Están en huelga de hambre: le exigen al gobierno porteño que cumpla con la Ley de Urbanización y que declare la emergencia habitacional, socioambiental y socioeducativa en los sitios en los que viven. Cómo pasaron la noche. Las historias de los huelguistas.
Ocho vasos de sopa instantánea. En eso consiste el almuerzo que rigurosamente toman al mediodía los huelguistas, que ya llevan más de 24 horas sin comer. “Estamos bien”, dice Gabriela, una vecina de la Villa Rivadavia 1, del Bajo Flores. Esto recién empieza. “Estamos con fuerzas y vamos a seguir por tiempo indeterminado la huelga de hambre, hasta que nos den una respuesta, porque estamos cansados de vivir en malas condiciones”. Los habitantes de las villas porteñas exigen que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires cumpla con la Ley de Urbanización, y se declare la emergencia habitacional, socioambiental y socioeducativa en los sitios que habitan. Por eso cumplieron su segundo día de acampe en el microcentro porteño.
Pasaron la noche en la gran carpa instalada frente al Obelisco. No es la periferia que se traslada al centro. Las villas están distribuidas por toda la ciudad. Sólo se están haciendo visibles.
Fotos: Martin Di Maggio.
Para dormir, dispusieron camas con frazadas. “Un poco de frío nomás”, dice Leo, de la Villa 31 Bis. “Pero dormimos de un tirón; con el cansancio que teníamos después de todo el día de lucha, nos quedamos dormidos enseguida”, dijo a Infojus Noticias. Celia, en cambio, pudo dormir de a ratos: “Me molestaba la luz de la calle y el ruido de los colectivos”. Donde vive, también la 31 Bis, es más tranquilo, asegura.
Vecinos y compañeros se quedaron para acompañarlos, en bolsas de dormir o directamente sentados en sillas. La consigna para ellos es que, si quieren comer, deben hacerlo lejos de la vista de los huelguistas, para no tentarlos ni distraerlos. A Algunos de ellos les tocará la huelga de hambre la semana próxima. Y así se irán turnando.
Durante el día, una gran bandera de la corriente Villera Independiente con la cara del padre Carlos Mugica divide el interior de la carpa villera. Del otro lado, los huelguistas están sentados, tranquilos. Algunas mujeres tejen, otros conversan, mandan mensajes con el celular o toman mate, que está permitido. “Hacemos actividades para no estar aburridos, para distraernos un poquitos sin cansarnos mucho”, cuenta mientras teje Julieta, de 64 años, la mayor de las huelguistas.
“Hace 20 años que vivo en la Villa 6 Cildáñez y siempre las promesas de que iban a urbanizar, iban a venir a arreglar las cloacas, el agua, la luz, pero nunca se cumplió. Por eso hago la huelga de hambre: tengo seis hijos y nietos y quiero que vivan bien, no en el estado en que están viviendo”, relata.
Además de Gabriela, Leo, Celia y Julieta, también están en huelga de hambre Jonathana, Amílcar, Federico y Ester. La solidaridad de vecinos y familiares forma parte de la organización. “Las compañeras se turnan en mi casa para llevar a mis hijos al colegio, o hacer una compra si es necesario”, cuenta Jonathana a Infojus Noticias. Y ella misma explica la gran mayoría de mujeres que se observa en la carpa: “Es obvio: ¿quiénes somos las que luchamos, las que levantamos los brazos y no los bajamos, las que lloramos cuando nuestros hijos tienen necesidades? Nosotras, las mujeres”, dice. Susana, de La Carbonilla, tiene otra explicación: “Es que los hombres están trabajando; ellos van a venir el fin de semana”.
Mientras circulan los ocho vasos de sopa, afuera, en una gran pantalla sobre la 9 de Julio sonríe la señora de los almuerzos. La gente pasa por el microcentro. Algunos se detienen, preguntan o firman un petitorio. Así transcurrió el segundo día de la carpa villera frente al Obelisco.