A Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa se lo conocía como “El Teniente Vaca”. En su confesión, el marino condenado Adolfo Scilingo lo acusó de tripular los vuelos de la muerte y de integrar el Grupo de Tareas 3.3.2. Este lunes será indagado durante las jornadas finales del tercer juicio por los crímenes ocurridos en el centro clandestino de la Armada.
Corría el año 1977. Todas las mañanas, Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa llegaba de riguroso traje al juzgado de Menores Nº 9 del juez Oscar Hermelo, al que apodaban el “Cosaco”, se sentaba al escritorio y se ponía a leer expedientes. A la salida de Tribunales, el promisorio abogado tenía otro plan: irse a almorzar a la ESMA. Lo esperaba su entrañable amigo, el capitán Jorge Acosta, jefe de inteligencia de la patota más temible de la Marina de Guerra. Sin embargo, la visita se extendía algo más del almuerzo. Mañana será indagado en el juicio oral por cientos de secuestros, torturas y asesinatos. Y por una acusación adicional: haber tripulado dos vuelos de la muerte.
Torres de Tolosa contó ante la justicia que en la Escuela de Mecánica de la Armada “se comía muy bien”, y que en esas tertulias, el “Tigre” le preguntaba “qué decía la gente afuera y yo le contestaba que la gente estaba tranquila, que no tenía idea de la guerra”. Y que por recomendación de Acosta, trabajó durante un tiempo en la Cancillería. La investigación de la justicia federal, en cambio, concluyó que sus nexos con la Esma excedían en largo la degustación culinaria. No sólo porque conocía de la facultad al hijo de su jefe el juez Oscar Hermelo, que se llamaba igual que su padre y que por su propia recomendación terminaría trabajando en el área de Talleres. Sino porque en su célebre confesión del año 1995, -en la justicia española y ante el periodista Horacio Vertbisky- el capitán de corbeta (ya condenado) Adolfo Scilingo, dijo que encarnaba al “Teniente Vaca” en las sombras de la Esma, y lo acusó del triste privilegio de haber sido “el único civil que participaba de los vuelos de la muerte”.
Pilotos de la Esma
La justicia federal que investigó los vuelos de la muerte, concluyó que la Escuela de Mecánica de la Armada no tenía aviones propios y que requería a la aviación naval no sólo las naves, sino también los pilotos. Durante la instrucción, se revisaron 2758 planillas de vuelo de los aviones Shorts CS-7 Skyvan de Prefectura durante 1976, 1977, y 1978.
Después de hacer una selección a través de varios ítems -fecha, hora y lugar de despegue y aterrizaje, nombre del piloto, copilotos y los auxiliares a bordo, duración y cantidad de aterrizajes, motivo del vuelo- quedaron once vuelos anómalos en los tres años. Uno de esos estaba fechado el 14 de diciembre, el día en que las monjas francesas y la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor fueron trasladadas de la Esma. Es el vuelo PA-51, que decoló de Aeroparque a las 21.30 sin pasajeros, y volvió a las 0.40, luego de tres horas y veinte minutos de vuelo. No sólo era un tiempo razonable con la velocidad crucero de los Skyvan (311 km/h), sino que su finalidad decía algo que no se repite en ningún otro: navegación nocturna. Enrique De Saint George, Mario Arru y Alejandro D’Agostino fueron procesados por ser parte de la tripulación del vuelo del 14 de diciembre, y por otros, al igual que el ex suboficial Ricardo Ormello.
Si bien al Teniente Vaca no se lo pudo imputar por ningún vuelo en particular, en su declaración de la causa judicial de España que instruía el juez Baltasar Garzón, Scilingo dio otros detalles. Reveló que Torres de Tolosa llevaba los secuestrados adormecidos hasta el avión y los desvestía antes de que fueran arrojados al mar. Y que integraba en múltiples roles la patota de la Esma. Torres de Tolosa acusó al marino de “alcohólico y cobarde”, y opuso como argumento de la imposibilidad de haber participado de los vuelos su “hematofobia”, una enfermedad que produce fobia a la sangre.
El juez español Baltazar Garzón llegó a encarcelarlo durante un día, en 1998, pero no consiguió que la justicia argentina lo extraditara. Cuando fue el juicio oral en España, Scilingo se retractó. Pero la justicia consideró que lo hacía para mejorar su propia situación judicial, y que lo que había contado durante la instrucción de la causa era certero. Tuvieron que pasar siete años más para que un fiscal argentino, Eduardo Taiano, lo imputara, y otros seis para que el juez Sergio Torres, por su vinculación “al accionar del grupo de tareas que operaba en el centro clandestino de detención”, lo detuviera. Esa detención se vio agravada porque en aquél momento era funcionario público: durante las mañanas, de riguroso traje, trabajaba en el juzgado de Menores Nº 9 del juez Oscar Hermelo.
Los días siguientes a su detención del 10 de mayo de 2011, este cronista se comunicó a su casa. La esposa del “Teniente Vaca”, al otro lado de la línea, dijo que “Scilingo abre un ventilador de cualquier cosa y esto es lo que tenemos”. Dijo que la primera esposa de Torres de Tolosa se había criado con la esposa de Acosta. “Lo que Scilingo nos hizo es un agujero”, completó.
En julio de 2011, por un fallo de la Cámara de Apelaciones, el cambió la cárcel por un arresto domiciliario en su casa de Belgrano, por su estado de salud. En su defensa, Torres de Tolosa dijo que quienes lo habían reconocido lo confundían con Álvaro Torres de Tolosa, su hermano, que era segundo comandante auditor de la Gendarmería y participaba d los Consejos de Guerra del Primer Cuerpo del Ejército. Y dijo que su hermano, casualmente muerto, le había contado que participaba de “operaciones secretas”. Sin embargo, sería Gonzalo y no Álvaro, entre los hermanos Torres de Tolosa, quien terminaría condecorado por el Almirante Eduardo Massera por su “esfuerzo y abnegación” en “operaciones reales de combate”.
El abogado del Diablo
Mientras gozaba de su libertad por las leyes de impunidad que regían en el país, Torres de Tolosa se dedicó a ejercer con estilo singular la defensa propia y la de sus camaradas de armas. En su curiosa página web, actualizada sólo hasta 2001, podían leerse hasta hace un tiempo algunas piezas antológicas del derecho penal. En septiembre de 2000, por ejemplo, defendió a Ernesto Frimón Weber, un comisario de la policía federal que se conocía como “220” en la Esma por su destreza con la picana eléctrica. Fue condenado en 2012 a cadena perpetua. En 2000, Torres de Tolosa presentó un amparo en favor del comisario Weber por ser víctima de “amenazas de muerte reiteradas, torturas reiteradas, daño y asociación ilícita” durante un escrache con cánticos y pintadas contra su casa. El blanco de la querella criminal eran, aparte de la agrupación HIJOS, bandas mafiosas tales como: Murga Los Verdes de Montserrat, el G.A.C. (Grupo Arte Callejero), el Nehuen Cona, el Grupo de Vecinos "Madres del Pañuelo Blanco" y Familiares y amigos de presos políticos de la Tablada.
Todas ellas violaban, según la denuncia, “el derecho a la vida, a la salud, a la integridad física, a la propiedad, al trabajo, a la libertad ambulatoria y a su legítimo derecho a la defensa en juicio” del torturador de la Esma; “todos derechos de raigambre constitucional”, según remarcaba el lego. Para probarlo, Torres de Tolosa acompañaba documentación confidencial: un tríptico “referido a Weber donde su cara aparece como blanco en una mira telescópica”, un volante titulado “Un torturador anda suelto por Floresta”, artículos periodísticos y un afiche arrancado de una columna con la leyenda “Torturador suelto”. Solicitaba al juez el allanamiento de los locales de las agrupaciones, con la presencia de Weber y la suya propia, la captura de todos sus miembros, y otras medidas: la individualización de los conductores de un Volvo y un Fiat 147, y por si fuera poco, el permiso para filmar los escraches en el futuro.
Por esos días, Torres de Tolosa emprendió también otras cruzadas temerarias: acusó al juez Garzón por “su vida promiscua” y su actividad delictiva –lo acusa de narcotraficante-, y en 2003, lo denunció a junto al canciller Rafael Bielsa, al entonces camarista Gabriel Cavallo, al ex juez federal Gustavo Literas a los fiscales Eduardo Freiler, Carlos Rívolo y Claudio Navas Rial, a once jueces de la audiencia nacional española y dos sobrevivientes que declararon en España, por “privación ilegal de la libertad, tormento y traición a la patria”. También defendió a Juan Antonio del Cerro, el mandamás del siniestro circuito de tres centros clandestinos: Club Atlético, El Banco y Olimpo (ABO).
Por esos días, también, mientras trajinaba los corredores de Comodoro Py defendiendo como abogado a sus camaradas en problemas, un sobreviviente de la Esma se lo cruzó. Le corrió un escalofrío por la espalda, y después lo contó en la causa: lo había reconocido como uno de los hombres que se movían a sus anchas durante su temporada en el infierno.
Al clausurar la investigación y elevarla a juicio -que está entrando en la recta final-, el juez Sergio Torres acusó a Gonzalo Torres de Tolosa como partícipe necesario de 67 casos de imposición de tormentos, dos casos más por ser seguidos de muerte, 404 hechos de privación ilegal de la libertad y agravada en 56 oportunidades por ser secuestros seguidos de muerte. Este lunes, Gonzalo Torres de Tolosa, deberá arreglárselas ante los jueces del Tribunal Oral Federal 5 para despegarse de ellos.
LB/JMM