijo Lorena Pizarro, de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Chile. Se refirió a la muerte de Manuel Contreras, ex jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, el área que manejó durante 17 años y que el principal herramienta del aparato represivo de la dictadura pinochetista. Fue, además, una pieza clave en la creación del Plan Cóndor.
Cercado por la justicia, y por diferentes enfermedades, murió a los 86 años el hombre que durante 17 años manejó la red de espionaje más amplia y nutrida de América Latina. Manuel Contreras, ex jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DINA) de Chile, cumplía una condena de 529 años de cárcel en Punta Peuco, un presidio construido en las afueras de Santiago para encerrar a militares condenados por crímenes de lesa humanidad. “Provoca frustración porque, finalmente, Contreras murió en una impunidad impresentable”, dijo Lorena Pizarro, la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), después de que trascendiera la noticia de su muerte. “El dolor que vivió Chile no se desaparece porque muera el jefe del aparato represivo de Pinochet. Necesitamos garantizar que este tipo de hechos no se vuelvan a repetir”, concluyó la dirigente en una entrevista a la televisión chilena.
El 28 de julio pasado, a causa de sus enfermedades avanzadas, Contreras había sido trasladado desde el penal hasta el hospital Militar, en las afueras de Santiago de Chile. El viernes murió allí el hombre que fue una pieza clave en la creación del Plan Cóndor —la coordinación de las dictaduras militares de América del Sur para perseguir borrando las fronteras nacionales a opositores políticos—, y se vanagloriaba de haber manejado una vasta red de 50.000 informantes en Chile y en el exterior. Luego de ser condenado por numerosas masacres en los tribunales de su país, se fue sin mostrar ni una señal de arrepentimiento: desde el 11 de septiembre de 1973 hasta 1990, se calcula que la dictadura militar chilena torturó y desapareció a 38.000 personas, según informes oficiales elaborados en democracia.
La primera vez que el mentor de la policía secreta traspuso las rejas fue en octubre de 1995, después de que un tribunal lo condenara a siete años de cárcel como autor intelectual del asesinato del ministro de Relaciones Exteriores de Salvador Allende, Orlando Letelier, el 21 de septiembre de 1976. Al funcionario lo mataron con una bomba que había sido colocada debajo de su auto, y que había sido activada por control remoto por un agente de la CIA, Michael Townley. Cuando lo fueron a detener, Contreras se atrincheró en una finca del sur del país. El propio Pinochet lo llamó por teléfono y le aconsejó entregarse. Desde mucho tiempo atrás, Contreras consideraba que su jefe había abandonado a quienes hicieron el trabajo sucio de la represión. En 1997, aseguró que el ex dictador era el verdadero capo de la DINA.
La presidenta y su torturador
Hubo un silencio de 10 años hasta que esa fisura en los altos mandos de la represión trasandina se volvió una grieta inocultable. El 18 de noviembre de 2005, en una sesión histórica que se llevó a cabo en la Casa Militar del Ejército, en la precordillera de Santiago, Pinochet y el jefe de su policía secreta confrontaron en un estrado judicial. El juez Víctor Montiglio investigaba la responsabilidad de la dupla castrense en la tortura y desaparición de 119 opositores en la llamada Operación Colombo. Contreras, furioso porque su ex jefe negaba la relación de confianza mutua —llegó a decir que Contreras no estaba bajo su mando—, pidió el careo.
“No es cierto, y si fuese cierto, no me acuerdo. A Contreras le gustaba tener engatusado, envuelto al jefe, para poder meter sus cosas", respondió Pinochet cuando Montiglio le preguntó por órdenes impartidas a Contreras para matar a disidentes políticos. "Muchas veces había que sacarle con tirabuzón la información, porque no decía nada o mentía. Pero de lo cual no me acuerdo", dijo sin titubeos Pinochet.
En octubre de 2013, cuando aspiraba a una segunda presidencia, Michelle Bachelet reveló en una entrevista al canal de televisión CNN Chile, que había sido torturada por el jefe de la DINA en su paso por el centro de reclusión Villa Grimaldi, por donde habían pasado 4.500 personas, 18 asesinadas y 211 desaparecidas. “Él me interrogó personalmente”, dijo Bachelet, después de que Contreras dijera públicamente –la última vez que dio un reportaje- que la actual presidente chilena y su madre nunca habían estado en Villa Grimaldi. En esa entrevista, también dijo con particular cinismo que la DINA no estuvo envuelta en torturas.
“Se murió en su ley, desgraciadamente. Espero que los militares que están en su misma condición sientan el repudio que generan actualmente en la sociedad chilena”, concluyó el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier. Contreras tenía un horizonte plagado de pleitos judiciales: tenía otros 59 procesos pendientes.
LB/RA