Cientos de personas despidieron a los siete bomberos y a los dos rescatistas que murieron en el incendio y derrumbe del depósito de la empresa Iron Mountain (IRM). Hubo ceremonias simultáneas en la Central de la Policía Federal, en el cuartel de Vuelta de Rocha y en el cuartel de Wilde. El cortejo recorrió las calles y hubo una misa en Chacarita.
Dolor, tristeza pero también orgullo de pertenecer a una fuerza cuyos integrantes dieron la vida por los demás, fueron las emociones que se vivieron durante el sepelio de los cuatro bomberos de la Policía Federal fallecidos ayer cuando una pared se derrumbó al intentar entrar a un depósito incendiado del barrio porteño de Barracas.
Los "Honores Fúnebres Extraordinarios a los Caídos en el Cumplimiento del Deber" se realizaron en el Cementerio de la Chacarita, donde los restos de Leonardo Day, Anahí Garnica, Damián Béliz y Juan Matías Monticelli, fueron sepultados en el Panteón de la Policía Federal Argentina.
Los cuatro bomberos fallecidos, junto a los cuerpos de Maximiliano Martínez y Eduardo Canessa, que fueron sepultados en las localidades de Lanús y Florencio Varela, fueron velados en el salón dorado dela Superintendencia, situado en avenida Belgrano y Virrey Cevallos.
Presididos por la autobomba 102, la misma que utilizaban los bomberos fallecidos al momento de ir al incendio del depósito de Barracas, partió el cortejo fúnebre en medio de un ulular permanente de sirenas y el saludo y aplauso de gran cantidad de personas que se apostaron al costado de las calles, con pañuelos blancos y flores.
La ministra de Seguridad de la Nación, María Cecilia Rodríguez y el secretario de Seguridad Sergio Berni, estuvieron en la ceremonia junto a cientos de efectivos de las cuatro fuerzas federales: Policía Federal, Gendarmería, Prefectura y Policías de Seguridad Aeronáutica. Estaban además los cadetes y aspirantes de las escuelas de agentes y oficiales de la Policía Federal, y un grupo de ellos vistió antiguos uniformes policiales y de bomberos de época a modo de homenaje.
Personas que se adelantaron al cortejo para ganar espacios cerca del panteón policial se mezclaron con los visitantes del cementerio que también eligieron participar del acto, mientras que médicos y psicólogos acompañaban a los familiares de los fallecidos para que tomen asiento frente al altar.
El ruido de los helicópteros transmitió a los presentes la cercanía del cortejo y provocó un hondo silencio que sólo fue roto por el toque de trompeta de la banda policial. La autobomba de la unidad 102 llegó en silencio al panteón mientras que los compañeros de los bomberos muertos viajaban en su interior dejando vacía la silla del oficial a cargo, en recuerdo del comisario Leonardo Day, que la ocupó ayer.
Detrás de la autobomba llegaron los coches funébres con los féretros. De a uno y en orden de rango, los cadetes de la Policía Federal trasaladaron los ataúdes de Leonardo Day, Anahí Garnica, Damián Véliz y Juan Monticceli. Los cuatro ferétros fueron llevados por efectivos de la Policía federal y los depositaron bajo un gazebo, en el que el arzobispo de Buenos Aires Mario Poli les dio la bendición.
El religioso manifestó que "le rezamos al buen Dios nuestro padre, que le dio a nuestros hermanos la bendita vocación de servicio y que les dio la vida para entregarla así. Tenemos dolor por la partida pero los cristianos tenemos esperanza de encontrarnos definitvamente en el cielo".
Por su parte, el Superintendente de Bomberos, Héctor Martínez, expresó que "los recordaremos (a los bomberos fallecidos) y no los olvidaremos, no resulta sencillo expresar lo que sentimos, mezcla de impotencia, desconcierto e incomprensión". "Nuestra función como bomnberos nos obliga diariamente a transitar las emociones mas opouestas, a veces nos alegremos por salvar vida y otras sufrimnos cuando una vida se nos escurre de las manos. Esta experiencia nos golpea a todos de una manera muy particular", sostuvo Martínez.
Destacó además que "ellos ingresaron en la fuerza en lo más ilusionados de su juventud llenos de vigor y de pujanza. Estos seis bomberos concurrieron a ese incendio sin saber que los iba a llevar a ofrendar su vida por su prójimo".
Martínez aseguró además que "ellos representan los valores supremos de nuestra institución, podemos atestiguar cabalmente sus condiciones, serán nuestro orgullo, nuestro ejemplo y nuestra motivación para servir a la sociedad".
Los héroes de Vuelta de Rocha
“Personal, ¡firme! Saludo uno”, gritó uno de los oficiales frente a unos 35 bomberos de cinco destacamentos diferentes formados en hilera frente al Cuartel de Vuelta de Rocha, en el barrio porteño de La Boca. Eran las doce en punto. Allí y en los otros 719 cuarteles de bomberos voluntarios del país sonó la sirena de la autobomba en homenaje a Sebastián Campos, de 34 años, una de las nueve personas que fallecieron ayer por el derrumbe de un muro del depósito incendiado de Barracas.
“Sebastián llevaba puesta la camiseta de Vuelta de Rocha”, contó a Infojus Noticias uno de los jefes de la agrupación, Sergio Velázquez. Allí lo velaron, en el salón del segundo piso del cuartel. Desde la madrugada hicieron guardia sus compañeros, familiares y amigos.
Cuatro bomberos voluntarios de Tigre, impecablemente vestidos de uniforme, se pararon detrás del padre de Sebastián, que lloraba desconsoladamente frente al ataúd. Como en una coreografía, los cuatro se colocaron sus gorras e hicieron la venia en señal de respeto. Así permanecieron, casi inmóviles, durante unos minutos. El gesto no fue casual: tanto el padre, como un hermano, la madre de la hija y la cuñada de Sebastián también son bomberos.
“A Sebastián lo movía la solidaridad y el amor al prójimo. Y la adrenalina que un corredor de autos tiene por correr, un bombero la tiene por ir salir a combatir un incendio”, contó Velázquez. Sebastián conoció esa adrenalina de pequeño, acompañando a su padre –oficial superior- al cuartel cuando este estaba de guardia. A los 14 se sumó a la brigada. Su pasión por los autos lo llevó a especializarse en la reparación de las unidades.
El Cuartel de Vuelta de Rocha sufrió otras bajas en 2008, cuando dos bomberos murieron al intentar sofocar un incendio. “Nosotros salimos, pero nunca sabemos si vamos a volver”, contó Velázquez sobre el riesgo de ser bombero.
Afuera del cuartel, rodeando el ingreso, mojadas por la lluvia que insistentemente cayó durante todo el día, había unas veinte coronas. En total, contando las que estaban adentro, sumaban alrededor de cincuenta. Sobre Garibaldi, dos autobombas de otras dependencias cortaban la calle. Un rato después de las dos de la tarde, el cajón con el cuerpo del hombre de 34 años, padre de una hija de uno y fanático de los autos, partió hacia el cementerio de Burzaco.
Los restos de Eduardo Adrián Canessa y del agente Maximiliano Martínez fueron sepultados en cementerios privados. En el siniestro también murieron los rescatistas Pedro Barícola y José Méndez, integrantes de Defensa Civil de la ciudad de Buenos Aires. A Barícola lo velaron en Villa Adelina -norte del conurbano- y fue sepultado en Olivos, en tanto el velatorio de Méndez fue en el cuartel de bomberos de Wilde.