Tres de las víctimas eran de nacionalidad paraguaya. Dos de ellos tenían causas por infracción a la ley de drogas, pero habían sido absueltos. Fueron atacados el jueves por la noche en un bar de la Villa 1-11-14 por dos hombres que dispararon luego de anunciar que eran policías.
La bebida y las conversaciones quedaron congelados el jueves en un pool de la manzana 26, del lado “paraguayo” de la villa 1.11.14, cuando dos killers entraron, bajaron a tiros a casi todos los parroquianos y desaparecieron. Según pudo reconstruir la justicia, cerca las 22.30 llegaron dos hombres armados. Uno se quedó en la puerta haciendo de campana y el otro llegó hasta el mostrador del local. En sólo unos segundos interminables, los asesinos abrieron fuego. “Refirieron ser policías, de Investigaciones, pero no aclararon de dónde. Y dispararon de forma indiscriminada”, contó a Infojus Noticias una fuente policial que participa en la investigación.
El pool era muy precario: un local muy pequeño y abandonado, con apenas una mesa para jugar y algunas otras para tomar alcohol. Los investigadores están casi seguros de que cuando entraron los sicarios había en el bar siete personas. Las ráfagas que soltaron terminaron con la vida de cinco: Hugo Herrera (43) y José Daniel López (21), ambos argentinos; Amado Benítez Fernández (47), Miño Altagracia Ferreira (50) y Rodolfo Martínez (52), tres paraguayos que tomaban cerveza alrededor de una mesa destartalada.
Había otras dos mujeres que salvaron el pellejo refugiándose debajo de las mesas. Ambas declararon hoy en la fiscalía de Pompeya y Parque Patricios que conducen los fiscales Adrián Giménez y Marcelo Munilla Lacasa. “Las testigos no pudieron aportar mucho. Cuando fueron los tiros se tiraron debajo de la mesa y ni siquiera pudieron dar una descripción fisonómica”, explicó una fuente de la investigación. “Alguien tiene que haber oído los tiros, pasado por la puerta, asomado a ver qué pasaba”, agregó.
Una fuente calificada de la investigación reveló aInfojus Noticias que los ejecutores de la masacre aún están lejos de ser capturados. “No estamos cerca. Lo que está claro es que no entraron a robar, que no fue una gresca de borrachos, llegaron a matar. Entraron y empezaron a los tiros. No sé si buscaban a uno, a tres o a siete”, consideró. Y agregó que también se preguntan cuál era el vínculo entre los cinco muertos, si es que había alguno. Y por qué los eligieron para matarlos.
El llamado a Gendarmería llegó un rato después de la balacera. “Yo vi movimiento de gendarmes, empezó a sonar la sirena, y se empezaron a amontonar en Rivera Indarte, una de las calles laterales de la manzana 26, a metros de Perito Moreno”, describió un vecino de la villa que vio el despliegue con sus ojos.
Los efectivos encontraron en el lugar doce vainas y restos de plomo. Los heridos –dos llegarían sin vida al hospital- ya habían sido trasladados al Hospital Piñero y Penna en camionetas particulares. “Iban en dos camionetas Kangoo, y habían sacado pañuelos blancos por la ventana. Iban, supongo, al hospital Piñero”, agregó el vecino.
Además de la actuación de la seccional 34 de la Policía Federal y los testimonios de las mujeres que sobrevivieron a la masacre, los fiscales pidieron información al juzgado federal 12 a cargo de Sergio Torres. Durante los últimos cuatro años, el juez y su equipo acumularon más de 130 causas por narcotráfico dispersas, entrecruzaron información, armaron bases de datos y trazaron un mapa –precario, parcial- del narcotráfico en la ciudad de Buenos Aires.
Ninguna de las víctimas, ni por nombres ni por apodos, había sido investigada en ese juzgado. Tampoco en la fiscalía de Pompeya, donde cuentan con una base de datos artesanal que armaron cruzando nombres y apodos que se repiten en Barracas, Zavaleta o el Bajo Flores. Sin embargo, dos de los paraguayos asesinados tenían causas abiertas por infracción a la ley de drogas 23.737 en otros despachos de Comodoro Py. “Las dos causas estaban archivados y ambos habían sido sobreseídos”, detalló a Infojus Noticias un funcionario de la justicia federal.
Cincuenta muertos en lo que va del año
Los cinco muertos del pool de la manzana 26 engrosan un triste récord. En el mismo momento en que dos hombres aún prófugos los ejecutaban a sangre fría, a unos kilómetros de allí, en la villa vecina, un hombre moría atravesado por un cuchillo y en el mismo enfrentamiento dos hombres eran heridos por armas de fuego. Tan sólo quince días antes, María Teresa Fuentes Martínez caía baleada en un enfrentamiento en la región “boliviana” de la villa, las manzanas 2 y 3. Por ese asesinato hay dos detenidos.
Este año, según los registros que lleva adelante artesanalmente la fiscalía del barrio, ya son alrededor de cincuenta los muertos (la estadística incluye a las tentativas de homicidio). “Todos los años, entre ambas villas de emergencia, tenemos alrededor de medio centenar de crímenes. A veces más, a veces menos. Pero este año todavía nos faltan dos meses y medio”, dijo con un tono preocupado.
La manzana 9, la manzana 26, son manzanas habitadas en su mayoría por paraguayos y argentinos, mandan pequeños clanes que comercializan además la marihuana, y se disputan pequeñas porciones del mercado. La última masacre de esa magnitud había sido en octubre de 2005, en lo que se conoció como la “Masacre del Señor de los Milagros”. Cuando varios francotiradores dispararon sobre una procesión religiosa dejando cinco muertos y ocho heridos.
Había sido una disputa del control y la venta entre los narcos peruanos que llegaron a Buenos Aires promediando la década del ’90 y establecieron en el Bajo Flores lo más parecido un cártel al modo colombiano o mexicano: estructuras trasnacionales que importan la droga y drenan los dividendos para su tierra. Bandas con liderazgo incuestionable y una estructura piramidal, donde los eslabones rasos son fácilmente intercambiables.
Ruti, el cerebro de ese ataque, fue condenado a 18 años de cárcel. Marco Antonio González Estrada, alias Marcos, su contrincante, cayó en 2007, en Paraguay. Aunque siguen controlando la venta de drogas en la porción mayoritaria del territorio, parecen no estar involucrados, al menos por ahora.
“El objetivo es encontrar a los culpables”, dijo una fuente de la pesquisa. “Pero por una cuestión estratégica, si las víctimas formaban parte de una banda organizada, se puede desprender una hipótesis sobre los presuntos autores”, concluyó.