El TOC 3 de La Plata dio a conocer el veredicto en el juicio por el crimen de cuatro mujeres, ocurrido en noviembre de 2011. Por incidentes, ordenaron desalojar la sala. Los fundamentos se conocerán mañana.
La justicia penal de La Plata condenó al albañil Javier Leandro "La Hiena" Quiroga por el crimen de tres mujeres y una niña, en el denominado "cuádruple crimen de La Plata" ocurrido en el 2011, y absolvió a Osvaldo "Karateca" Martínez, novió de una de las víctimas. Para los jueces, no hubo dudas: Quiroga, que conocía el departamento de las víctimas por haber realizado arreglos domésticos, fue autor de los crímenes de Bárbara Santos (29), su hija Micaela Galle (11), la madre de Santos, Susana De Barttole (63), y una amiga de ésta, Marisol Pereyra (35). De ese modo, desistieron de los alegatos del fiscal y los abogados de las víctimas, quienes habían pedido condena perpetua para ambos.
El epicentro de la última audiencia pasó desaparcibido. No fueron los apenas cinco minutos de lectura de la sentencia, ni los forcejos y los insultos entre familiares de acusados y víctimas ni la tensión de la policía cuando las cámaras acechaban el estrado del tribunal. La escena que fue la síntesis del juicio por el cuádruple crimen de La Plata sucedió antes. En la cara huidiza del fiscal Álvaro Garganta, que llegó casi dos horas después de la hora pautada provocando el retraso de la jornada, se marcó el signo de una dura derrota. Cuando la secretaria del Tribunal Oral en lo Criminal N° 3 de La Plata leyó el adelanto del fallo, el gesto del fiscal fue elocuente: miró hacia abajo y se retiró tan rápido como llegó. Su instrucción, que primero se centró en acusar a Martínez por celopatía y luego varió a la hipótesis de la coautoría homicida con Quiroga, sufrió un revés que jamás olvidará en su carrera: el fiscal, que no dudó en aparecer cuantas veces quiso ante las pantallas imputando a Martínez, aún sin cotejar pruebas principales como el ADN, salió por la puerta de atrás, silencioso, sin el ánimo locuaz que lo tuvo como protagonista ante los conductores televisivos más famosos del país.
Sólo fueron cinco minutos de lectura después de casi dos horas de espera. Sólo se supo que los jueces Ernesto Domenech, Andrés Vitali y Santiago Paolini -en lo que sería, según fuentes judiciales, un fallo unánime- encontraron pruebas suficientes para condenar a Quiroga por la masacre del barrio La Loma de La Plata, en el PH de la calle 28 entre 41 y 42. Allí, el 26 de noviembre de 2011 fueron asesinadas a puñaladas y golpes Bárbara Santos (29), Susana de Bárttole (63), Micaela Galle (11) y Marisol Pereyra (35). Y que, al mismo tiempo, no encontraron elementos objetivos contra Martínez, y por lo tanto, lo declararon inocente. Mañana, a las cinco de la tarde, el tribunal leerá los fundamentos en una audiencia de la que participarán las partes. Allí, tal vez, se conocerá el detalle de la sentencia: si habrá prisión perpetua contra el albañil, por ejemplo, como se rumoreaba en los pasillos. ¿Cuál fue el verdadero móvil? ¿Qué motivos habrían existido para matarlas a sangre fría?
Esas dos preguntas son las que siguen sin responderse. El público que llenó la sala, entre familiares de víctimas y acusados, trabajadores de la justicia y periodistas, se convirtió en el actor principal de la tensa jornada cuando la secretaria adelantó la sentencia. En cuestión de segundos, los familiares de las víctimas gritaron, a lágrima viva, “esta justicia es corrupta, cómplice de la masacre”, “Martínez asesino” y se retiraron por la puerta principal, insultando a los parientes de Martínez. Entonces el presidente del tribunal, Ernesto Domenech, tomó el micrófono y pidió a los policías que desalojen la sala.
Las cámaras de televisión, sin embargo, no respetaron la orden y fueron hasta donde estaba Osvaldo Martínez. En una estampida que incluyó codazos, empujones y hasta trompadas entre agentes y periodistas, reinó el caos en la sala. Domenech miraba atónito, mudo y cruzado de brazos. Hubo quienes cayeron al suelo. Los amigos de Martínez se abrazaban, se daban palmadas en la espalda: había un alivio que contrastó con los nervios de los familiares de las mujeres asesinadas. En la puerta del tribunal, a metros de la calle, la tía de Micaela Galle agarró un parlante de una organización feminista y leyó una carta que había escrito en el desvelo. Escrita en la madrugada, era un anticipo de la desazón: los familiares de las víctimas se imaginaban un fallo desfavorable. El relato cargaba las tintas contra la Justicia: “A mi sobrina la masacraron como a las otras tres mujeres y este tribunal miró para otro lado. Púdranse malditos jueces. Perdimos una batalla pero no la guerra. ¡Basta de femicidios!”. A su lado, Daniel Galle, su hermano, no podía ocultar el fastidio. “Vamos a apelar el fallo. Tengo dolor, no tengo dudas que Martínez fue tan asesino como Quiroga, pero este tribunal es corrupto. Estaban todas las pruebas, no sé qué les pasó por la cabeza para dejar en la calle a un criminal. Se cagan en nuestro dolor”, dijo, y en su voz se representaba una creencia: todos los amigos y parientes de las víctimas, al menos los que presenciaron los más de 70 días de juicio, no dudaron en apoyar la hipótesis del fiscal, aún cuando existieron dudas sobre la culpabilidad de Martínez. Una de ellas, clave en su imputación, fue la del testimonio del remisero Marcelo Tagliaferro, quien había dicho en su primera declaración no haber reconocido a nadie y que días después -testimonio que confirmó en el juicio- no dudó en marcar que había visto a Martínez en el departamento de las víctimas. Que lo había reconocido cuando lo vio en la tapa de los diarios, en las semanas posteriores al múltiple crimen, cuando la instrucción judicial, los abogados de las víctimas con Fernando Burlando a la cabeza y los medios parecían tener certeza sobre el asesino. Pero esa era otra historia: el caso solía estar asociado a un expediente cerrado y la opinión pública sólo se preguntaba por la brutalidad de la escena del crimen.
Sobre este punto, los abogados de Martínez, Julio Beley y Marcelo Mazzeo, dijeron a Infojus Noticias que a partir de ahora, después de la sentencia, “irán a fondo para investigar la posible conexión de Tagliaffero con la escena del crimen”. Piensan que el juicio demostró cómo Quiroga estuvo “dentro del PH” y el remisero “afuera, esperando un rato largo”. Su defendido también cargó las tintas contra dicho testimonio, en una improvisada conferencia de prensa en un bar, a pocas cuadras del tribunal. “Tagliaferro mintió, y este juicio lo demostró. No estoy nervioso, estuve tranquilo desde que empezaron las audiencias, siempre dije que era inocente. Hace tres años vengo sufriendo por esto. Me metieron preso, me hicieron sufrir a mí y a mi familia por algo injusto”, dijo ante su pequeño círculo de amigos. Algunos lo aplaudían mientras agitaban banderas argentinas, cual si estuvieran preparándose para un partido de la selección. Afuera, un grupo de feministas repudiaba su presencia. El enfrentamiento, ante la ausencia de policías, parecía estallar entre las partes.
Ante los micrófonos del país, esos mismos que años atrás lo marcaron como el femicida más temible, Martínez finalizó: “Tengo odio por Quiroga porque mató a mi novia y a las otras mujeres. Pero siempre confié en este tribunal. No guardo rencor por los familiares de las víctimas, sé que si no me quieren es por las ondas expansivas que creó el fiscal. Sólo me llamó la atención que me dijeran asesino, cuando fui el único que le dijo asesino a Quiroga en su cara. Y de la investigación no hay dudas que perdieron tiempo investigándome a mí y que el móvil nunca quedó esclarecido. Quiroga fue a robar al PH, pero hay que ver si hubo más personas. La condena a Quiroga no alcanza para esclarecer realmente qué pasó esa noche”.