Sentado junto a su abuela Estela, y rodeado por toda la familia Carlotto, el joven que acaba de recuperar su identidad habla en público por primera vez. "Me parece maravilloso y mágico todo esto que está pasando", dijo Guido. Mirá todas sus declaraciones.
“Soy Ignacio o Guido. Ella está muy firme en esa decisión”, fue lo primero que dijo Ignacio Montoya Carlotto cuando apareció en una de las conferencias de prensa más esperada de los últimos meses. La miró, sonrió y le inclinó la cabeza. Mantuvo cierta distancia: se crio en el campo y no está acostumbrado a estar apretujándose, contó más tarde. Pero antes, mucho antes de eso y pegado a la presentación explicó por qué estaba sentado ahí, ante una decena de cámaras una docena de fotógrafos y periodistas de los más variados medios gráficos: “Quiero que esto que me pasa a mí sirva para potenciar esta búsqueda”.
La frase encendió un poco más, si eso fuera posible, las miradas de sus primas. A un lado las dos hijas de Jorge Montoya, al otro las Carlotto, que se mantenían agarradas de las manos, que acariciaban a Estela. Y a su lado, Celeste hizo los máximos esfuerzos por contener las lágrimas que se acumularon en sus ojos transparentes. Ella estuvo ahí, firme, todo el tiempo al borde del llanto. Atrás, el resto de los primos –más de una docena- y los tres tíos, sonrientes: Claudia, Kibo y Remo.
Antes de que llegara Ignacio, al que toda la familia Carlotto llama Guido como lo bautizó su mamá y como lo llamaron durante los 36 años que lo buscaron, entraron las primas Montoya y algunos primos Carlotto. Ni bien se acomodaron detrás de la mesa, todos se agitaron en el salón: los camarógrafos empezaron a grabar y los fotógrafos usaron sus cámaras con disparo en secuencia, que suena como una ametralladora de juguete. Una de las primas se llevó la mano al pecho, respiró hondo y sintió el impacto. “Siempre digo que hay que hacerse cargo de la familia que uno tiene”, le susurró a su hermana y sonrió. Necesitaba descomprimir esa presión por algún lado.
Pasaron varios minutos, tal vez demasiados, hasta que llegaron Ignacio, Estela y Celeste. Se sentaron a la mesa y la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo dijo que no hablaría, que estaba allí para acompañar a su nieto. Pidió tranquilidad, como si quisiera proteger a ese hombre de treinta y seis años que hace dos meses supo que era adoptado, hace dieciocho días se hizo el análisis genético y hace dos supo que era hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya, ambos militantes de Montoneros.
"Me siento muy feliz. Uno tiene una conciencia de lo que es la lucha de Abuelas, de mi abuela. Trabajaron en la recuperación de muchas identidades. Me enteré de muchas cosas que no sabía", dijo Ignacio, que en los últimos dos días pasó de tener una familia mínima en Olavarría a trece primos, dos sobrinos, tres tíos y una abuela por el lado Carlotto más dos primas, un tío y una abuela por el lado Montoya.
Se tomó su tiempo y respondió todas las preguntas. Desde las que le pedían definiciones imposibles en tan corto tiempo hasta otras más prácticas sobre cómo se enteró, cuando empezó a pensar que debía ir a Abuelas o por qué eligió participar de Música por la Identidad, en 2010. De todos modos, sus respuestas estaban cruzadas por la idea de que andando el tiempo tendría una perspectiva más clara.
"El reencuentro fue maravilloso, muy lindo. Cuando hay amor, es maravilloso el amor. Para mí es diferente que para ella. Hace dos días que sé quién soy, quién de verdad soy o quién no era", dijo Ignacio y agradeció las muestras de amor de su nueva familia.
Contó algo que otras veces contaron otros nietos recuperados sobre esa duda que está ahí, molestando. "Hay como ruidos en la cabeza y mariposas de dudas, que están ahí fuera del alcance de la visión”, explicó y agitó la mano a la altura de su cabeza, como si la hiciera volar. Pero su indicio cierto llegó hace dos meses, el día que festeja su cumpleaños -2 de junio- cuando se enteró que era adoptado. Fue de una forma que dijo que no iba a contar, al menos por ahora, pero dijo que algunas de esas revelaciones dependieron de “cosas muy finas, como que alguien se muera".
Y nuevamente alentó a quienes tengan dudas sobre su identidad que se acerquen a Abuelas de Plaza de Mayo. Eso lo dijo varias veces durante la conferencia de prensa. “Es un proceso extraordinariamente cómodo, siempre confidencial sólo que esta vez se filtró”, remarcó e hizo reír a sus tíos Carlotto, que desde el martes, cuando trascendió su identidad, no dejaron de cuestionar la ruptura violenta del protocolo sobre restituciones.
"Quería primero conocerlos a ellos antes de dar la cara. El proceso es muy respetuoso y rápido", dijo sobre el sistema ante la CONADI para averiguar su identidad. Es extraordinariamente cariñosa la gente que te atiende. En el resto de los casos fue muy respetuoso. Si alguien tiene una dudita, mínima, que se haga el examen de ADN. Cuando uno llega te bajan las expectativas", insistió.
Contó que la pareja que lo crio le dio “el mayor de los amores” y que, por la velocidad que tomó todo por esa filtración que no debió ocurrir, todavía no termina de entender. "Siempre me preguntaron de donde venía la pasión por la música y yo no sabía qué responder", dijo Ignacio en referencia a la pasión musical de su papá Montoya.
“Quiero establecer un vínculo con mi familia. Eso es maravilloso. Tuve una vida extraordinaria y feliz. Y a eso se suma esta historia. Voy a entrar en los libros de historia. Estoy de vuelta en el lugar que nunca me tendría que haber ido. Aquellos que están con dudas, yo sé que hay incertidumbre, pero hay que hacerlo para construir la memoria colectiva la Argentina y poder cicatrizar y seguir de la mejor manera posible", insistió Ignacio, con mucha calma.
Sobre el proceso de búsqueda dijo que "el miedo que tenía era no poder encontrar nunca” a quienes habían sido sus padres y que “el miedo tiene que ver con no encontrar, que es una de las posibilidades”. Ahora se dedicará a reconstruir lazos, unir datos y acomodarse a la nueva familia.
"Tuvimos un encuentro ayer (con la presidenta Cristina Fernández), ya sabía pero ayer la descubrí muy comprometida con esta causa. Yo la veía por televisión y ayer estaba hablando con ella. Fue maravilloso. Estoy muy agradecido por todo lo que ha hecho para que esto suceda", agregó.
Hizo una pausa, tomó agua y cumplió el reclamo de fotógrafos y camarógrafos que pedían, a gritos, un abrazo. Giró y abrazó a Estela. Sonaron otra vez los gatillos de las cámaras en disparo en secuencia.
"La primera vez que participé en Música por la Identidad fue en San Fernando, en 2010. Y ahí fue la primera vez que tuve una duda sobre mi identidad. Cuando empezamos con la investigación, le dije a mi mujer que, si vamos, quería ser el nieto de Estela. Y así fue. Hay que tener cuidado con lo que se desea, porque se cumple", dijo sonriendo y la miró a su abuela.
-¿Para bien o para mal?- le preguntó Estela, abuela al fin.
-¡Para bien!-
Y otras vez risas.
“Esta restitución, este momento feliz no deja de ser un símbolo. Hay cosas que han dañado que no la podemos explicar, siquiera. Ésta es una pequeña victoria", aseguró Ignacio. Lo dijo casi midiendo las palabras, dándole peso para que eso quedara claro.
-¿Cómo te sentís con respecto a los ideales que habían tenido tus padres?- preguntó María Eugenia Ludueña, biógrafa de la madre de Guido y jefa de editores de Infojus Noticias.
-Me debés un libro- contestó Ignacio. Esa fue la segunda vez que se lo pidió. Ya se lo había reclamado ni bien se había sentado a la mesa y le había aclarado que lo quería firmado.
Después le respondió que sí, que tenía que ver.
-Gracias a eso soy músico. Ser artista es también un acto de militancia-.