A partir de su trabajo forense, Patricia Bernardi dio detalles sobre cómo fueron asesinadas las víctimas en el centro clandestino de detención platense. El testimonio reforzó la desición del Tribunal de ampliar la acusación por homicidio a 19 de los 21 imputados.
En medicina forense, los cadáveres dicen muchas cosas sobre sus muertes. Hoy la premisa volvió a cumplirse en el juicio por los crímenes de La Cacha, cuando los investigadores del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) contaron detalles acerca de los cuerpos sin vida de algunos cautivos que terminaron en el centro clandestino que operaba en Lisandro Olmos, en los alrededores de La Plata.
Patricia Bernardi, cofundadora de la organización no gubernamental que es referencia en el mundo, enfatizó sobre el caso de Olga Noemí Casado, cuyos restos fueron identificados en abril de 2012. “Tenía dos disparos en la cabeza”, dijo. También presentaba heridas de arma de fuego -que parecían de calibre 9 milímetros, precisó Bernardi- en el cráneo, tórax, miembro superior izquierdo y pelvis. Casado fue secuestrada en noviembre de 1977 con ocho meses de embarazo, pasó por “Puesto Vasco” y por “La Cacha” y la asesinaron luego de haber dado a luz. Su caso fue clave en el juicio, porque la identificación de los restos se produjo después de la acusación fiscal y fue el argumento utilizado por las querellas y la fiscalía para pedir que se enjuiciara a 19 de los 21 represores también por homicidio, El tribunal aceptó en su caso y en el de Laura Carlotto.
También participó en la identificación de los restos de Claudio Bogliano; Stella Maris Bojorge; César Sanemeterio y María Hilda Delgadillo, además de los hermanos María Magdalena y Pablo Mainer. “En el caso del cuerpo de Pablo Mainer se observó algo que no era común: huellas de cortes de sierra y cuchillo en las articulaciones", contó la investigadora. Los hermanos Mainer integraron el llamado “Grupo de los 7”, militantes montoneros que estaban “bajo un régimen especial que les permitía salir del lugar, supuestamente, a cambio de prestar cierta colaboración” –según el fiscal Sergio Franco. Todos fueron asesinados.
En el caso del cadáver de Octavio Barrenese “se observó, entre la séptima y décima costilla, lesiones compatibles con una fractura en semicicatrización, un callo primario que no tuvo tiempo suficiente para producir la soldación de la fractura”. Eso podría significar, explicó Bernardi, que la fractura se produjo “entre dos a tres semanas antes de haberse producido el deceso de la persona, lo que nos llevaría a pensar que esos traumas se debieron a algún tipo de tortura o lesión”.