En abril de 1987 fue arrestado por los delitos vinculados al Terrorismo de Estado y fue dado de baja del Ejército. De ideología nazi, fue jefe de torturadores del centro La Perla. Obsesivo de su imagen, sus víctimas lo recuerdan como un verdugo feroz.
“Cuando pararon de torturarme trajeron a mi mujer con su pantaloncito celeste, su pancita de cinco meses de embarazo y la acostaron cerca. Fue cuando lo vi a Barreiro con la picana en las manos. Iba hacia ella. Mientras me seguían torturando vi que la circundaban. Y ahí no pude soportar... y grité ¡basta, basta!”, fueron las estremecedoras declaraciones de Piero Ítalo Di Monti, sobreviviente del centro clandestino La Perla, en el juicio que se desarrolla en la capital cordobesa.
Barreiro es el exteniente Ernesto Guillermo Barreiro, uno de los 45 imputados acusados por delitos de lesa humanidad en perjuicio de 416 víctimas en el centro clandestino cordobés. De ideología nazi, fue jefe de torturadores de La Perla. Sus víctimas lo recuerdan como un verdugo feroz. Junto al represor Gustavo León Von Diedrich conformó la "Logia Integralista", que sumaba cientos de oficiales fascistas de todo el país y que era liderada por el coronel Mohamed Alí Seineldín.
En abril de 1987 fue arrestado por los delitos vinculados al Terrorismo de Estado y fue dado de baja del Ejército. Rechazó presentarse ante el Tribunal y los militares del cuartel donde estaba arrestado lo apoyaron. Al mismo tiempo, otros cuarteles fueron ocupados por militares que pedían una solución política de los juicios abiertos ante la magistratura ordinaria.
El expresidente Rául Alfonsín se presentó en Campo de Mayo y dio fin a la rebelión conocida como levantamiento carapintada encabezado por el coronel Aldo Rico. Semanas más tarde, se aprobó la Ley de Obediencia Debida que ponía fin a los juicios contra los militares de grado inferior al de general de Brigada y Barreiro quedó libre. Sin embargo, fue denunciado en los juicios de Italia y España.
En 2004 huyó del país junto a su familia para evitar una captura dispuesta por la justicia, después de la derogación de las leyes de impunidad. En 2007 se descubrió que vivía en un coqueto pueblo de Virginia, Estados Unidos. Fue deportado y extraditado a la Argentina. Estuvo preso en Campo de Mayo hasta la apertura del juicio, en diciembre de 2012. A sus 66 años nunca recibió condena, pero cumple arresto en la cárcel cordobesa de Bouwer.
Los testigos del juicio lo califican a Barreiro como un ideólogo de la máquina de matar y un perverso. El miércoles pasado declaró por cuarta vez - fue el único imputado que amplió varias veces su indagatoria. Lo primero que hizo fue sacar una foto del general Juan Perón y recordó el Día de la Lealtad. Al dorso de la imagen se exhibía la figura de José Ignacio Rucci, asesinado en 1973.
“¿Te gustó la orgía de sangre que hicimos con tu hermano?”, le había dicho Barreiro a Jorge De Breuil, detenido en el centro clandestino. El torturador se refería a los fusilamientos de Gustavo de Breuil, Miguel Hugo Vaca Narvaja y Arnaldo Higinio Toranzo, todos militantes montoneros.
El método criollo de la fábrica de muerte surgía del trabajo de inteligencia. “Un individuo era torturado de distintas formas: dolor, aislamiento, inmovilidad, el no ver ni poder hablar y estar un ambiente donde se escuchan los gritos de dolor. Ellos hablaban de círculos mediatos e inmediatos para conseguir información”, recordó Di Monti.
Sobre Barreiro, le atribuyó un rol de ideólogo, quien “quiso hábilmente sintetizar” la formación represiva de la estadounidense Escuela de las Américas y la contrainsurgencia francesa.
Trajes impecables y uñas cortas
En la fábrica de matar era también conocido con los alías Nabo, Hernández, Rubio y Gringo. “Barreiro insistía en que había una escuela criolla. Una escuela propia. Él nos podría dar cátedra de tortura”, afirmó Di Monti en el juicio. Desde el banquillo, el represor se sentía orgullo, se jactaba con sonrisas libidinosas. “En eso está la desaparición, como una creación extraordinaria. Una creación argentina”, dijo el sobreviviente.
El represor nació y se crió en Bahía Blanca. Llegó a Córdoba a fines de 1975 con el grado de teniente para comandar en el Destacamento de Inteligencia 141 donde estuvo hasta fines de 1979 cuando ya tenía el cargo de Capitán.
Es un obsesivo de su imagen, siempre va a las audiencias con trajes caros, a veces luce moño. Le gusta posar para las fotos haciendo la V peronista. Su tic es mirarse todo el tiempo las uñas de las manos, le gusta tenerlas limpias y cortas. A veces se lo ve hablar con el represor mayor, Luciano Benjamín Menéndez, aunque no compartan ideología – Barreiro se define como nacionalista de derecha y el exgeneral como un gorila liberal- pero sí el goce de torturar y matar. En una de sus declaraciones expuso con diapositivas, citó a Shakespeare y explicó las insignas militares.
Uno de los pilares de Barreiro es su esposa, Ana Delía Magi, con quien tiene cuatro hijos. Ella asiste a la mayoría de las audiencias con la foto de un asesinado por la guerrilla y con flores blancas como contraparte de los claveles rojos que llevan los familiares de las víctimas. Es una de las que acompaña a la activista Cecilia Pando en sus protestas porteñas.
Cuando terminó la audiencia que declaró Di Monti, el torturador lo llamó por su apodo: “Tano, Tano”. Quería hablar con él. Piero se fue sin siquiera mirarlo.