Las declaraciones de esta semana coincidieron en dos puntos cruciales: hicieron tambalear la hipótesis del suicidio y confirmaron que la víctima llegó sin vida al hospital.
A Evelyn Lopresti la despertó el timbre la madrugada del 10 de noviembre del 2005. Del otro lado del portero un vecino le avisaba que estaba la policía en la puerta, porque habían intentado robar su auto. Cuando salió a la calle encontró su Fiat 147 lleno de polvo blanco. Le pidieron que lo revisara: le faltaban la rueda de auxilio y un estéreo. Aunque su testimonio se contradijo con la declaración anterior (tomada en 2005, cuando dijo que le mostraron la rueda del auto y un estéreo), esta vez afirmó que en la comisaría no le mostraron los objetos secuestrados y aclaró que nunca se los devolvieron. Lo que sí dijo es que le mostraron un teléfono celular Nextel, que no le pertenecía.
Daniel Migone fue detenido alrededor de las 23.30 horas del día 9 de noviembre del año 2005, acusado de robar pasacasetes. Otros testigos contaron aquella noche en la comisaría novena de La Plata se escuchó al detenido gritar que le devolvieran su celular. Llegó muerto a la guardia del Hospital San Martín, alrededor de la una y media de la mañana. Cuando a Evelyn Lopresti la despertó el timbre ya estaba amaneciendo. No se enteró que habían intentado robarle el auto hasta que la policía apareció en la puerta de su domicilio. Tampoco fue ella quien hizo la denuncia. La querella consideró que la declaración De Evelyn Lopresti es clave para demostrar que no había motivos para detener a Migone. Y que, una vez muerto, los policías salieron a buscar pruebas que permitieran justificar la detención.
En este juicio -que arrancó el 6 de mayo en una causa llena de irregularidades- se intenta probar que no hubo un suicidio, sino torturas seguidas de muerte.Patricia Andrada es enfermera y Luciana Vividoro, cirujana. Estaban de guardia esa noche en que Migone llegó al Hospital de San Martín. Fueron dos de las encargadas de recibir a los efectivos policiales con el cuerpo. En sus declaraciones confirmaron que a la guardia llegó sin vida y que estaba muerto desde hacía varios minutos. Al ser consultada sobre cómo era la metodología por la cual la policía les avisaba que llevaba heridos, la enfermera dijo que lo sabía al escuchar las sirenas, ya que los avisos sólo se daban en el servicio de las ambulancias. Pero no recuerda haber oído las sirenas en la madrugada del 10 de noviembre. Tampoco que Migone tuviese marcas en el cuello, como dicen los policías que quisieron hacer pasar su muerte por un suicidio.
Un efectivo policial que prestaba servicio esa noche es la única persona que, en la misma línea que el imputado Espósito, afirmó haber visto al detenido con la campera de jean atada al cuello. El viernes pasado el tribunal solicitó al testigo que dramatizara la situación en que lo encontró, con una persona del público. Pudo constatarse, una vez más, la imposibilidad de que la víctima haya podido ahorcarse de esa manera. Descontando la pericias forenses que determinaron que Migone murió por “asfixia mecánica compatible con la acción de un tercero” y que presentaba signos de tortura.
Los testimonios de las últimas jornadas complican aún más a los cinco ex policías imputados en la causa. Ya que todos los testigos coinciden en dos cosas: que el cuerpo de Daniel Migone estaba tirado en la celda de contraventores con la campera de jean a un costado (destruyendo la hipótesis del suicidio) y que el detenido llegó muerto a la guardia del hospital.
La querella no descarta la posibilidad de ampliar la cantidad de imputados. “Sabemos que no sobra ninguno. Pero acá falta gente que tuvo participación en los hechos” afirmaron desde la Asociación Miguel Bru, patrocinante de la familia de Migone. Miguel y Daniel fallecieron en la misma comisaría. Durante la jornada de ayer la querella pidió ampliar la imputación a cuatro de los cinco ex policías inculpados, por privación ilegal de la libertad coactiva con resultado de muerte intencional por torturas. El tribunal decidirá en los próximos días si acepta o no la petición. En este juicio quedan dos enigmas por resolverse: qué pasó esa noche en la comisaría novena con Daniel Migone. Y por qué la policía se ensañó en buscar pruebas para “armarle” una causa a un muerto.