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27-10-2013|17:08|Elecciones 2013 Nacionales
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Una experiencia inédita en Capital Federal

Los muros del hospital se derrumban a la hora de votar

Como nunca antes en la historia, personas con padecimientos mentales salieron a votar. Lo hicieron acompañados de abogados defensores, profesionales de los hospicios y observadores electorales. Tanto ellos como sus tutores festejaron el acto cívico como un triunfo.

  • Personas internadas en distintos hospitales psiquiátricos salieron a votar Telam
Por: Juan Manuel Mannarino

Suena “Creedence” en el comedor del Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear y Franco no ve la hora de subirse a la camioneta para ir a votar. “Es mi primer voto, estoy ansioso”, dice. Tiene 19 años y un hijo. A su lado Silvio, de 21, espera al acompañante terapéutico. También votará por primera vez. El sol se filtra por las ventanas y los pasillos son más blancos que nunca.

Franco y Silvio son dos de los  usuarios de los servicios de salud mental que votaron hoy al mediodía en una experiencia inédita. Una camioneta trafic del gobierno porteño los llevó a sus barrios y allí entraron a un cuarto oscuro como cualquier ciudadano. Franco votó en Belgrano. Silvio, en Floresta.

Los jóvenes, según recomendaciones del equipo de salud del hospital, necesitaron compañía para salir. “Ellos son parte de la población más vulnerable: no tienen lazos sociales fuertes, ni tampoco el gobierno de la ciudad les aseguró un dispositivo social para reintegrarlos a la comunidad. Por eso deben salir acompañados”, dice Facundo Capurro Robles, defensor miembro de la Unidad de Letrados de la Defensoría General de la Nación.

La figura del abogado defensor de los hospicios psiquiátricos es algo reciente. El área que los nuclea es la Unidad de Letrados, creada por la Defensoría Nacional a partir de la Ley de Salud Mental en 2011. La Unidad brinda la defensa técnica a las personas internadas involuntariamente por razones de salud mental en el ámbito de Capital Federal (CABA) -siempre que no tengan cuestionamiento a su capacidad jurídica-, velando por el respeto de sus derechos. Desde entonces ha realizado más de 5 mil defensas. La Unidad promovió el voto entre las personas internadas como un acto de ciudadanía. 

Ahora Facundo viaja en la trafic junto a Franco y Silvio. Lo espera una larga jornada: se irá al Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano – lo esperan otros tres usuarios- y luego al Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda –lo aguarda un usuario-. En total, serán seis los usuarios de los servicios de salud mental que recorrerán con la trafic distintos puntos de la capital para expresar su voto. No serán los únicos: también saldrán otros, pero acompañados por sus familiares. Son los que más posibilidades de reinserción social tienen: los que no necesitan tutelaje del Estado para tener salidas ambulatorias o algún tipo de externación. 

En la trafic hay dos observadoras electorales de la Defensoría del Pueblo porteña. Se toma mate, se escucha a “Los Palmeras” y todos aplaudirán a Franco y Silvio después del voto. Sus sonrisas perdurarán en el aire. La salida, para ellos, es signo de un triunfo. 

Una señora que hace la cola para entrar al cuarto oscuro pregunta: “¿Están capacitados para votar?”. Le llama la atención que una persona con padecimientos mentales pueda emitir un juicio razonable sobre los candidatos electorales. El abogado se detiene a explicarle. “Mucha gente se sorprende. Y si bien estamos hablando de un número menor en relación a la cantidad de internos que podrían votar, de acá hacia el futuro esa cifra aumentará. Esta experiencia también se hace en algunos lugares de Buenos Aires y nuestra idea es que se expanda hacia todo el país”, reflexiona Capurro Robles y tira un dato: en las PASO, votaron entre 50 y 70 usuarios, el total de la suma entre los que salieron con compañía de trabajadores del hospital y entre los que salieron por su cuenta, acompañados de familiares. Ahora, el abogado se imagina un panorama semejante. 

Para Capurro Robles, el voto es una expresión de algo mucho mayor: que las personas con padecimientos mentales se construyan como sujetos de derecho. Que ejecuten actos de autonomía. Que sean tenidos en cuenta por los políticos. Para quebrar, de ese modo, frases como “los pobres y los locos no importan porque no votan”. Una frase que, dice, quedará en el olvido.

“El tema del voto lo fuimos trabajando en conjunto con los servicios de salud, para que se les informara a los usuarios respecto de su derechos. Después, hicimos las gestiones para garantizar que aquellas personas que se encontraban en condiciones de salir a votar, contaran con la documentación y requisitos necesarios”, explica el abogado y cuenta cómo le costó luchar contra las trabas burocráticas de los expedientes sanitarios y judiciales. 

A través de una articulación con la Defensoría del Pueblo de la CABA (mediante el programa “Yo quiero votar”) se acordó que este organismo les asegurara el traslado desde el lugar de internación hasta las mesas de votación. “Es una experiencia piloto, minoritaria, pero que tiene un gran peso en el contexto de que son personas que están muy relegadas con respecto a las cuestiones de ciudadanía política. No tenemos duda que a partir de la experiencia del voto, ahora se las tendrá en cuenta”, se entusiasma Facundo.

Franco y Silvio regresan al hospital Alvear. En breve almorzarán. “El voto me alegró el día”, dice Silvio, mientras le muestra el troquel del voto a un empleado de seguridad. Después se acercarán otros compañeros de habitación. Silvio nunca dejará de sonreír. 
 

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