En primera persona, el fotógrafo cordobés cuenta cómo vivió la perfomance fotográfica que hizo el martes pasado en la Plaza de Mayo durante la marcha por el día de la Memoria. "Me pregunto qué corrientes subterráneas nos vinculan, de qué modo el trabajo de los organismos de derechos humanos fue encontrando su cauce en los jóvenes", se planteó.
Algunos comentarios sobre la performance fotográfica llevada a cabo durante la marcha del 24 de marzo de 2015.
En las esquina de Av. De Mayo y 9 de julio
Fui a hacer retratos condicionados, cargados de una subjetividad generada por la pregunta previa: “¿por qué viniste?” Quería saber cómo nos vemos los que consideramos que memoria, democracia y respeto a los derechos humanos son los materiales para construir un futuro mejor cuando nos enfrentamos a nuestros motivos.
Las respuestas fueron diversas y no las grabamos. Ni siquiera tomamos nota de ellas pero voy a citar algunas que puedo recordar textualmente.
“Por la memoria, la verdad y la justicia”, diijo Florencia Sosa, de 18 años, de La Matanza. A su ladopasaban columnas de militantes. Casi ninguno había nacido hace 39 años, cuando se institucionalizaba el terror. Tuve que acercarme para escuchar los detalles del relato porque alrededor sonaban bombos, tambores y trompetas. De cuando en cuando se desataba un baile mezcla de pogo y comparsa.
“Para que el amor venza al odio”afirmó Marina Caruyo, de Saladillo.
Trabaje como un autómata. Pregunté por qué viniste y mientras escuchaba veía como la respuesta iba tomando forma en el gesto, en la mirada.
A Alejandro Chaskile bastó contando que venía siempre. “Por favor ahora ya no pienses, concentrate en la respiración y mirá al lente. Vamos a hacer tu retrato”, le dije.
Santo Amancay, de Salta fue a la Plaza por los derechos de los pueblos diaguitas. Su mirada era firme y serena. Sostenía el mentón ligeramente levantado. Los brazos le colgaban relajados. Llevaba una camisa celeste impecable. El clima era festivo, de encuentro.
“Por los treinta mil para que nunca más”. Era difícil mantener la atención. Verificar que todo funcionara bien, que nadie se llevara un trípode por delante, concentrarse en la toma, capturar lo que quedaba en el cuerpo después de la respuesta.
“Porque no soy un gil”, dijo Marcos. Miró y se comportó como un hombre hecho y derecho, aunque no debía tener más de once o doce años. La marea humana no cesaba. Doblaban por Avenida de Mayo hacia la Plaza.
En Diagonal Norte y Rivadavia
Nos rodeaba otra gente. Ya no se trataba de militantes organizados sino de personas que habían venido solas o con amigos. La ropa era más cara, el pelo acondicionado. Las chicas llevan maquillaje.
“¿Vamos a Puerto Escondido?”, me saludó Fredy, un viejo conocido del exilio en México, y añadió:“vine porque sigo en la misma”. Se paró firme y sonriente mirando a cámara.
La marcha del 24 me devolvió con un claro sentimiento de identificación y afecto por las personas que había entrevistado y fotografiado. Me pregunto qué corrientes subterráneas nos vinculan, de qué modo el trabajo de los organismos de derechos humanos fue encontrando su cauce en los jóvenes y cómo estos tomaron la posta, con pasión, con alegría, terminando así con la perversión del deseo gregario que parecía haberse apoderado de nuestra vida en común.
Res
Cecilia Aparicio
Daniel Sticotti
Florencia Sosa
Juana Feijoo
Jesica García
Lucas Bugosse
Luis Comade
Marina Carullo
Miguel Huarte
Valeria Dicroce
LC