Hoy representa a muchos represores en juicios de lesa humanidad. Entre sus clientes estuvieron el ex líder carapintada Mohammed Alí Seineldín, el líder neonazi Alejandro Biondini y el criminal de guerra nazi Walter Kutschmann. Proviene de una familia nacionalista y ultracatólica, y parece seguir esa tradición. La pelea con Guillermo Moreno.
Cuando le exigió al tribunal con voz enérgica que a su defendido -el imputado Carlos Horacio Tragant, en el juicio Plan Cóndor- se lo llame por su rango de coronel “porque merece respeto”, los jueces no se asombraron del exabrupto. Sabían que estaban ante un provocador. El discurso de José María Soaje atrasa varias décadas: “A los montos como vos los vamos a matar a todos, y yo ya me cargué a varios”, le llegó a decir al ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en 2010. Soaje Pinto no tiene empacho en exhibir su ideología: se define de ultraderecha, orgulloso de su extremismo.
Entre sus clientes estuvieron el ex líder carapintada Mohammed Alí Seineldín, el líder neonazi Alejandro Biondini y el criminal de guerra nazi Walter Kutschmann, capturado en Argentina a fines de 1985. Otro de sus defendidos, carapintada, se recibió de abogado y se lo llevó a trabajar a su estudio de la calle Córdoba al 1100.
En 2003, prestó servicios al tataranieto del dictador José Félix Uriburu por haber discriminado a una mujer africana y a su nieto de un año y medio con la frase: “A los negros hay que matarlos a todos de chiquitos, como éste”. Como estrategia de defensa, Soaje Pinto dijo que su cliente “no se refería a negros de raza”. Un año después hizo lo mismo con los miembros de un grupo ultracatólico que en 2004 agredió la muestra del artista León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta.
El 14 de julio de 2010 su nombre volvió a ser noticia cuando intervino en una audiencia testimonial de Papel Prensa. Soaje Pinto llegó a las oficinas de la empresa como el letrado del gerente de finanzas, Carlos Aguirre, quien lo presentó como primo político y abogado personal. El objetivo de Aguirre -a quien acusaban por hechos de corrupción- era aplazar la audiencia y lo logró. Soaje Pinto instigó una pelea que lo tuvo como protagonista y que incluyó golpes de puño y sillazos contra Moreno.
A los 63 años, a Soaje Pinto le gusta incomodar y corregir a los fiscales cuando acusan a sus defendidos. Es irónico y con su hablar rápido a veces no se entiende qué dice. A veces falta o llega tarde a las audiencias. Después se ríe de ellos cuando toma café con otros colegas de igual ideología en el noveno piso de Comodoro Py. Quienes lo conocen lo describen como muy puteador, un tipo impulsivo que dice lo que piensa sin tapujos. El fútbol no pareciera ser uno de sus intereses: sus colegas nunca lo escucharon hablar de partidos ni de goles.
Soaje Pinto nació en el seno de una familia nacionalista y ultracatólica. Con sus padres vivió en el barrio del Socorro, su casa se ubicaba a pocas cuadras de la Basílica de Nuestra Señora del Socorro, en Juncal y Suipacha, donde iba a misa cada domingo.
Después de terminar la secundaria en El Salvador en 1968, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Algunos todavía lo recuerdan en los pasillos de la facultad con los bigotes clásicos de los ‘70, militando en agrupaciones de ultraderecha y taladrando a todos los estudiantes con la mirada. Según el periodista Eduardo Anguita, fue acusado formalmente como uno de los responsables del secuestro y ejecución de Daniel Winer, estudiante de Ingeniería y militante del Partido Comunista Revolucionario, en noviembre de 1974.
Por aquellas épocas, Soaje Pinto andaba armado. En los asados, con amigos y colegas suele recordar anécdotas. Una fuente señaló que es divertido narrando historias de su juventud. Como aquella cuando se tiroteó –dijo- con militantes de izquierda en una estación de trenes y cayó con su metro setenta a las vías.
-Es un abogado artesanal, no hace marketing de su trabajo- dice un colega suyo, que prefiere el anonimato.
Antes de pasar a la profesión de abogado, Soaje Pinto trabajó en juzgados de instrucción. Ahí conoció a la que todavía es su mujer. Está casado con la fiscal Marcela Sánchez, que está a cargo de la causa del incendio en el depósito de Iron Mountain en Barracas, donde murieron nueve personas semanas atrás. Un abogado que los conoce a ambos aseguró que Sánchez y su marido comparten las mismas ideas.
El último escándalo que protagonizó Soaje Pintos fue hace poco más de un año. A raíz de una nota de la revista Veintitrés que lo tenía como protagonista -titulada “El club de los fachos”- Soaje Pinto amenazó por correo electrónico al periodista Tomás Eliaschev. En uno de los mail escribió: "Pendejo, me hubiera gustado verte haciéndote el guapo en un retén militar de ruta, como me pasó a mí, y que te lleven para fusilarte. Te hubieras cagado bien en los pantalones, marica".
Además, le dijo: “Si viera a maricas como vos o como esas asesinas aborteras" pintar las paredes de la Catedral, "te agarraría del cuello y te cagaría a trompadas". Los dichos fueron repudiados por diversas organizaciones de periodistas.
Desde hace unos años, Soaje Pinto milita en la agrupación Gente de Derecho, que hoy encabeza el abogado Raúl Rizzo. Ahí forma parte de la asamblea de delegados titulares. Esta asociación se caracteriza por su pluralidad: puede tener a Soaje Pinto, pero también a Marcelo Parrilli. Entre abogados, Soaje Pinto juega a buscarle el eslogan a la agrupación: “Gente de Derecho. Gente de derecha o ultraderecha”. Y se ríe.