A 17 años del crimen de Sebastián Bordón a manos de la policía mendocina, Infojus Noticias conversó con Miriam Medina, su madre, una mujer que se convirtió una referente de la lucha contra la impunidad policial y judicial y que todos los 12 de octubre organiza una movilización en homenaje a su hijo.
Miriam Medina, la madre de Sebastián Bordón, es una de las mujeres que mayor protagonismo tiene en el grupo de Madres de la Lucha. Tiene un vozarrón que se impone en cada lugar que ocupa y se ganó el apodo de “Tsunami Medina”. A su hijo mayor lo mató la policía de San Rafael, en Mendoza, hace 17 años. “Nosotros decidimos tomar una posición política. A partir del asesinato de Sebastián lo único que me permitía a mí estar viva era luchar por Justicia para él, por mis otros hijos, y para que esto no pase más. Pero no creía más que en mis fuerzas. Hasta que conocí a Néstor Kirchner”, dijo a Infojus Noticias en un entrevista donde repasa el crimen de su hijo, la causa, y la solidaridad de los vecinos, de Madres de Plaza de Mayo, la agrupación HIJOS y de Susana Trimarco.
Sebastián se fue a Mendoza de viaje de egresados. Su novia Verónica le preparó el bolso. Sus hermanos, con 14, 8 y 6 años, lo fueron a despedir. “No me extrañen”, les dijo desde la ventanilla del micro. Ya estando en Mendoza, después de una excusión a Las Leñas, empezó a sentirse mal. Tenía taquicardia y fiebre. Sus maestras no tuvieron mejor idea que dejarlo en un destacamento policial. La madre pudo hablar con él esa noche, y a las 6.45 de la mañana. Al mediodía volvió a llamar. “El atorrante de su hijo se escapó”, le dijo el cabo Esteban Merello, desde el Destacamento de El Nihuil, muy cerca de donde estaban alojados sus compañeros.
Su cuerpo apareció recién 11 días después, un 12 de octubre de 1997, fecha en que cumpliría 19 años. No lo encontró la policía, lo encontraron los vecinos de Miriam. En esa fecha, todos los años, se hace un homenaje a Sebastián. Primero, frente al Destacamento de El Nihuil y después, dos kilómetros risco arriba, sobre un precipicio de 200 metros. Desde ahí vieron el cuerpo de Sebastián en el cañadón del Atuel.
-¿Qué fue lo primero que hicieron, cuando Sebastián no aparecía?
- Juntamos plata y el padre se fue con lo puesto. Tomó el primer avión a San Rafael para buscarlo. Yo desde acá ponía la foto de él en los medios. Fui al Congreso. Golpeé puertas de senadores y diputados que no conocía. Todo lo que iba necesitando el papá de Sebastián yo lo iba tratando de gestionar.
-¿Cómo qué?
-Hubo dos helicópteros que conseguimos, pero cuando llegan a San Rafael no había plan de búsqueda para mi hijo, porque lo tenía la policía. Hay un llamado que dice que vuelvan los helicópteros a Junín porque había datos de Sebastián.
-¿Una pista falsa?
-Era todo mentira. El 7 a la madrugada esperando datos de Sebastián, me acuesto y siento que mi corazón latía desesperadamente y que algo se desprendía de mí. Yo digo que es el momento exacto de la muerte de mi hijo. Eran las 4.20 de la madrugada. Me sigo despertando a esa hora, cada tanto.
Miriam se quedó pegada a los teléfonos porque le decían que su hijo estaba volviendo. Doce vecinos salieron del barrio 3 de diciembre de Moreno haciendo el camino inverso, mostrando fotos de Sebastián en los lugares en los que decían que podía estar. Sin novedades, llegaron a El Nihuil. Ahí también golpearon las puertas, casa por casa.
“Busquen abajo. Cuando a la policía se le va la mano tiran a los chicos al fondo, en las cuevas, en el barranco”, decía la gente.
“El Nihuil cobijó a mi hijo. Fueron solidarios. Hubo testigos: una señora que juntaba lombrices, el señor Reyes que era un puestero que con sus cabras divisó algunos ojotes (unos caranchos que revolotean cuando hay algo sin vida), y Paolete, el baqueano que alquiló los caballos y fue con mis vecinos a recorrer el risco. Desde la plataforma donde homenajeamos a Sebastián divisaron su cuerpo sin vida”, cuenta Miriam.
Al día siguiente del hallazgo, el entonces gobernador de Mendoza Arturo Lafalla relevó a la cúpula de la policía. El comisario Juan de Dios Atencio, jefe de la Regional Segunda, fue reemplazado. Renunciaron el jefe de la policía mendocina, comisario general Eduardo Olguín y el subjefe de la fuerza Ignacio Medina. También el ministro de Gobierno Ángel Cirasino.
La única verdad
Quisieron simular que se había tirado del risco. De ser así, hubiesen encontrado “una bolsa de huesos rotos”. Pero no. Tenía golpes en la cabeza, la clavícula quebrada, los bordes de los brazos mostraban que se había defendido y tenía marcas del palo de la policía. Las pericias demostraron que lo bajaron a lomo de caballo o de mula. “Son las pericias que hizo bien Gendarmería Nacional. Determinaron que su fecha de muerte es entre el 7 y el 9 de octubre”. Estuvo en coma, hubiera sobrevivido con asistencia médica. Sebastián murió de hambre y sed.
El Tribunal sanrafaelino juzgó durante cuatro meses del año 2000 a siete policías y dos civiles. Condenó al comisario Hugo Trentini a 15 años de prisión como el máximo responsable. Recibieron penas de entre 10 y 12 años los policías Daniel Gómez, Roberto Gualpa y Alejandro Cubillos, que eran los recaudadores de Trentini, y fueron los que salieron a buscarlo cuando se escapó del destacamento. Lo golpearon hasta dejarlo inconsciente.
El cabo Esteban Merelllo, acusado de homicidio, recibió dos años por encubrimiento, la misma pena que la parapsicóloga Amanda Ledesma. Dos jefes policiales y un camionero acusados de mentir fueron absueltos.
Trentini recuperó la libertad antes de lo esperado, porque como pasó casi un año en prisión sin condena firme, se le restaron dos años. A los pocos días, la justicia federal lo detuvo por delitos de Lesa Humanidad, junto a otros 25 policías y militares. “Yo digo que mi hijo estuvo en manos de un genocida”, subraya Miriam.
Este año, entre las 150 personas que homenajearon a Sebastián en El Nihuil, Mariano Tripiana, militante de HIJOS, dijo que a Sebastián lo mató la impunidad: Trentini debía estar tras las rejas, cumpliendo condena por la desaparición de su padre. Era quien firmaba la libertad de los desaparecidos. La firma fue reconocida gracias a la labor junto a Alfredo Guevara, un reconocido abogado y militante por los derechos humanos de la provincia.
-¿En el juicio por Sebastián los representó Alfredo Guevara?
-La primera marcha fue a la puerta de la Casa de Mendoza en Buenos Aires, y Hebe de Bonafini nos pasó su teléfono. Armaron el equipo con Diego Jorge Lavado y Carlos Varela. El juez de instrucción de la causa (Waldo Yacante) decía que esto se estaba politizando, y que él iba a defender a su gente: los policías que después fueron condenados. El Gordo Guevara fue clave para reconstruir lo que pasó. Trentini tenía 38 llamadas a su casa el día 7. Yo creo que era el momento que Sebastián se moría y no sabían qué hacer.
-Aportaron su experiencia de la lucha contra los crímenes de la dictadura.
-La lucha no es individual. ¿Qué podría haber hecho nuestra familia en soledad si otra gente no hubiera luchado antes, como las Madres de Plaza de Mayo, los hijos de desaparecidos, los familiares? Uno tiene que tener memoria, saber que otros lucharon antes, y esto nos marca el camino. Hace más de 38 años que hay madres que buscan a sus hijos, y cómo no buscar 11 días a Sebastián. Cada uno de esos días era como cien años. No puedo imaginar la desesperación de Susana Trimarco.
-¿La madre de Marita Verón estuvo parando en tu casa al principio de su búsqueda?
- Sí, a mucha gente acompañamos. Ojalá pudiéramos acompañar a todos, ¿no? Cuando un chico muere acompañamos a los familiares, pero estamos en la prevención. Estamos en condiciones de hacerlo, de hablar como ciudadanas con las fuerzas. Ya lo hemos hecho con la exministra Nilda Garré. Yo he ido a testimoniar en Gendarmería: planteé cómo el gendarme Federico Sandoval mató a Judith Giménez y destaqué las pericias bien hechas con el cuerpo de mi hijo. Somos Madres de la Lucha contra la Impunidad. Nuestro dolor va a estar para siempre, pero lo transformamos en acción.