La Secretaría de Derechos Humanos presentó un amicus curiae en el que plantea que la mujer boliviana no contó con las garantías de igualdad ante la justicia. Reina está en prisión domiciliaria hasta que Casación resuelva la apelación que presentó la defensa.
A Reina Maraz el Tribunal Oral Criminal 1 de Quilmes la condenó a perpetua por el asesinato de su esposo Limber Santos. Cuando escuchó la sentencia, el último 28 de octubre, no comprendió qué le decían hasta que una traductora le explicó. Reina es boliviana y se comunica de manera fluida sólo en su lengua materna, el quechua. La mujer está en prisión domiciliaria hasta que Casación resuelva la apelación que presentó la defensa. Ahora, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación presentó un escrito como amicus curiae en el que plantea que no contó con las garantías de igualdad ante la justicia.
Antes del juicio oral, Reina estuvo detenida –acusada del crimen- en la Unidad Penitenciaria Nº 33 de Los Hornos. Estuvo un año encerrada sin comprender el proceso judicial que la mantenía privada de su libertad. El poder Judicial de la provincia de Buenos Aires no tiene intérpretes en lenguas originarias que puedan garantizar un pleno acceso a la Justicia a los migrantes y originarios. En una visita en el penal los profesionales de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) se encontraron con la situación de Reina. Ahí, comenzaron a acompañarla.
“El Tribunal en lo Criminal Nº 1 del Departamento Judicial de Quilmes ha condenado a Reina Maraz Bejarano sin haber considerado en su sentencia el marco de derechos humanos que goza de jerarquía constitucional y arribando a la sanción que desde esta perspectiva podría considerarse desproporcionada”, dice el escrito
Las juezas Silvia Etchemendi, Marcela Vissio y Florencia Butierrez consideraron que Reina fue responsable del homicidio doblemente agravado. Según las magistradas el asesinato fue premeditado (con la intención de robarle) y con alevosía (porque, según argumentó el fiscal la mujer y un vecino, Tito Vilca Ortiz, se asociaron para atacarlo mientras dormía y lo habrían asfixiado).
Para la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación hubo circunstancias personales que debieron ser atendidas al momento de evaluarse el grado de culpabilidad de Reina. En el Amicus Curiae ponen de relieve la situación de extrema pobreza y poca estabilidad habitacional de la mujer.
También consideraron que las jueces tendrían que haber contemplado que Reina se crió en una zona rural, es analfabeta y pertenece a una comunidad indígena. Tampoco se contempló que era víctima de violencia de género por parte de su marido y toda la familia de él. Para la Secretaría de Derechos Humanos, “muchas de estas condiciones que aparecen mencionadas en la sentencia condenatoria no fueron consideradas desde la perspectiva de los derechos humanos a fin de reconocer la situación de desigualdad en la que se encontraba Reina Maraz Bejarano y esto es de singular importancia toda vez que hubiese permitido arribar a otra resolución”.
La vida de Reina
La causa empezó en noviembre de 2010, cuando el 16 de ese mes, Reina hizo la denuncia por la desaparición de su marido. Cuatro días después la fueron a buscar un grupo de policías de la Bonaerense; por entonces, esperaba su tercer hijo. Estaba embarazada cuando la detuvieron y hasta el séptimo mes estuvo en una comisaría. Después la llevaron a la Unidad 33 de Los Hornos, en La Plata. Por la intervención de la CPM, en abril de 2012 el Juzgado de Garantías Nº 6 de Quilmes anuló la única audiencia en la que Reina declaró durante la instrucción de la causa. Desde entonces, Frida Rojas la asiste y traduce en cada instancia judicial.
Reina llegó a Argentina en 2009. Vino porque su marido Limber así lo quiso, y consiguieron una pieza y trabajo en los hornos de “Chacho”, en las afueras de Florencio Varela, en Buenos Aires. Él trabajaba cortando ladrillos, ella los apilaba; por poca plata, casi nada. Con el tiempo llegó a extrañar su tierra, un pequeño poblado rural en Avichuca, cercano a Sucre en Bolivia, donde no había jueces, ni fiscales y la aplicación de justicia quedaba en manos de un “corregidor”, el representante más viejo de la comunidad. En Argentina, aprendería con el tiempo, no son los ancestros, sino la Justicia con mayúscula y burocrática, la que define sobre la vida y la libertad de las personas.
Cuando comenzó el juicio Reina declaró en quechua y su traductora explicó cada una de las palabras. En su lengua, contó que la vida con Limber nunca fue buena para ella. Lo conoció cuando tenía 17 y se fueron a vivir a lo de la abuela de él; un año y medio después la dejo, con dos hijos –uno de poco más de un año, otro de meses y enfermo-. Limber se vino a Argentina, en 2009 la fue a buscar. La amenazó, le dijo que se iba a llevar a los chicos y la obligó a venir. Antes de viajar la llevó a un “médico”, para ver si en su ausencia mantuvo relaciones con otro hombre.
Reina recordó que a Limber lo quería. Pero contó que cuando llegaron a Buenos Aires, a la distancia se sumaron los golpes. La semana pasada, la presidenta del tribunal Silvia Etchemendi, le pidió a Frida que Reina usara frases breves. Así lo hizo, y solo lloró cuando recordó los golpes. Ahogó el llanto, suspiró, y dijo que Limber se volvía “como loco” y que un día, rompió todo: “los vasitos, las ollitas y la ropa también lo desgarró todo”. Esa vez ella se fue hasta la terminal en Liniers, quería volver a Bolivia. No pudo viajar porque la hermana de Limber tenía sus documentos. Volvió con él y, al tiempo se fueron a vivir a los hornos de ladrillo, en las afueras de Florencio Varela.
Él se emborrachaba y casi no tenían para comer. “Yo estaba flaquita, casi ni cuerpo ni ropa llevaba”, dijo Reina. Le pegaba y mucho, llegó a dejarla inconsciente. Otra vez la ofreció a Tito Vilca Ortiz, un vecino que la violó para cobrarle una deuda a él. Cuando ella le contó a Limber lo que había pasado, él la agarró del cuello y la arrastró de los pelos, mientras decía “te voy a matar”. Esa tarde Reina se desmayó y Limber la tuvo que llevar al Hospital de Varela, donde permaneció internada por unas horas. Vilca Ortiz también estuvo detenido por el homicidio de Limber, pero falleció antes de enfrentar el debate oral.
No fue esa la única vez que Vilca Ortiz violó a Reina. Reina lo denunció con Alberto, el hermano mayor de Tito, como era costumbre en su comunidad. “Este comportamiento de Reina es acorde a sus pautas culturales, a la justicia comunitaria del derecho indígena, que indica que los hermanos mayores deben responder y sancionar a los menores”, escribió en su informe Bidaseca, consultada por la CPM para presentarse como Amicus Curia (amigos del tribunal) en la causa. Sin embargo Alberto justificó a su hermano diciendo que estaba borracho. El día que su marido desapareció, Tito volvió a abusar de ella.