Lo dijo Lohana Berkins, otra referentes de la lucha por los derechos de las trans. La noticia del asesinato de Diana Sacayán conmovió a todo el colectivo LGBT. “Fue una persona muy querida y una mujer a la que le costó la vida siempre”, contó Pablo Pimentel, de la APDH-La Matanza. “Fue una tremenda luchadora”, aportó Flavia Massenzio, titular de la Defensoría LGBT. La historia de una luchadora que no aceptaba la palabra “imposible”.
A Diana Sacayán la sonrisa le ocupaba toda la cara. Travesti, descendiente de diaguitas, conurbana, militante por los derechos humanos y la igualdad. La noticia de su asesinato hoy conmovió a todos. Era una militante que le ponía, literalmente, el cuerpo a todas las batallas. El pelo largo negro y la mirada profunda, Diana le metía humor a la adversidad. Jugando con las palabras, fundó MAL (Movimiento Antidiscriminatorio por la Liberación) y se convirtió en una activista referente del colectivo LGBTIQ. El último 3 de junio estuvo en la histórica movilización Ni Una Menos en el Congreso y levantó un cartel con esa sonrisa irreverente que tenía: “Basta de travesticidios”.
Había nacido hace 39 años en Tucumán. Cuando era una bebé de nueve meses, sus padres migraron hasta Buenos Aires y se instalaron en el oeste de la provincia. Diana se crio y creció donde vive más de un tercio de los matanceros, en Gregorio de Laferrère. Cuando tenía 17 años asumió su identidad de género y, como muchas trans, la exclusión la empujó a prostituirse por más de una década. Conoció la violencia institucional y, con ella, la oscuridad de los calabozos del conurbano.
Pablo Pimentel, titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza (APDH), la vio por primera vez en una comisaría en la última localidad del distrito más grande del país, 20 de junio, al fondo de La Matanza. Fue a principios de la década del ‘90. Diana había sido detenida junto a otras travestis en situación de prostitución. “Se negaban a trabajar para la policía y por eso las llevaban”, recordó a Infojus Noticias. La última vez que la vio fue hace cinco meses en el Congreso. “Todavía no caigo del asombro, la tristeza. Diana fue una persona muy querida y una mujer a la que le costó la vida siempre. Nos acompañaba como organización en todas. Nunca faltaba”, dijo Pimentel.
En esa época, Diana también se encontró con Lohana Berkins, otra de las referentes de la lucha por los derechos del colectivo. Se cruzaron cuando estaban del otro lado de la reja en la comisaría 50. “Ahí ya empezamos a hablar de lo que podíamos hacer”, dijo Berkins a Infojus Noticias. Esta mañana la llamaron para avisarle que la puerta del departamento de su amiga estaba entreabierta. Lohana lo supo de inmediato: le había pasado algo. “Es que vivimos de acuerdo a la precariedad de nuestras vidas. Diana escribió un capítulo más en el prólogo de la vida de las travas”, explicó.
“Diana tenía muchas ganas de vivir. Por eso decimos que fue un travesticidio. No hay otra razón por la que ella haya muerto. Es el odio que la sociedad siente por nosotras, abonado por algunos candidatos y los fundamentalismos religiosos. Falta mucho por cambiar”, dijo Lohana, que hoy es directora de la oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual del Observatorio de Género de la Justicia porteña. Ella quiere recordar a su compañera insolente, prepotente, con rabia por lo vivido pero con la alegría que la caracterizaba. “A pesar de lo que dice la Iglesia católica de nosotras, le vamos a dar cristiana sepultura”, contó.
Diana era periodista. Antes de que se sancionara la ley de Identidad de Género, la comunicadora Mariana Moyano le entregó su carnet de periodista con su nombre autopercibido. Ella la había elegido para eso. "Me emocioné mucho cuando me invitó porque siempre había elogiado mi trabajo. Me honró mucho", recordó a Infojus Noticias. Moyano recuerda de Diana su sonrisa, sus abrazos, su alegría. "Era una batalladora que en la prehistoria de los derechos logró que sacaran los edictos policiales porteños", reconoció. "Diana quería demostrarle a las chicas trans que podían tener otra oportunidad", explicó. Y agregó: "Es increíble que le haya pasado esto a ella".
Una militancia incansable
Desde el oeste del conurbano, Diana con MAL empezó a traccionar por derechos cuando la Ley de Identidad de Género y el Matrimonio Igualitario eran un deseo imposible. En 2007, MAL logró que el Ministerio de Salud bonaerense emitiera una resolución para que en los hospitales a las personas travestis o transexuales se les respete la identidad autopercibida. Dos años después, mediante un proyecto de la Cámara de Diputados bonaerense, MAL intentó trasladar la misma idea a los establecimientos educativos.
Trabajó en el equipo de Diversidad Sexual del Instituto contra la Discriminación (INADI) y colaboró en dos medios gráficos: la revista El Teje y el suplemento Soy, de Página/12. Como activista, también fue representante trans para el Cono Sur de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays y Bisexuales (ILGA)
Diana recibió en 2012 su DNI de la mano de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La imagen quedó inmortalizada en una foto que desborda alegría de ambas protagonistas. Ese mismo año, Diana se convirtió en la primera candidata a la Defensoría del Pueblo. Lo hizo en su territorio y tuvo varios avales de legisladores y referentes. Su pliego fue apoyado por Harispe, la diputada provincial Karina Nazabal, los Vecinos Autoconvocados de González Catán, la ONG Tierra Fértil, Jóvenes por la Diversidad, la Asociación Boliviana de Gregorio de Laferrère y el movimiento social 26 de Julio, entre otros.
El último logro de Diana fue en septiembre: consiguió que la Legislatura bonaerense sancionara la ley de cupo laboral trans. La legislación creóen el sector público de la provincia un cupo mínimo, de al menos un uno por ciento de los empleos, para el colectivo de travestis, trans y transgénero. “Debería llamarse Ley Diana Sacayán”, propuso Pimentel.
Un mes antes de que saliera el cupo, Diana ya estaba exultante, feliz. Había logrado que se inaugurara un consultorio integral e inclusivo de la diversidad sexual en su querida Matanza. El objetivo fue instalar un servicio de salud inclusivo en el Policlínico de San Justo, capacitar al equipo de salud en temas vinculados a la atención de la salud, derechos humanos, hormonización, entre otras cuestiones. El consultorio había sido una propuesta de MAL y el MISER (Movimiento de Integración Sexual Étnica y Religiosa), la Secretaría de Salud del partido de La Matanza, el programa de sida de la municipalidad y el Policlínico de San Justo.
“Fue una tremenda luchadora. En su territorio, La Matanza, no hay compañera que no la nombre. Las compañeras trans tienen estas muertes tan horrorosas que tienen que ver con la marginalidad a la que son empujadas”, dijo a Infojus Noticias Flavia Massenzio, titular de la Defensoría de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales.
Quienes la conocieron resaltan la fuerza de Diana para todo lo que encaraba. "Nosotros, a lo largo de la militancia, hemos tenido muchas diferencias con Diana. Tenía una polenta muy importante. El movimiento LGBT pierde una activista importante. Se la jugaba por lo que creía. Era una activista que realmente puso el cuerpo y su vida en esto para que el colectivo tuviera una mejor calidad de vida", dijo a Infojus Noticias Esteban Paulón, presidente de la Federación Argentina LGBT (FALGBT).
Una bandera por “Travajo”
A Diego Lucena lo mataron a la salida de un boliche de Isidro Casanova, en 2004. Desde un primer momento sus familiares denunciaron a la policía como responsable de la muerte del joven. En las primeras movilizaciones a los Tribunales matanceros, Diana estuvo presente. “No lo podemos creer. Estamos impactados. Diana acompañaba todas las luchas”, dijo a Infojus Noticias Sergio, hermano del joven fallecido hace once años.
En los últimos años, Diana había sufrido dos ataques que llegó a denunciar. La última, en agosto pasado, con la Policía Metropolitana: había contado que tras ser agredida por un hombre en la calle, llegó la Policía y se la llevaron presa junto a otro activista. Fue cuando viajaba a La Plata para estar presente en el tratamiento de la ley de cupo trans. La maltrataron, amenazaron y denunciaron por resistencia a la autoridad con lesiones. Una semana después, la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN) denunció a la policía de la Ciudad de Buenos Aires por la agresión
La agresión anterior había ocurrido en agosto de 2013. Diana contó que un hombre “blanco, alto” le destrozó la cara a golpes en la estación Laferrére. Y agregó que esa noche cuatro gendarmes vigilaban la zona y detuvieron al agresor, pero terminaron por dejarlo ir. “¡Miren lo que me hizo!”, les gritó con la cara ensangrentada y los agentes de seguridad terminaron por golpearla en las costillas. Solo logró frenar la nueva golpiza, cuando les dijo que trabajaba en el Ministerio de Justicia. Ahí le dijeron: “¡Corré!”.
“Eso hice: corrí. Estoy acostumbrada”, dijo. Fue hasta la comisaría 1ª donde quiso hacer la denuncia pero no se la tomaron. “Andá el lunes a la fiscalía”, le dijo el comisario y dispuso que un patrullero la llevara hasta el Hospital Germani. “Acóstate, muchachote”, le dijeron quienes la atendieron en el hospital. “Imagínate cómo me sentía. Ni la anestesia me tomó”, lamentó.
Este fin de semana, Diana iba a viajar al XXX Encuentro Nacional de Mujeres, que se hizo en Mar del Plata. Había preparado una bandera donde escribió, junto a otras militantes, la palabra “Travajo”. Una de las luchas que la obsesionaba: que las travestis pudieran acceder a un trabajo digno. Cuando sus amigas no la vieron en la ciudad balnearia, pensaron que se había colgado, "que se había quedado en un 'teje' amoroso con algún 'chongo'”, como contó una amiga. Nunca imaginaron la tragedia.
MFA/RA