El miércoles por la mañana, desconocidos forzaron las rejas y entraron a la casa del presidente del Comité contra la tortura de Chaco. Lo amordazaron, lo golpearon y lo amenazaron con una picana eléctrica.
“Uno ordenaba y el otro cumplía”, remarca en un diálogo telefónico con Infojus Noticias el presidente del Comité contra la Tortura de la provincia de Chaco, Mario Federico Bosch. Sí señor, no señor: ese era el trato que tenían entre sí los dos desconocidos que el miércoles por la mañana forzaron las rejas y entraron a su casa. Dos días después de que lo amordazaran, lo golpearan durante una hora y media y amenazaran con usar contra él una picana eléctrica, Bosch está casi seguro de que no fue un robo “al voleo”. “Era una estructuración vertical, les vi un arma reglamentaria, se movían con alto profesionalismo y, por ejemplo, no reventaron los cajones que tenía con llave, algo raro si lo que buscaban era plata”, dice. Y agrega otros datos: “me desconectaron el módem en lugar de romperlo”. Bosch denunció el episodio en la Unidad Descentralizada de Atención a la Víctima y al Ciudadano. La investigación quedó a cargo del Juan Martín Bogado.
Nadie que se mueva en ámbitos políticos y jurídicos de la provincia del norte, desconoce a Mario Bosch. Fue querellante en varias causas por crímenes de lesa humanidad contra coterráneos desde la década del ’90. Fue abogado en la llamada Masacre de Margarita Belén, donde fueron asesinados 22 militantes. Es un hombre respetado por su trayectoria en defensa de los derechos humanos. En 2011, junto a Juan Antonio Piñero, recibió el Premio Derechos Humanos Amanda Mayor de Piérola, que entrega todos los años la Cámara de Diputados del Chaco a las personalidades más sensibles respecto al tema. En junio de 2012, fue nombrado al frente del Comité contra la Tortura de la provincia.
Desde que el episodio sucedió, Bosch recibió la solidaridad de diputados, organismos como el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales y otras personalidades. El actual gobernador Jorge Capitanich y el gobernador electo Domingo Peppo, tienen la denuncia en su poder y es posible que el lunes, cuando Capitanich vuelva de un viaje, hagan una declaración conjunta sobre el episodio. “Las investigaciones por memoria, verdad y justicia, y por violencia institucional tienen la misma matriz, van de la mano. Ese día no me entraron a mí; le entraron a todos los abogados de derechos humanos”.
Asalto
El robo fue durante la madrugada del miércoles. Rompieron el enrejado y se metieron en la casa. Primero entró a su habitación un tipo robusto, de 1,75 de altura, con la cara tapada con pasamontañas. Al principio pensó que era una broma de su socio. Después entró el segundo ladrón. Lo golpearon en la cabeza y lo precintaron con las manos en la espalda en menos de diez segundos. Le abrieron la cabeza. Le pedían 50.000 pesos que supuestamente había cobrado. “No los dijo tu socio”, le dijeron. Algo que Bosch dijo que es falso. Se llevaron plata, revisaron los cajones de la habitación, pero no forzaron los que estaban cerrados en otros espacios de la caja y dejaron muchos objetos de valor. “Toda la puesta en escena de violencia fue sólo dentro de mi dormitorio”, cuenta.
En varios pasajes, la cosa se puso pesada. Lo amenazaron con una picana y lo con cortarle un dedo con el alicate que habían usado para cortar los alambres. Antes de irse, uno de los dos dijo:
—Vas a aprender a mirar mejor con quien te metés—. Algunos de los diálogos de los ladrones le hicieron acordar a Bosch a lo que tantas veces oyó las víctimas del terrorismo de Estado en los años ’70.
Investigación
Ayer, a la una de la tarde, Bosch se reunió con la comisaria Analía Ramírez, jefa de la División Trata de Personas de la policial, que encabeza la investigación. Pero la víctima tiene dudas en que se llegue a los autores y al móvil del robo.
En las primeras 48 horas, se cumplieron los pasos de rigor: fotografiaron el interior de la casa, entrevistaron a vecinos, se hicieron croquis y se ordenó el rastreo satelital del teléfono celular desde que fue sacado de la casa —fue el único dispositivo electrónico que se llevaron— hasta que lo apagaron.
También se pidió el registro de la cámara de vigilancia muy cercana, que tampoco lo es tanto: está ubicada en un edificio que está a unos cien metros de su casa. “Tal vez surja ahí la imagen de algún vehículo que permita seguir una pista”, dice, sin demasiada esperanza.
LB/PW