“¿Qué es lo que molesta tanto? Que el Estado cuente con instrumentos para limitar los abusos del capital concentrado”, dijo ayer el secretario de Comercio, Augusto Costa. La radiografía de los principales sectores industriales muestra un grado muy alto de concentración, con un efecto directo sobre el comportamiento de los precios.
La salida de la convertibilidad cambiaria tuvo múltiples consecuencias y de la mano de la creación de empleo llegó, también, la “consolidación del proceso” de concentración económica. Ese comportamiento no llegó solo, sino de la mano de la extranjerización: a mayor concentración, mayor componente extranjero en el conjunto de las mayores compañías que operan en el país. Y la radiografía de los sectores siderúrgicos, del cemento, de petroquímicos y fertilizantes, de telecomunicaciones o bebidas muestra un grado “muy alto de concentración” que tiene, y tuvo, efecto directo sobre el comportamiento de los precios. Ese poder –el de tener una posición dominante en el mercado- es el que se busca controlar con las reformas a la Ley de Abastecimiento que se debatirá hoy en la Cámara de Diputados.
“¿Qué es lo que molesta tanto? Que el Estado cuente con instrumentos para limitar los abusos del capital concentrado. Porque cada vez que hay abuso de posición dominante, alguien, siempre el más fuerte, se queda con la ganancia de otro, que siempre es el más débil”, explicó ayer el secretario de Comercio, Augusto Costa, ante un centenar de diputados, donde se discutió el texto del dictamen que fue aprobado en el Senado.
Esa posición de poder en el mercado, que posibilita establecer precios independientemente de la estructura de costos, fue analizado en un trabajo de los economistas Pablo Manzanelli y Martín Schorr. Allí observaron que los sectores de la economía que lograron fijar los precios mayoristas por encima del resto –entre 7,5 y 10,7 por ciento- son las que lograron ubicarse en el grupo de las Ramas Altamente Concentradas (RAC): “Numerosas empresas oligopólicas que se desenvuelven en el sector manufacturero doméstico han logrado desplegar con sus más y sus menos su capacidad de fijación del price leadership (liderazgo de precios)”, señalaron los economistas Pablo Manzanelli y Martín Schorr en su último documento sobre el tema, publicado en 2012. Allí analizan el comportamiento de la economía entre 2001 y 2010. Ese escenario no tuvo grandes variaciones en términos estructurales y los pocos cambios que se observaron fueron en el sentido de mayor concentración.
Si bien aclararon que ese no es el único factor para explicar el comportamiento de los precios, puntualizaron que “es indudable que desempeña un papel sumamente relevante en la explicación del fenómeno inflacionario en la posconvertibilidad”, según su trabajo “Aproximación al proceso de formación de precios en la industria argentina en la posconvertibilidad”. Y ese poder se explica en que en las RAC se incluye a las ocho mayores firmas que generan más del 50 por ciento del valor de la producción. Allí se contabilizan la industria aceitera, que aumentó sus precios 188 por ciento; la de hierros y aceros, que elevó el valor de sus productos un 178,3 por ciento; y la refinación de petróleo, que trepó 167,4 por ciento en los últimos tres años de la década analizada.
Según datos que maneja la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), existen sectores de la economía con un grado de concentración sorprendente. Sobre todo porque manejan, y en los hechos controlan, los insumos difundidos, que son los productos que se utilizan para la producción de otros bienes. Tal es el caso, por ejemplo, del sector siderúrgico que –según el Índice Herfindahl-Hischman, utilizado para medir los grados de concentración del mercado- tiene “muy alto” grado de concentración: dos empresas –Siderar, 84 por ciento, y Acindar, 3 por ciento- producen chapa laminada en caliente y el resto se importa. Toda la chapa laminada en frío que se fabrica en el país la produce Siderar (99 por ciento) y el resto se importa.
Un análisis reciente, que realizó el economista Ernesto Mattos, integrante del Centro de Investigación y Gestión de la Economía Solidaria (CIGES) y docente-investigador de la UBA, traza un mapa de la industria alimenticia a nivel internacional y doméstico: la torta apenas se divide en diez porciones en el mundo y apenas seis en la Argentina.
Mattos precisó que las diez corporaciones que manejan el mercado alimenticio mundial son seis estaodunidenses (Coca-Cola, General Mills, Kellogg´s, Mars, Mondelez Internacional y Pepsi), dos británicas (Associated British Foods y Unilever), una francesa (Grupo Danone) y una suiza (Nestlé). En Argentina, las seis que controlan el mercado de alimentos y bebidas son Coca-Cola, Danone, Grupo Arcor, Molinos, Ledesma Mondelez (ex Kraft), Bagley Latinoamerica y Molinos Río de la Plata, de la familia Pérez Companc.
“Entre 2003 y 2008 esas firmas sólo crecieron 9 puntos porcentuales en su capacidad instalada pero en el periodo 2008 a 2013 desacelero su expansión de la capacidad instalada industrial, que pasó del 77 al 70 por ciento y cayó a los niveles de 2005. Es decir, que luego de la primera etapa de crecimiento económico y luego de la crisis de 2008 todo hace parecer que dejo de invertir”, indicó Mattos.
Pero ese no fue el único comportamiento del sector. Mattos también observó, en un análisis del año pasado, que junto con la concentración de las productoras de alimentos se produjo una concentración de las distribuidoras: las grandes cadenas comerciales pasaron de 71 a 66 en todo el país en entre 2007 y 2012. “Los supermercados acuerdan los pagos con los proveedores a 30 o 60 días pero aumentaban todas las semanas a los consumidores. Entonces en esa diferencia de tiempo ellos modificaban los precios”, indicó Mattos al analizar el comportamiento del último eslabón de la cadena comercial.
En otro trabajo, los economistas Schorr y Manzanelli relevaron el peso de la “inflación oligopólica”, asociada a la concentración económica, en el proceso de formación de precios en la industria argentina. “Ella cobra aún más relevancia si se considera que el ‘esfuerzo inversor’ no parece haber sido la estrategia impulsada por las grandes corporaciones fabriles en la búsqueda por incrementar su peso en el entramado manufacturero, incluso en un período en el que internalizaron ganancias extraordinarias”, indicaron en “Aproximación a la formación de precios”, publicado el año pasado en Realidad Económica.
“En la última década las firmas industriales que integran la elite empresaria local (las 500 compañías de mayor tamaño del país), incrementaron notablemente sus niveles de rentabilidad, al tiempo que redujeron su tasa de inversión. Más específicamente, las utilidades sobre el valor agregado de los oligopolios manufactureros alcanzaron el 33,1 por ciento en el período 2002-2010”, agregaron.
Ese texto completaba un material que Shorr y Manzanelli escribieron junto a Eduardo Basualdo sobre “Régimen económico y elite empresaria”. Afirmaron: “Las ramas vinculadas a morfologías de mercados con elevados guarismos de concentración se manifiestan incrementos en los precios mayoristas que se ubican por encima del promedio de la industria alimenticia durante la posconvertibilidad. Tales son los ejemplos que brindan la producción azucarera (391,0%), la aceitera (390,8%), la de chocolate y golosinas (333,1%), la cervecera (329,9%), la de alcohol etílico y bebidas alcohólicas destiladas (287,0%) y la de productos lácteos (284,4%)”.