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3-6-2015|16:23|Opinión Nacionales
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#NiUnaMenos: "La marcha de hoy puede ser histórica"

¿Qué expresa la alquimia de este espíritu movilizante? Entre tantas cosas, que las mujeres no están dispuestas a seguir soportando el ordenamiento de sus relatos vitales. "Los nudos de las políticas públicas y el sistema de administración de justicia que se implementen serán centrales para definir un nuevo esquema institucional, que permita revertir esas relaciones de poder desiguales entre varones y mujeres. Y garantizar a todas una vida libre de violencia".

  • Leo Vaca
Por: Roxana Sandá

Algo se está gestando en esa alquimia de convocatoria masiva que es Ni Una Menos, tres palabras definiendo el territorio profuso con que están hechos los reclamos de niñas, adolescentes y mujeres hastiadas del dolor de ser a medias, o partidas en mil pedazos, hasta ya no ser. Esta vez no hay lugar para retóricas, porque los reclamos feministas históricos, los aggiornados o atravesados por la tecnología, los resignificados desde las redes sociales, van a cristalizarse en miles de voces, rostros y cuerpos dispuestos a hacer circular una energía impulsada por las demandas de las víctimas, de sus familias, de las hijas e hijos de aquellas que ya no están porque fueron despedazadas, quemadas, enterradas o descartadas como basura. La pregunta entonces viene a cuento: ¿El asesinato de Chiara Páez fue el disparador o la consecuencia de ese hastío al advertir un femicidio cada 30 horas?

La jornada frente al Congreso nacional y el posterior desplazamiento a Tribunales gritan la necesidad de exigir transformaciones urgentes, que garanticen la vida a las mujeres y a sus afectos, casi siempre víctimas por expansión y a lo largo del tiempo. Los hijos de Rosana Galliano deben convivir con el hombre que mandó a matarla. Los días del padre de Carolina Aló transcurren entre amenazas recibidas, mientras dedica su vida a impedir que Fabián Tablado vuelva a hacer daño a otras mujeres. Melody, la amiga de Melina Romero, testigo protegida de la violación y el asesinato que presenció, se siente en peligro desde que asesinaron al custodio que la cuidaba.

La consigna-demanda tuvo su origen un año atrás, cuando se cumplieron diez años de la desaparición de Florencia Pennachi, y se replicó en marzo, durante un maratón de lectura contra los femicidios en el Museo del Libro y de la Lengua. Trasciende las redes sociales y cruza el umbral  localista para replicarse en un centenar de ciudades de todo el país. Porque la violencia es de un federalismo global, enquistado  a fuerza de silenciar bocas y ocultar heridas.

El espíritu movilizador viene a expresar que las mujeres no están dispuestas a seguir soportando el ordenamiento de sus relatos vitales, ni la regulación de sus deseos y sus placeres. Muchos y muchas de los que se fotografiaron con el hashtag #NiUnaMenos proceden de una narrativa previa  cuanto menos miserable, según la cual las polleritas se cortan con tijera, las adolescentes deberían evitar salir solas de noche o demasiado acompañadas de madrugada, las niñas no tendrían que andar quebrando las cinturas o mostrando demasiado sus pieles en las selfies; y las madres, al cabo, deberían cuidarlas más.

Son recorridos perversos del relato mediático que introducen un sentido de proceso irreversible y actúan como un mecanismo punitivo a priori, que la Justicia suele avalar. La marcha posterior a Tribunales sirve para marcar la cancha a los tecnicismos y a viejos argumentos judiciales teñidos de burocracia, que eximen de pena a los culpables y vulneran aún más a las víctimas cuando sólo ven puertas que se cierran.

“La muerte no es solamente dejar de respirar”

Mientras esto ocurra, en la Argentina seguirán muriendo mujeres, trans y travestis a manos de la violencia machista; miles continuarán desaparecidas por las redes de trata y más de 300 fallecerán  cada año por abortos clandestinos. “Hay que luchar para que le den bola a la mujer cuando hace la denuncia”, decía a esta agencia el padre de Andrea Pajón, asesinada el 27 de agosto de 2008 por dos sicarios contratados por su marido, Claudio Sartal. Un día antes, no le habían tomado la denuncia en una comisaría de la mujer.

A la médica Andrea Karina Vázquez una disposición arbitraria de la Justicia le impide ver a sus tres hijos cuando y donde lo desee, imponiéndole medidas restrictivas que sólo pueden aniquilar el vínculo. Los chicos conviven con su progenitor, un personaje influyente del sur del conurbano sobre quien pesan 14 denuncias por violencia familiar. En su cuenta de Facebook, Karina Vázquez dice que hoy marchará una vez más “para que no haya #NiUnaMenos. Tengo plena conciencia de que esa próxima mujer muerta puedo ser yo. No tengo miedo, han intentado matarme. Porque la muerte no es solamente dejar de respirar. La muerte es dejar de estar viva. Yo estoy viva, de pie, y no me callo, grito. La manera más perversa de silenciarnos es arrancarnos a nuestros hijos”.

Hoy puede ser una oportunidad grandiosa y a largo plazo, no sólo en la manifestación pública de la indignación frente a la violencia sexista, sino en el hecho de constatar, al fin, de que lo convocante no es un tema exclusivo de las mujeres. Se reclama la implementación con recursos y monitoreo del Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de la violencia contra las mujeres, que establece la Ley 26.485; que se garantice el acceso de las víctimas a la Justicia; que se elabore un Registro Oficial Único de víctimas; que se aplique y profundice la Educación Sexual Integral en los diversos niveles educativos de todo el país, y que además del botón antipánico para las víctimas, se garantice su protección con el monitoreo electrónico de los victimarios.

La violencia de género es una violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Afecta a las mujeres porque desconoce el ejercicio pleno de sus necesidades y sus goces, pero  además porque las discrimina y ningunea. Los nudos de las políticas públicas y el sistema de administración de justicia que se implementen de aquí en adelante serán centrales para definir un nuevo esquema institucional, que permita revertir esas relaciones de poder desiguales entre varones y mujeres. Y garantizar a todas una vida libre de violencia. 

MEL

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