El pintor Sergio Tosoratti escuchó emocionado por la radio la noticia de la restitución del nieto 114 y tres días después encontró la foto del abrazo entre Estela de Carlotto e Ignacio Guido Motoya, Decidió que tenía que sumarla a su serie de “Abrazos” donde ya estaban Néstor y Cristina, Perón y Evita, Chávez y una indígena, y Lula y Dilma.
Pintó el cuadro en dos semanas, sin boceto. La imagen la había visto en una foto: Estela e Ignacio Guido, abrazados. “Quería captar la energía de ese abrazo: esos rojos potentes atrás, con los azules”, dice Sergio Tosoratti en su taller de pintura. Ahí mismo escuchó por radio la noticia que lo conmocionó y recuerda que en el programa de Héctor Larrea estaban todos llorando. Tres días después, encontró la foto del abrazo y decidió que tenía que sumarla a su serie de los “Abrazos”: Néstor y Cristina, Perón y Evita, Chávez y una indígena, Lula y Dilma. “Ese día pensé en tres cosas: en que la lucha que se pierde es la que se abandona, en cuando deseas algo mucho y obras en consecuencia las cosas se terminan dando y en que muchos deben haber puteado cuando vieron a Messi y a la selección nacional con las abuelas. Mirá qué groso cuando llevás algunas cosas al terreno de lo popular”, dice y su tono de voz cambia, parece que vuelve a esa tarde de principios de agosto pasado. Su cuadro sería el regalo que recibiría la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo al ser distinguida como "Ciudadana Ilustre de América Latina".
Tosoratti nació en 1969 y cuatro años después fue con sus padres hasta una casa en Gaspar Campos al 1000, en Vicente López. “Me llevaron a ver a Perón. Es que la política era y es una parte fundamental de los almuerzos, de los domingos. Viví empapado de política. Mis viejos tienen amigos exiliados y desaparecidos. En mi familia no todos son peronistas y escuché distintas visiones. Así fue construyendo mi ideología, mi pensamiento”, explica en ese cuarto donde se amontonan cuadros, distintas colecciones: “Argentina” (puertos vacíos y barcos a media agua), “Líderes latinoamericanos” y “Postales del peronismo”.Hace diez días, la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) nombró a Estela Carlotto "Ciudadana Ilustre de América Latina". Se hizo un acto en Montevideo, que organizó el embajador argentino en ese organismo, Juan Manuel Abal Medina. La premiaron por “su perseverante tarea en la promoción y el respeto irrestricto de los Derechos Humanos así como a su permanente lucha por la Memoria, Verdad y Justicia" y le dieron el cuadro de Tosoratti.
-¿Cómo nació la serie de “Abrazos”?
-Primero surgió el retrato de Cristina, que hice cuando se murió Néstor. Quise hacerle un mimo y pinté el cuadro. Mientras lo pintaba vi la foto del abrazo post crisis del campo y lo vi como una explosión de energía y lo pinté. Empecé a pensar en que el abrazo es algo universal, que se puede encontrar en cualquier lugar del mundo. Dónde pones el abrazo, ponele de Maradona con Caniggia, eso conmueve. El abrazo en sí conmueve, produce algo. Después del abrazo de Néstor y Cristina pinté el del Perón y Evita, del día del renunciamiento. Y empecé a ver abrazos a lo largo de la historia y me pareció que era muy interesante la fusión de las dos personas abrazándose. Y ahí fueron surgiendo otros abrazos.
-¿Ese es el desafío?
-Sí. Antes era el desafío del parecido pero ahora eso no me interesa tanto. Si bien se tienen que parecer, me interesa más verlos ahí, en ese momento, captar esa atmósfera. Me interesa que funcione como una forma de llevar nuevamente a la gente a ese momento.
-¿Y cómo recrea el fondo? ¿Por qué eligió rojos y azules para este cuadro?
--En el rojo simbolicé la vida porque quería que tuviera mucha vida y le puse mucho rojo. Pero mi hija se llama Azul y para mí la vida también tiene azul y le puse los azules.
El abrazo de Estela e Ignacio es un cuadro más en una línea de tiempo que construyó a pinceladas. Hace quince años, los cuadros que salían de su taller eran otros: la serie “Argentina”. En esos cuadros hay puertos vacíos y barcos flotando, medio escorados, autos oxidados. “Lo que vivía en el menemismo era parte de un proceso que había comenzado con el golpe de Estado. Recuerdo aquello de ramal que para ramal que cierra, la clausura de los talleres ferroviarios”, dice Tosoratti. Esos eran los cuadros que pintaba en un rincón del taller de tornería en el que trabajaba, donde fabricaba rulemanes. Poco después se empezaron a importar piezas y se encargaba de hacerles la adaptación para los autos argentinos.
Dividía su tiempo entre el taller de tornería y su taller, y su formación en la histórica Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. En el camino que recorría diariamente, de su casa a taller y del taller a la escuela, empezó a recoger las imágenes de autos y barcos oxidados. Sacó muchas fotos y las fue pasando a la tela. Ahí nació la idea del óxido como una forma de medir el paso del tiempo.
-¿Cómo se fueron construyendo las series de cuadros que conforman su obra?
-Siempre giró en torno a la denuncia. Pinté puertos vacíos de gente, barcos abandonados y acumulaciones de autos que mostraban la destrucción de la industria nacional. Mi obra siempre tuvo un contenido contestatario. Ahora siento que con mi obra puedo ser un relator de la historia que estamos viviendo. Y eso es lo que me propuse cuando estudiaba.
-¿Qué se propuso?
-En mi formación fui a ver muchos cuadros ¿Qué son los cuadros de Goya? Los reyes, los sirvientes, los fusilamientos. Ver Rembrandt era ver la etapa monárquica o ver Quinquela y sus puertos llenos de gente. No veo mucho sentido pintar por fuera del relato histórico. Este cuadro, espero, va a quedar como relato de ese encuentro y espero haber podido captar la energía de ese abrazo: esos rojos potentes atrás, con los azules.