Lo dijo el policía Sebastián Velázquez, jefe turno de la comisaría 4ta. que intervino en el hecho. También testimoniaron otros miembros de la Bonaerense que entraron por primera vez en el departamento en el que encontraron a las cuatro víctimas. Vieron un reguero de sangre en la puerta y escucharon un gemido de un perro. El juicio sigue mañana.
El testigo perfecto del cuádruple crimen de La Plata, según los testigos de la audiencia de hoy, fue un perrito. Así lo dijeron los policías que entraron por primera vez en el departamento número 5 de la calle 28 número 467 de La Plata. Vieron un reguero de sangre en la puerta y escucharon un gemido de un perro, que los miró con ojos asustados y tristes desde la cocina. Allí había dos cuerpos: el de Susana De Barrtole y el de Marisol Pereyra. A unos metros, yacía el de Bárbara Santos, que estaba desnuda porque había sido acuchillada en la ducha y arrastrada hasta el living. Y en una de las habitaciones, estaba el de su hija Micaela Galle, que fue asesinada cuando miraba dibujitos animados en su televisor.
Esa fue la escena del crimen que describieron los policías que entraron por primera vez al domicilio en la mañana del 27 de noviembre de 2011. Encontraron, al menos, la huella de una pisada con sangre –que sería de un hombre con calzado 40 a 42- en el largo pasillo que conducía hacia el departamento, ubicado en el fondo del edificio. Por el cuádruple crimen están imputados Osvaldo "El Karateca Martínez" y Javier "La Hiena” Quiroga. Ambos están siendo juzgados por las muertes de Bárbara Santos, de 29 años; su madre Susana De Barttole, de 63 años; su hija, Micaela Galle, de 11; y su amiga Marisol Pereyra, de 38. Las mujeres fueron encontradas asesinadas a golpes y cuchilladas. El hecho ocurrió el 26 de noviembre de 2011 y es conocido como "La Masacre del barrio La Loma", y a opinión de cada una de las partes, es "histórico".
Ayer, el fiscal Álvaro Garganta anticipó que el proceso demostrará cómo es que “El Karateca” y “La Hiena” planearon el asesinato. Ésa es su hipótesis: que hubo una "coautoría homicidio" en el cuádruple crimen. En ese sentido, el principal dilema del juicio será despejar un interrogante esencial: ¿Por qué mataron a las cuatro mujeres? ¿El móvil fue uno sólo o fueron varios? ¿Hubo un motivo sentimental, de venganza, de robo?
Al arribar al lugar, los policías hallaron en el living el cuerpo de Santos, quien estaba desnuda ya que había sido sorprendida por su asesino cuando se duchaba. Su cuerpo recibió más de 40 golpes. En la cocina, fueron hallados los cadáveres de Pereyra y De Barttole, mientras que la niña fue encontrada asesinada en uno de los dormitorios, sobre una cama de dos plazas. En una de las manos de la nena había un celular, con el que ella intentó hacer al menos dos llamadas a familiares pidiendo auxilio. Los vecinos que llamaron a la Policía contaron luego que la noche del 26 de noviembre habían oído "gritos de mujer" pero pensaron que "habrían encontrado una laucha y la estarían tratando de cazar" ya que días antes habían visto ratas en el lugar.
Martínez -ex pareja de Bárbara Santos-, de 30 años, llegó al juicio en libertad, mientras que Quiroga, de 35 -quien había realizado unos trabajos de albañilería en la vivienda donde ocurrió el hecho y conocía a sus moradores- se encuentra actualmente detenido en la Unidad 9 de La Plata.
“Había un caos como si las víctimas se hubieran tratado de defender"
Desde las 9 de la mañana, declararon los policías Sebastián Velázquez, Nahuel Iddig y Víctor Pereyra. El primero era el jefe de turno de la comisaría 4ta, que tomó conocimiento del hecho el domingo 27 cerca de las siete de la mañana -el crimen se habría cometido alrededor de las nueve de la noche anterior- cuando un vecino llamó al 911, alertado por haber encontrado la puerta "semiabierta" del departamento de las víctimas y una manchas de sangre en el pasillo. Una vez en el lugar, Velázquez se encargó de perimetrar el lugar y llegó hasta la entrada del departamento, pero no entró: sólo vio un cuerpo y un “caos de cosas revueltas” desde la puerta. Hoy dijo que "nunca vio un hecho similar a éste en mi carrera, no podía salirme del asombro por la cantidad de sangre que había en el lugar". Y agregó: "No parecía un robo, sino que había un caos como si las víctimas se hubieran tratado de defender".
Por otra parte, los oficiales Pereyra e Iddig estaban patrullando la zona cuando fueron comunicados de la llamada del vecino. Fueron hasta el lugar, les abrió una vecina con llave, pasaron por el pasillo, donde vieron manchas de sangre y unas huellas, y llegaron hasta el departamento, que estaba ubicado al fondo del edificio. Allí se encontraron con el vecino que hizo la denuncia, quien les comentó que la noche anterior escuchó el sonido "de un vaso roto", además de una especie de "zapateos" y pasos como si alguien estuviera corriendo unos muebles. Entonces, se imaginó que las mujeres que habitaban el departamento estarían matando unas ratas, ya que días antes las había visto preocupadas por la presencia de los roedores.
Pereyra fue el que dio unos pasos hacia dentro del departamento, vio un cuerpo desnudo boca abajo, al que supuso sin vida, un palo de amasar chico "ensangrentado y con pelos" arriba de un modular y sillas revueltas. Detalló la escena "como si hubiera existido una pelea". Ambos dijeron haber visto un perro, que gemía en la cocina, cerca de otro cuerpo. Ambos, también, dijeron que dieron aviso a sus jefes y que prefieron no entrar al departamento para "preservar el lugar" y que había abundante sangre en la puerta de entrada.
A su turno, declaró José Robledo, jefe de los policías que lo antecedieron en el juicio. Fue el único de todos ellos que recorrió el departamento por dentro. “Lo primero que vi fue una mancha de sangre alrededor de un cuerpo que estaba desnudo, en el living. Era una mancha como de arrastre, que evidenciaba algún tipo de esfuerzo o de lucha”, dijo, en referencia a cómo encontró el cadáver de Bárbara. Según lo que demostraron las pericias, Bárbara habría luchado unos minutos con su (s) asesino (s): en sus uñas le encontraron ADN de Quiroga, en clara señal de que había dado una feroz resistencia. El bidet del baño, en efecto, estaba rajado: le faltaba un pedazo.
Una tele encendida, con dibujos animados
Robledo agregó que encontró a Micaela “boca arriba en un somier” de su habitación, “con su celular en una de sus manos”. La televisión de su pieza estaba encendida en un canal de dibujos animados. El tribunal, a pedido de las partes, le exhibió el palo de amasar ensangrentado y repleto de pelos y los cuchillos de cocina: las armas con que se asesinó a las cuatros mujeres. Tanto como los otros policías, no dudó en reconocerlos. Y dio dos datos más: que la señora que les abrió la puerta del pasillo les confió que esa puerta “siempre estaba cerrada con llave” –por lo que dio a entender que cualquiera que ingresó a la propiedad debió tener una copia de la misma o alguien de confianza que le abrió- y que la única habitación donde encontró estantes de ropa tiradas por el suelo fue el de Susana.
Un policía llamado Gabriel Blanco, que participó del acta de procedimiento con sus otros compañeros, pidió si alguien le podía prestar unos anteojos de lectura porque no podía reconocer su firma en el expediente. Toda la sala sonrió por un instante: una señora del público acercó un par de lentes que le dificultó aún más la vista. Todos rieron, menos “El Karateca” y “La Hiena”, que nunca dejaron de estar serios, con el gesto adusto. “La Hiena”, además, volvió a dormirse en la audiencia sin hacerse ningún tipo de problema.
La jornada cerró con la declaración del periodista Fernando Tocho, quien refirió un encuentro que tuvo con el testigo Fabián Lencina. Tocho está por publicar un libro sobre el caso. Fue un momento tenso, que propició un duro cruce entre el defensor Julio Beley y el fiscal Garganta. Tocho aclaró que Lencina le confesó “que le quisieron quemar la casa después de su testimonio ante el fiscal” y “que tenía miedo” que le pasara algo. Lencina es un disc jockey que habría pasado con su auto por la calle del barrio La Loma en las horas del crimen. Según dijo en la etapa de instrucción al fiscal en dos oportunidades, frenó su auto porque había visto dos autos estacionados a 45 grados y un par de hombres en situación sospechosa “como si estuvieran robando”. Este hecho habría ocurrido en la puerta del departamento del cuádruple crimen. Lencina declararía en los próximos días ante el tribunal.
El juicio continuará mañana a las 9 con el testimonio de agentes de la policía científica, que aportarán pericias clave. Se espera un largo proceso, en un debate que tiene aristas de cierta complejidad. Por su dimensión trágica, por su lista de casi 200 testigos y por una razón principal: los jueces Ernesto Domenech, Andrés Vitali y Santiago Paolini, del TOC Nº 3, estarán a cargo de analizar e interpretar cómo fue que cuatro mujeres fueron salvajemente asesinadas en su departamento con golpes de palos de amasar y a cuchillazos.