El empresario Mariano Perel y su mujer Goldonitsky fueron encontrados muertos con un disparo en la nuca cada uno. Sucedió en Cariló, el 4 de febrero de 2001. A 13 años de las muertes, no hay imputados, detenidos o sospechosos. ¿Fue un doble homicidio o un homicidio seguido de suicidio? Quizás nunca se sepa, porque el expediente sería cerrado en los próximos meses.
Dos muertos. Ningún imputado ni detenido. Ni siquiera sospechosos. Y un expediente judicial de 51 cuerpos a punto de ser archivado. A dos días de cumplirse trece años de la muerte del financista Mariano Perel y su mujer, Rosa Goldodnitsky, en un apart hotel de Cariló, la causa judicial que se tramita en la Fiscalía N° 2 de Dolores no pudo desentrañar el principal interrogante del caso: ¿fue un doble homicidio o un homicidio seguido de suicidio?
“En unos meses el fiscal va a dictar la resolución de archivo”, confió una fuente judicial de Dolores a Infojus Noticias. Para la justicia todavía “no está clara la materialidad del hecho”, pero tampoco tiene más elementos para seguir trabajando. “La causa está inactiva y lleva mucho tiempo sin que se incorpore ningún material nuevo. A pesar de los años y los esfuerzos no se pudo determinar con certeza las circunstancias en las cuales se produjeron las muertes”, agregó la fuente.
Perel y Goldonitsky fueron encontrados muertos con un disparo en la nuca cada uno en la cama de la habitación que compartían en el apart hotel “Puerto Hamlet” de Cariló, la mañana del domingo 4 de febrero de 2001. Primero se habló de un doble asesinato y después se empezó a trabajar en la suposición de que él la haya matado a ella y luego se suicidara. La posición del arma, entre otros detalles, hizo tambalear esta hipótesis, pero no del todo. Muchos de los investigadores creyeron ver en el viaje de Perel a Cariló la excusa perfecta para montar la escena de un doble homicidio. Suponían que, acosado por deudas millonarias, había tomado la decisión de simular el crimen para que sus hijos pudieran cobrar un importante seguro de vida.
Un dato que avalaría la teoría es que cuando la pareja viajaba hacia allá siempre se hospedaba en un lugar con cámaras de seguridad y no en Puerto Hamlet, que no tenía ninguna. Para los investigadores fue un detalle que no pasó inadvertido. “Se garantizaba que nadie registrara si alguien entraba o salía de la habitación y dejaba la duda para siempre sobre si había habido o no una tercera persona”, explicó la fuente judicial.
Los supuestos vínculos de Perel con el mundo de las finanzas, coqueteos con el lavado de dinero, los servicios secretos, el espionaje e importantes deudas se convirtieron en un laberinto al que los investigadores entraron para dilucidar qué había pasado, pero del que no pudieron salir.
En estos años la causa siempre estuvo en la misma fiscalía, pero cambió varias veces de manos, porque por allí pasaron más de cinco fiscales. La primera fue Claudia Castro y el último, Diego Bensi. Los avances, pocos o nulos, siempre partieron del trabajo de los fiscales y sus equipos: los hijos del matrimonio, Jonathan y Valeria Perel, nunca se presentaron como “particulares damnificados” en la causa, ni pusieron un abogado que los representara.
“Hace un tiempo que desde la fiscalía los están rastreando para devolverles todas las cosas que eran de sus padres. Están los palos de golf de Perel, las ropas y otros elementos personales”, explicó la misma fuente. Tras sus declaraciones iniciales ante la justicia, Jonathan y Valeria se sumieron en el silencio. “Lo único que se acercaron a pedir fueron las llaves de la camioneta, un tiempo después de las muertes”. Aquel verano de 2001, tenían 24 y 22 años y eran estudiantes de Cine y Medicina, respectivamente. Los cuatro vivían en el segundo piso del edificio de Juncal al 3158, a metros de la avenida Coronel Díaz, en Barrio Norte.
Un fin de semana en Cariló
El viernes 2 de febrero de 2001 Isidoro Mariano Losanovscky Perel y su mujer, Rosa Golodnisky, llegaron a Cariló pasado el mediodía. Se alojaron en el apart hotel Puerto Hamlet que Rosa, psicoanalista del hospital Italiano de Buenos Aires, había reservado telefónicamente, con su tarjeta Visa, el día anterior. Les asignaron la cabaña 32, a la que llegaron tras subir una escalera de madera que da al aire libre.
El sábado 3 disfrutaron de un desayuno continental en la cama matrimonial, después aprovecharon la pileta del complejo y la paz del ambiente. Más tarde él fue a La Proveeduría, el mercado local, a comprar carnes para un asado a la noche en la parrilla de la cabaña.
Después de cenar en la pequeña terraza donde estaba la parrilla de la cabaña, en medio de una apacible sobremesa llamaron por celular a su hija Valeria. La chica disfrutaba de sus vacaciones en Australia y cuando dio su testimonio ante la justicia afirmó que no notó nada fuera de lo común en la conversación. Entre otras cosas hablaron sobre México, de donde Perel había vuelto la semana anterior.
Quienes los vieron esa noche afirmaron que estaban solos, que no comieron con nadie más. A la una de la mañana, un huésped de otra cabaña pasó por el frente y ya no los vio. La pareja que dormía en la cabaña contigua no escuchó nada. Ni disparos, ni conversaciones, ni puertas que se abrían.
La mañana del domingo 4 una mucama vio las llaves puestas del lado de afuera en la puerta de la habitación pero no le llamó la atención porque era algo que hacían muchos huéspedes. Más tarde, y como los Perel no respondían, fue el gerente del hotel quien decidió entrar. Adentro estaban los cuerpos del matrimonio, acostados en la cama con sus pijamas puestos. Y el balazo en la nuca. A un costado estaba el arma homicida: una pistola calibre 7.65 que pertenecía al financista.
La habitación estaba ordenada y no se registraron faltantes de dinero u objetos de valor del matrimonio. En una mesa estaba la notebook Sony Vaio del financista y cerca de ahí, un papel salido de una impresora (que después se comprobaría que era de la de Perel): “Soy un gringo colaborador del Citibank, muerto por no pagar la coima del City Group”.
“La impresora en la que se imprimió ese mensaje era de Perel, eso fue llamativo. De ahí también se borró una enorme cantidad de mails, lo hizo el día anterior a viajar. Las oficinas que tenía en Capital fueron allanadas en busca de material, pero no se encontró nada que ayude a dilucidar qué podría haber pasado ahí adentro. Se peritaron muchos elementos y algunos de ellos ya también van a ser devueltos a los familiares”, relató la fuente judicial.
Las actividades de Perel como financista fueron desde entonces y hasta hace unos años, cuando se produjeron los últimos movimientos de la causa, el eje central de la investigación judicial. “Lo último que se hizo fue pedir informes a bancos, inversiones, actividades vinculadas al trabajo de Perel. Pero no surgió nada de interés. Sí es verdad que había deudas pero tampoco nada que justificara una cosa así”, confió la fuente a Infojus Noticias.
La despedida fue íntima y en medio de un hermetismo absoluto. No había más de 20 personas y el único que dijo unas palabras, en hebreo, fue el padre de Rosa. El reducido círculo íntimo estuvo ahí, en silencio, como se mantuvieron desde entonces.