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Infojus Noticias

1-6-2015|17:50|#NiUnaMenos Nacionales
Crónicas de femicidios: hoy Leonilda Carrizo

“Mis nietos están en manos de la persona que los dejó huérfanos”

Sonia Liliana Garabedian apareció muerta a unos 20 kilómetros de su casa, en Catamarca, en 2010. La policía dijo que se dejó morir de hambre y sed. Se había separado de su marido golpeador y quería divorciarse: la semana en que apareció su cuerpo tenía una audiencia para debatir la tenencia de sus hijos. Lola, la madre de Liliana, se encontró con el agresor: "Me dijo: 'Su hija se fue a dejarse morir porque era una loca de mierda'”.

  • Fotos: Alejandro Kaminetzky.
Por: Daniel Riera

El 12 de diciembre de 2010, Sonia Liliana Garabedian apareció muerta en Pantanillo, Catamarca, a unos 20 kilómetros de su casa. Tenía 37 años, dos hijos y un marido golpeador, Roberto Alejandro Barros, del cual vivía separada y quería divorciarse. Esa misma semana tenía una audiencia para debatir la tenencia de sus hijos. La policía dijo que Liliana se dejó morir de hambre y sed. Apenas antes de su desaparición, había sufrido una detención ilegal. Los policías abundan en la familia de Barros: su hermana, por ejemplo, lo es. Pese a todo, la Justicia de Catamarca compró esa versión. Barros llamó a Leonilda Carrizo, Lola, la madre de Liliana, para avisarle que su hija estaba desaparecida recién a los tres días de su desaparición. Entre la desaparición de Liliana y la aparición de sus restos, Barros se llevó muebles de la casa de su esposa. Cinco años después, Lola sigue luchando. Que se haga Justicia le preocupa mucho, por supuesto, pero hay algo que le preocupa aún más: “Mis nietos están en manos de la persona que los dejó huérfanos”.

Lola nunca se resignó. Al cabo de años de lucha, en estos días consiguió que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) examine los restos de su hija. Tal vez ahora empiece a saberse la verdad. Lola va y viene en el tiempo y en los detalles con una velocidad y un orden que cuesta seguir. Habla a borbotones y se detiene sólo cuando la angustia la obliga.

-Vivieron juntos no sé cuánto tiempo y se casaron recién cuando el nene tendría un año más o menos. Yo me vengo a enterar de que él la maltrataba después de que ella estaba casada. Cuando mi hija estaba embarazada de la nena, él le dijo que no era de él. Ella se estaba duchando y él entró y le empezó a patear la panza. Y fue la primera vez que mi hija nos llamó para contarnos. Ahí me entero, también, que él había dejado a una mujer con dos hijos en Catamarca. Tenían una nena y cuando ella quedó embarazada del segundo hijo, él dijo que no era de él, igual que le hizo a mi hija, igual que le hizo con mi nieta. La dejó a la chica en Catamarca y se vino a Buenos Aires. Después se llevó a mi hija a Catamarca. Ya habían tenido episodios de violencia cuando vivían en Lanús, yo después até cabos. Ella iba a trabajar siempre golpeada. Le preguntabas qué le había pasado y te decía “se abrió la alacena, se golpeó con la alacena”. Cuando iba a la casa de ella siempre veía unos clavitos con un alambrecito en la puerta del dormitorio. Después me entero que él la echaba de la habitación y trababa a puerta. Como no tenían un sillón ni nada, ella dormía tirada en el comedor, y al otro día se tenía que ir a trabajar así, mal dormida. Tenían el placar con puertas con espejos, y de repente los espejos estaban rotos. Preguntás qué pasó y te decían “nada, se rompieron”.

Lola recuerda un día en que ella fue testigo de las agresiones que sufría su hija:

–Un día, en Catamarca, yo estaba en la casa, cuidando a la nena, y la nena me cuenta “papá le pegó a mamá y la dejó tirada en el piso”. Al rato entran los dos, él muy enojado. Ella se va directamente a la habitación, él la sigue atrás, yo empiezo a sentir los golpes, entro a la habitación y le digo que no le pegue más. Él me dice: “Usted mándese a mudar que esta es mi casa”. Le digo bueno, está bien, me voy pero antes de irme llamo a la policía. Entonces mi hija toma el celular para llamar ella, él se lo quita, le saca el chip y le tira el celular. Mi hija sale corriendo, va a la cocina, adonde estaba mi teléfono, y llama a la policía, que viene enseguida. Cuando viene la policía, él no le permite ingresar. Le dice que hasta que no viniera su familia no iba a entrar nadie. Él es hijo de un policía jubilado, la hermana es policía, el marido de la hermana es policía y el cuñado de la otra hermana en ese momento era el jefe de la departamental de Catamarca. Nos encierra con llave, no nos dejaba salir tampoco, hasta que viene la hermana policía y la otra hermana. A Liliana la sacan, la meten en la camionetita que estaba en la puerta. La hermana entraba y salía, hablaba con él en la casa, hablaba con mi hija en la camioneta. Hasta que llegó un momento en que la hermana dijo “no va a hacer la denuncia, devolvéle la llave”. Entonces él le lleva la llave a mi hija, y mi hija ya no estaba. La hermana policía [Patricia Barros] dice “entonces fue a hacer la denuncia”. Se agarra la cabeza, y dice: “Cagamos. Si hace la denuncia, cagamos”. Es la denuncia que la llevó a la muerte.

El momento de tensión siguió. Lola recuerda cada frase.

-La hermana le dijo a él “vení que tengo que hablar con vos”. Entraron a la habitación y empezaron a cargar la camioneta con cosas, salían y salían con cosas, hasta que no entró más nada en la camioneta. Al otro día él volvió y se llevó la moto. Ella le dijo: “La moto no, Rober, la necesito para llevar a los chicos al colegio”. Y sí, cargó la moto, arrancó un plasma gigante que estaba en la pared, los acolchados, y la hermana parada en la puerta, como para que mi hija no se acercara a él mientras se llevaba las cosas. Se llevaron todo, todo menos las camas. Él trajo a los chicos, los sentó en su sillón. Les dijo que se separaban, que ellos, aunque él no les diera un peso lo iban a querer igual, que se separaban porque la madre era una puta, que a esa vieja de mierda, por mí, nunca le creyeran nada. Estuvieron hasta las 10 de la noche vaciando la casa. Después apareció de nuevo a llevarse más cosas: sólo dejó en el horno unas pizzeras, un jarrito, y me dijo “qué se siente”. Yo le dije: “Infeliz”. La nena se fue a acostar con la madre, y él se llevó al nene a la camioneta y le empezó a hablar y hablar y hablar, hasta que el nene entró y le dijo: “Me voy a dormir con papá”.

El 5 de diciembre de 2010, Liliana fue a buscar a sus hijos a la casa de su cuñada, Patricia Barros. Discutieron. Los hermanos Barros llamaron a la policía y Liliana fue detenida por averiguación de antecedentes y medios de vida, un procedimiento que se registra cuando alguien está en la calle y se niega a darle datos a la policía, pero absolutamente inusual para una madre que visita a sus hijos en la casa de su cuñada. Al día siguiente, no se explica muy bien por qué, Liliana fue llevada al Hospital San Juan Bautista. Allí se pierde su rastro. La psicóloga del hospital, que le tomó una declaración, dijo que cuando Liliana salió del hospital, Barros la estaba esperando afuera.    

–Ella se tenía que presentar el día 10 de diciembre para la audiencia por la tenencia de los chicos. El día 8 me llama él para decirme que ella estaba desaparecida desde hacía tres días. Agarro el micro y me voy. Ya no quedaba nada directo a Catamarca así que me tomé uno a Córdoba y combiné. Llego allá y el fiscal me estaba esperando. Y mientras tanto allanaron la casa de ella y la casa de la hermana de él, donde él estaba en ese momento. Cuando hacen el allanamiento, la cama matrimonial ya no estaba: él se la había llevado. Mi hija siempre salía con el celular para escuchar música y con un cuadernito donde ella escribía. El cuadernito y el celular los tenía él en su casa. El cuerpo lo encontramos a unos 20 kilómetros de la casa de ella, en la zona de El Pantanillo. La encuentran con una musculosa que estaba impecable, y eso que había garuado. Tiene huellas de haber sido arrastrada. La policía dice que ella se internó a dejarse morir y que murió de hambre y de sed. Su cuerpo no reflejaba eso. Tenía una capa de grasa importante. Ni hubo hisopado de uñas, ni bucal, ni vaginal, el perito dijo que no lo hizo por su avanzado estado de descomposición. Su cuerpo no estaba descompuesto, ni siquiera olor tenía. Cuando pide el archivo de la causa, el fiscal se basa en la inspección ocular de un policía, ni siquiera en la autopsia.

Ahora, después de tanto tiempo, Lola logró que intervenga el Equipo de Antropología Forense. Barros no estuvo preso en ningún momento, ni siquiera le tomaron un testimonio.

-La psicóloga del hospital dice que cuando me hija estaba ahí, él estaba afuera. Él se la pudo haber llevado tranquilamente y haberla hecho desaparecer. Ahora me prohíbe ver a mis nietos. Eso es lo peor de todo. Mis nietos están viviendo con la familia que los dejó huérfanos.

–¿Volvió a hablar con él del caso?

–Una vez que me dejó ver los chicos, me invitó a tomar un café. Quería que fuéramos con la camioneta a buscar un bar y a mí me daba miedo. Le dije: “No, tomémoslo acá en la terminal”. La llamó a la hermana, que vino y se llevó a los chicos. Y él ahí trató de convencerme de que la policía no tuvo nada que ver. El año pasado nos encontramos en la plaza, en Catamarca, y me empezó a gritar de todo. Me dijo: “Su hija se fue a dejarse morir porque era una loca de mierda”. Y me dijo por qué no me dejaba de joder con la investigación, y si quería plata para dejarme de joder. Ahí se me fueron las últimas dudas que me quedaban.

DR/RA

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