Julia Amore es actriz y trabaja en el área de diversidad sexual del INADI desde hace seis años. Hoy votó en una escuela de Villa Crespo. “Hay casos de compañeras que tienen su DNI pero no aparecen con su nombre en los padrones”, dijo, al mismo tiempo que se alegró por votar con su nueva identidad, como lo hace desde 2013.
En la escuela Mundo Nuevo, en Villa Crespo, son las 10 de la mañana y Julia Amore vota. Su caso es uno de los tantos que expone la reivindicación histórica del colectivo trans de ejercer el voto con la identidad autopercibida. Eso que parece tan natural -ir a una escuela, entrar al cuarto oscuro, meter el sobre en la urna- tiene una carga simbólica: la de un derecho conquistado.
Julia ya no se horroriza. Pasaron años desde que fue a votar con un DNI que no la representaba y tenía que hacer la cola en la fila de hombres. Transcurrió un tiempo de lucha y militancia, una ley de identidad de género de por medio, un periodo de ansiedad y un reconocimiento: Julia es Julia porque además lo dice su documento y puede votar así.
Dice que tiene “aproximadamente 40 años”. Es actriz y trabaja en el área de diversidad sexual del INADI desde hace seis. Hoy fue a votar en la bicicleta, con Renata, su perra. Y le dijo “buen día” tres veces al Policía que estaba en la puerta: lo miró a los ojos con una sonrisa ancha hasta que él cedió a contestarle. Después, se rió del episodio.
En las elecciones legislativas de 2013 Julia pudo empezar a votar. Ahí le puso fin al horror que había sentido aquella vez cuando fue testigo de las marcadas diferenciaciones de género y de lo violento que le parecía –le parece- eso del binomio: fila de hombres, fila de mujeres.
“Yo siempre fui la que soy, sólo tenía la necesidad de ser reconocida por el Estado”, explica. Y cuenta su historia. Julia es la única hija de un matrimonio que, por separado, ya traía otros hijos: su madre ya tenía diez y su padre, tres. En Ezeiza, Julia nació para ser la integrante número 15 de la casa, aunque sus hermanos, mucho más grandes, prácticamente ya no estaban allí.
En su casa le decían July (Yuli) y sólo en el colegio algunos la llamaban Julio. Dice que en su casa no hubo “mucha vuelta”.
-De alguna manera me impuse con eso. Soy militante de los Derechos Humanos desde que tengo uso de razón- dice.
En 2005, cuando vivía en Mar del Plata y trabajaba como actriz, Julia decidió iniciar un amparo para conseguir su DNI. Pero no fue fácil porque el proceso judicial exigía pericias médicas y psicológicas con las que ella no estaba de acuerdo. “Tenían que diagnosticarme disforia de género. ¿Qué es eso? La disforia es lo opuesto a la euforia. Es decir, me tenían que diagnosticar que yo no estaba contenta con mi género. Y eso no era así. Me parecía que se trataba de una forma de patologización, así que me rebelaba frente a eso y todo se demoraba”, explica.
En las pericias médicas Julia no se dejaba revisar. Los médicos ya lo sabían, así que no insistían. Se quedaba parada y ellos la observaban. “Me sentía un conejillo de indias, todo eso me parecía vejatorio, intimidante, violento”, recuerda. Y cuenta que por ese entonces había perdido el DNI. En el registro civil una chica vio su aspecto y modificó la letra del certificado del trámite: “Ay, mis compañeros se confundieron y te pusieron Julio”, le dijo. Borró la “o” y puso la “a”. Durante un tiempo Julia mostró contenta ese papel.
Hasta que en 2010 salió el fallo que la reconocía como Julia Amore. Ya vivía en Buenos Aires, así que le llegó por correo. Le quedaba una cuenta pendiente que cumplió enseguida: al poco tiempo, se operó. En las elecciones presidenciales de 2011, sin embargo, votó con el nombre anterior porque los datos no fueron actualizados, algo que, detalla, sigue siendo un problema a solucionar: “Hay casos de compañeras que tienen su DNI pero no aparecen con su nombre en los padrones”.
En 2013 eso se modificó y lo recuerda como un momento histórico: “Es maravilloso vivir en un país con democracia y ejercer este derecho que para nuestro colectivo ha sido negado históricamente. En otro momento hasta era peligroso para nosotras. El hecho de ir a votar era utilizado para detectar a compañeras que podían ser perseguidas o maltratadas porque te visibilizabas y se visibilizaba tu orientación sexual o tu identidad de género. Algunas incluso hasta se disfrazaban o la mayoría no iba a votar”.
En la escuela Mundo Nuevo, en Villa Crespo y con Renata en el canasto de la bicicleta, Julia sigue militando. Además, es mamá. Araceli, su sobrina, quedó embarazada a los 18 años y Julia se hizo cargo de los dos: de ella y de Bauti, que tiene cuatro años. ¿Qué cambios le trajo tener su DNI? Además de votar, puede tener una cuenta en el banco, una tarjeta de crédito y firmar un contrato de alquiler, entre otras cuestiones cotidianas.
Antes de irse menciona algunas cuentas pendientes: la pelea por seguir conquistando derechos para el colectivo trans y LGTBI y la ley de cupo laboral trans, impulsada por Diana Sacayán, que fue sancionada en la Provincia de Buenos Aires. Y que, desea, se convierta en ley nacional.
AP/JMM