Ana, la “Negra” Ale, como la conocían todos en Clarín, militó casi toda su vida. Con la llegada de la democracia ayudó a armar la comisión interna del diario, desmantelada en los ’90 y vuelta a restablecer en el año 2000, cuando Ale fue elegida secretaria general. Esta semana se hizo un acto para respaldar el proyecto de ley para bautizar con su nombre la esquina de Tacuarí y Finochietto, frente a Clarín.
Ana Ale, la Negra Ale como la conocían todos en Clarín, militó casi toda su vida. Volanteaba y vendía la prensa del Partido Obrero, en plena dictadura dentro del diario. Peleaba por organizar a los trabajadores sindical y políticamente. Participó del “Siluetazo” de 1983, la pegatina de siluetas que representaban a los detenidos desaparecidos y, también, con el retorno de la democracia, ayudó a armar la comisión interna. Esa actividad gremial fue desmantelada en los noventa pero volvió en agosto de 2000 y ella fue elegida secretaria general: desde ese cargo impulsó la Comisión de la Mujer. Esa experiencia fue arrasada tres meses más tarde: la empresa despidió a 117 trabajadores de prensa de Clarín y Olé. Poco después, se enfermó de cáncer y murió en 2005. Esta semana se hizo un acto para respaldar el proyecto de ley para bautizar con su nombre la esquina de Tacuarí y Finochietto, en el barrio porteño de Barracas.
“Ana era una de las pocas compañeras que en la época de la dictadura militaba adentro del diario. Ana en ese momento no era mi compañera y yo la veía volantear, tratar de vender el periódico. Ana era una trosca y tenía una perseverancia que nos impactaba y nos asombraba. De hecho, Ana es quien me gana a mí para iniciar la vida sindical”, dijo Pablo Llonto, ex delgado de Clarín y última pareja de Ana.
Antes de llegar a la redacción de Clarín y mucho antes de convertirse en jefa de la sección Economía, Ana trabajó en los diarios La Opinión y La Voz. Poco a poco se fue especializando en el tema energético y sus opiniones sobre esa área fueron incluidas en el libro Robo para la corona, de Horacio Verbitsky, principalmente para los capítulos dedicados a la energía y a la privatización de YPF. Publicó tres libros: La Dinastía, Privatizaciones-Reestructuración del Estado y la Sociedad y Economía y Vida Cotidiana en la Argentina (coautora).
“La Negra era un corazón andando. Y ese corazón andando se juntó con este corazón para dar pelea juntos, en todas partes. La Negra tenía una fuerza impresionante. En un diario machista, ultramachista, la Negra peleaba por la Comisión de la Mujer. Aunque en el diario hubiese pocas mujeres había que formar una Comisión de la Mujer”, recordó Llonto en el acto del miércoles pasado.
La señorita
El gerente de personal tenía la costumbre de decirle “señora” a la Negra Ale. En esos días de 1987, ella tenía 29 años. En cada reunión, el gerente le decía señora y la Negra siempre lo corregía: “Perdón, yo soy señorita”. Y el gerente –hombre correcto en el trato- le pedía disculpas, se corregía y volvía a repetir la frase pero la llamaba “señorita”. Eso se repetía en cada reunión.
Un día, después de uno de esos encuentros entre la comisión interna de Clarín y la Gerencia de Personal, uno de los delegados le preguntó por esa especie de ritual, que se repetía sistemáticamente.
-Negra, perdoná, pero por qué le decís al gerente de Personal que te diga ‘señorita’- preguntó con la curiosidad de quien le dio muchas vueltas a un tema y sigue sin entender la lógica.
-Sólo para joderlo, para que me pida disculpas- respondió.
“Ese temple fue muy fuerte y creo que fue una de las razones por las cuales la Negra siempre fue electa delegada”, dijo Llonto al recordar la escena.
Volver e irse
Al repasar la historia de Ana, quienes la evocaron no pudieron desligar su historia de la del país, ni de la de la empresa para la que trabajó. Ella estaba allí durante la dictadura, estuvo cuando se produjeron los despidos de 1982 –cesantearon a los seis trabajadores que intentaban organizarse gremialmente- y estuvo allí para organizar la comisión interna de 1984.
En 1991, llegó otra tanda de despidos. Entre ellos, echaron a Llonto. Eso planchó la actividad sindical por casi una década pero sobre finales de los noventa, volvieron a organizarse. Ana no quería participar pero terminó acepando. Se presentó y en las elecciones de agosto de 2000 fue la candidata que sumó más votos: se convirtió en secretaria general de la comisión interna.
Tres meses después de la elección, el 4 de noviembre, la despidieron junto a otros 116 trabajadores. Ese mismo día, el edificio donde funciona el diario que fundó Roberto Noble fue rodeado por efectivos de la Guardia de Infantería de la Policía Federal.
El mural
“Se sabía que era inevitable el choque con Clarín. Clarín no iba a despedir sólo con los telegramas a los palos y nos despidió a los palos”, dijo Llonto empujando las últimas cinco palabras y necesitó juntar aire durante doce segundos antes continuar: “La Negra enfermó de cáncer poco tiempo después –completó con la voz apretada de angustia-. Ya no era más trosca. Sus últimos días me pidió que pusiéramos el CD de La Marcha Peronista, (que hizo) un compañero extraordinario de Clarín, Julio Nudler”. Esos fueron sus últimos días.
La esquina de Finocchieto y Tacuarí, frente a la redacción de Clarín, se había convertido en un lugar de reunión para los trabajadores despedidos. También fue un espacio de homenaje de los trabajadores de prensa y de representantes sindicales de otros gremios. Por eso, el 4 de noviembre de 2010, diez años después de los despidos masivos y de la ausencia de actividad gremial, se hizo un acto en el que un grupo de artistas pintó un mural con una leyenda: "Ana Ale, 1956-2005 - Periodista-Delegada de los Trabajadores de Clarín".
Pasaron sólo dos meses hasta que lo dañaron: el rostro y nombre de Ana fueron cubiertos con aerosol verde. Sobre esos tachones se construyó un nuevo mural con cerámicas, que recupera la sonrisa de Ana, en esa esquina que podría llevar su nombre si la Legislatura porteña aprueba el proyecto de ley que presentó la legisladora Gabriela Alegre. Allí mismo se hizo el acto, que este año estuvo acompañado por los integrantes de la comisión interna, que volvió a transitar los pasillos del diario.
PW/AF