Gendarmería y Prefectura dejaron la ciudad de Rosario después de 250 días de intervención. “El problema no es el narcotráfico, sino el delito común y la policía”, dijo Sergio Berni. El secretario de Seguridad destacó que la seguridad ciudadana es responsabilidad del gobierno provincial. Las críticas a la Policía Comunitaria.
La llegada de las fuerzas federales a Rosario, en abril del año pasado, prometía bajar el espiral de violencia que se vivía fundamentalmente en los barrios de Rosario y suplantar a una devaluada policía provincial que aparecía involucrada en asociaciones delictivas. Con el problema del narcotráfico de fondo, se intentó explicar desde el gobierno provincial una tasa de homicidios que quintuplica la media nacional. Y pidieron ayuda a la Nación para intentar pacificar la ciudad que había comenzado el primer trimestre de 2014 sumando un homicidio por día. Hoy, el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, anunció el fin del operativo y el retiro de las fuerzas federales, pero dejó en claro algunos conceptos que difieren, en general, con el discurso de los funcionarios provinciales que atribuyen a la venta de drogas todos los males de la ciudad.
“El problema es el delito común, la violencia y la policía. Y obviamente el gobernador (Antonio Bonfatti) tomó los apuntes necesarios sobre el problema de la Policía y es por eso que esperamos que capacitaran dos mil nuevos agentes que fueron reemplazando a las fuerza federales”. Y destacó que las ciudades más complicadas por la violencia son Rosario y Santa Fe. “Cuando se cruza el Arroyo del Medio (divide Santa Fe y Buenos Aires) la tasa de homicidios baja”.
La intervención en números: Berni destacó que llegaron a Rosario por 45 días y se quedaron por 250. Invirtieron 250 millones de pesos en viáticos y una cifra similar en sueldos. Incautaron 600 armas y secuestraron 13.127 vehículos. Y aportaron 200 móviles al patrullaje, donde sólo había 34.
El anuncio del retiro de las fuerzas federales cayó como un balde de agua fría sobre los rosarinos, que temen que el problema de la inseguridad empeore. La propia intendenta Mónica Fein sostuvo que mantiene conversaciones con la Nación para que las fuerzas federales se queden Rosario, a la vez que gremios vinculados al transporte y sectores empresarios manifestaron su temor por el éxodo federal. Las radios repetían mensajes de vecinos atemorizados porque se iban los federales y el mismo discurso repetían los taxistas. Más allá de los reclamos, hoy sólo quedan 600 gendarmes en Rosario, el Escuadrón Móvil de Victoria y el destacamento de Inteligencia criminal más grande del país.
Berni trazó un mapa complejo del territorio y cargó fuertemente contra el ex gobernador Hermes Binner. Sostuvo que en las primeras intervenciones federales, en épocas en el que el actual candidato a presidente gobernaba la provincia, le advirtieron sobre el grave problema en las fuerzas provinciales, “pero el eligió que se siguieran autogestionando en vez de intervenir”. Y recordó que en el primer operativo que hicieron los federales contra un búnker, encontraron a dos policías en su interior. También destacó la investigación federal contra el ex jefe de Policía Hugo Togniolli, que comenzó cuando era todavía el jefe de Drogas y Binner lo puso de todas formas al frente de la fuerza.
El primer desembarco federal fue en realidad en diciembre de 2013, cuando la Policía había decidido una huelga que amenazaba con convertir la ciudad en tierra de nadie. Berni recuerda la impresión que le causó recorrer Rosario en esa circunstancia. “Nos encontramos una ciudad donde no había una sola autoridad en la calle. Parecen cosas menores frente a los homicidios, pero cuando uno ve motos sin cascos, tres en una moto, autos a contramano, queda en claro que no hay autoridades en la calle. Llegamos e instalamos el patrullaje, el sentido de autoridad, y creo que ahora la Policía de Santa Fe trabajó para hacer su trabajo”, sostuvo.
Berni destacó en todo momento que la seguridad ciudadana es responsabilidad del gobierno provincial y que desde la Nación instalaron dos mil efectivos esperando la capacitación de los policías que iban a reemplazar a los federales, que ya están en la calle.
Sin embargo, el debut trajo varios inconvenientes. Uno de los asesores de Berni explicó, en una de las primeras visitas a Rosario, que es fundamental que la Policía de Prevención no dispare contra vecinos, sino que aparezca como una fuerza contenedora en los barrios. Pero esta premisa se rompió rápidamente.
El primer problema ocurrió en setiembre del año pasado en barrio Las Flores. La Gendarmería se había retirado y la flamante Policía Comunitaria comenzaba a patrullar la zona. Pero en España al 7000, Matías Caballero, de 26 años, recibió un disparo policial en la cabeza cuando intentaba defenderse de una banda que minutos antes había asesinado a su esposa. El disparo no fue mortal, pero dejó grabado a fuego el mal desempeño de “esos pibes asustados” que estrenaban un uniforme. En ese momento, Darío, un vecino de Las Flores sostenía que lo único que había producido cambios en el territorio había sido la Gendarmería. “Ahí fue que hubo paz, que mis hijos podían salir a jugar a la calle, y teníamos la seguridad de que no iba a pasar nada.
Pero cuando llegó la Comunitaria fue como que se liberó todo. “En el día se calman un poco las cosas, o algunos se tirotean lejos de donde está la Policía. Pero se van del barrio a las ocho de la noche y entonces andan a los tiros. De noche no vemos policías”, sostuvo Darío. Y destacó que la Gendarmería estaba a toda hora, “y si había pibes en las esquinas se bajaban, los revisaban y si se estaban drogando les tiraban la droga y los mandaban a la casa. Ahora la Policía Comunitaria pasa por la calle y les importa un comino los que están en la esquina, si están armados o drogándose. Esa es la mayor diferencia que hay”.
Gendarmería y Policía Comunitaria
Este modo de actuar de Gendarmería, que a veces se mostraba violento hacia los pibes de la esquina, y en que en algunos casos valió denuncias por apremios, fue motivo de estudio para la cátedra de Criminología de la Universidad Nacional de Rosario. Una de las primeras lecturas de ese accionar federal es que puso de manifiesto lo desprestigiada que está la policía provincial en los barrios, a quienes los vecinos acusan de corrupta y violenta. Y a su vez, la nueva policía que fue impuesta en los barrios es percibida como “más de lo mismo”. No lograron controlar las zonas en las que patrulla, donde volvieron los tiros de noche y la violencia luego de que Gendarmería dejó el territorio.
A la par de aquellas primeras valoraciones positivas en torno a la intervención de Gendarmería, comenzaron a aparecer relatos cuestionando algunas prácticas: “En general, estos cuestionamientos fueron presentados en términos de prácticas molestas, violentas o abusivas. Registramos relatos de prácticas que legalmente se definen como apremios ilegales y malos tratos”.
Por otro lado, surgió una diferenciación por parte de algunos habitantes entre policía provincial y Gendarmería, que apareció de manera muy marcada y extendida. Diferenciación que realizaron en términos de respetabilidad, autoridad y atribuciones. En palabras de un joven, esto se explica porque “los policías no tienen derecho a hacerte nada porque también andan en la joda (participan de actividades delictivas) y los gendarmes tienen derecho a hacerte cualquier cosa”.
El domingo pasado ocurrió un hecho de abuso policial en barrio Tablada, pero esta vez terminó con la vida de Jonathan Herrera, de 23 años. El joven lavaba su auto en la puerta de su casa, en pasaje Villar y Ayacucho cuando quedó en medio de una persecución. Unos 13 policías corrían a los tiros a un ladrón de 17 años que terminó con un tiro en una pierna tras asaltar una juguetería. Una acción desmedida que no reparó ni en los vecinos que se encontraban en la calle, ni en la posibilidad de evitar una balacera en un barrio populoso. Según la fiscalía, nueve de esos policías pertenecían al Comando Radioeléctrico y otros cuatro a la Policía de Acción Táctica.
La mayoría de los nuevos policías no son de Rosario, sino que vienen del norte santafesino. No conocen la ciudad ni sus problemas y en algunas manifestaciones de su accionar dejan en claro la falta de experiencia para actuar en situaciones donde los ciudadanos comunes se convierten en el blanco del ataque.
Poco meses después del desembarco, comenzaron a aparecer gendarmes en el gobierno provincial. El primero fue el ex comandante de Gendarmería y experto en inteligencia, José Ricardo Spadaro, como secretario de Análisis y Articulación de Procesos Interministeriales en la órbita de su cartera. Después llegó el turno de Gerardo Chaumont al frente de la Policía provincial. Al ser consultado sobre estas designaciones, Berni fue tajante: “No los conozco”. Y agregó que no tienen por qué consultarlo sobre estas designaciones, ya que el gobierno tiene potestad para nombrar a quien quiera.