El prestigioso economista sostiene que Estados Unidos siempre cobró sus deudas en América latina: en el pasado, a través de invasiones territoriales o de amenaza de distinto tipo. Hoy, con la globalización financiera: “La forma de garantizar el pago de sus acreencias es que la jurisdicción de sus inversiones esté en EE.UU”, aseguró a Infojus Noticias.
Destacado como profesor e investigador de la historia económica latinoamericana, Mario Rapoport repasó con Infojus Noticias las estrategias de los países latinoamericanos para afrontar el problema de la deuda externa y el riesgo de la pérdida de soberanía frente a los especuladores financieros. Los primeros intentos, a fines del siglo XIX y principios del XX, del jurista argentino Carlos Calvo y del canciller Luis María Drag, para frenar el avance del capital sobre la soberanía de los países latinoamericanos.
-A fines del siglo XIX y principios del XX ¿qué estrategias se dieron los países con menor desarrollo para enfrentar el problema de la deuda externa?
-En el pasado Argentina dio un ejemplo con las doctrinas Calvo y Drago. Carlos Calvo era un jurista y diplomático argentino que, a principios del siglo XX, planteó que los pleitos que las empresas de otros países tuvieran con los países latinoamericanos debían resolverse donde se realizó la inversión. Es decir, ante la justicia del estado receptor y ante la jurisdicción local, en razón del principio de igualdad de los Estados (que uno, por una cuestión de poder, no tuviera más injerencia que otro) y de que los inversores extranjeros no gozaran de mayores derechos y privilegios que los nacionales. Esta cláusula llegó a incluirse en las Constituciones de Bolivia, Honduras, y Venezuela, por ejemplo, pero Estados Unidos nunca terminó de aceptarla. En política exterior ellos siempre fueron intervencionistas.
-¿Y la doctrina Drago?
-En 1902, el canciller argentino Luis María Drago pidió en nota a la Cámara de Representantes de Estados Unidos que se manifestaran contra el uso de la fuerza para el cobro de la deuda pública de los países de América Latina. En ese momento, Alemania, Italia y Gran Bretaña asediaban las costas de Venezuela para exigirles el pago de la deuda. EE.UU. se negó. Y, dos años después, el presidente norteamericano Theodore Roosevelt respaldó la intervención de las potencias para el cobro de las deudas. Después, con la doctrina Monroe, directamente mandaron una flota a la República Dominicana –donde había una deuda importante- y empezaron la política del “Gran Garrote”, que resultó en numerosas intervenciones políticas y militares en todo el continente.
-¿En qué se distingue la política estadounidense actual frente a las deudas en América Latina?
-En ese momento, EE.UU. intentó cobra sus deudas en América Latina a través de invasiones territoriales o de amenaza de distinto tipo. Un segundo momento viene con la globalización financiera: la forma de garantizar el pago de sus acreencias es que la jurisdicción de sus inversiones esté en EE.UU. Entonces, hay una contradicción entre la soberanía nacional y el régimen que comienza con la económica de la especulación, con el dominio de la moneda norteamericana (después de la segunda Guerra Mundial). La manija la tienen ahora el sector financiero, obligando a los países a firmar esos convenios o directamente atándolos a cláusulas que los ligan a la jurisdicción de Nueva York.
-¿Qué estrategias a nivel internacional se imagina como posibles ahora para enfrentar las apetencias de los fondos buitres?
-Depende del punto de partida. Acá hay economistas neoliberales que colaboraron en la formación de la deuda, por lo tanto son responsables y muchos de ellos tendrían que ser llevados a la justicia, y siguen insistiendo en volver al régimen que nos llevó a una crisis como la de 2001. Esos señores insisten en pagar a los buitres de cualquier forma, aunque esto signifique un costo muy grande para la Argentina, a riesgo que la deuda triplique los valores actuales.
Otra opción es la que se impulsó: la voluntad de pago se mostró con el envío de las remesas para afrontar los compromisos de la deuda reestructurada. En breve muchos países –incluso europeos– van a tener que reestructurar sus deudas, y en realidad los sectores financieros quieren a esos países bajo la férula de sus intereses, a través del Fondo Monetario Internacional y otros organismos internacionales. En definitiva, a ellos nos les interesa cobrar el capital, quieren cobrar su renta anual. Es un mundo rentistas, se manejan como un propietario que tiene 50 propiedades y quiere vivir de cobrar alquileres. De eso quieren vivir, de los alquileres. No invierten productivamente en nuestros países.
-Hay una continuidad en el panorama de la distribución del poder.
-Esto no es nada nuevo: antes, en vez de recurrir a las finanzas y a la globalización económica, recurrían a los cañones. Cambiaron los métodos, pero no sus efectos. Los países tienen un alto grado de soberanía, no pueden ser atacados por un juez de primera instancia de otro país por más acuerdo que tengan firmado, y que encima tienen su origen en gobiernos infames como la última dictadura militar u otros gobiernos con políticas parecidas como los de Carlos Menem y Fernando de la Rúa.
-¿Existen antecedentes de una avanzada de este tipo a través de la justicia local, como la del juez de Nueva York, Thomas Griesa?
-En la década del 90, uno de los fondos buitres que ahora actuó contra Argentina, Elliot Associates LP hizo lo mismo con Perú, cuando ese país entró en default. Compró deuda barata y quiso obligar al gobierno peruano a pagarla muchísimo más alta, ganando muchísimo dinero. En ese momento, un juez de primera instancia también de Estados Unidos –que no era Griesa– rechazó el pedido de ese fondo buitre. Se basó en una cláusula en la Ley de Nueva York que impide comprar acciones o títulos con objeto de usarlos luego para su cobro usurero. Elliot apeló esa sentencia y la Cámara de Apelaciones le dio la razón. Elliot ganó aquella vez y ahora quiere ganar de vuelta. Es falso que la justicia norteamericana sea independiente, el juez de primera instancia que osó cuestionarlos finalmente fue desplazado.