Jorge Cristian Martínez Poch se puso de novio hace dos meses con Vanesa Rial, en La Plata. A los pocos días se mostró violento. Cuando ella se quiso separar, él la secuestró durante cinco días. Las hijas también lo denunciaron. La justicia amplió su imputación a "corrupción agravada de menores, y abuso sexual gravemente ultrajante para las víctimas".
De los vecinos que escucharon los gritos, que se imaginaron que ese hombre de chaqueta negra y cuerpo fornido, conocido en el barrio por sus autos último modelo, estaría en algo raro, hubo alguien que mucho antes ya se había asustado.
-Una noche lo vi trepar al balcón. Pensé se había olvidado las llaves, pero su cara era de terror.
Julio vive enfrente del departamento de 23 entre 59 y 59, en el barrio del Parque Castelli, de La Plata. Allí reside Jorge Cristian Martínez Poch, de 49 años, viudo desde 2000, padre de dos hijos. Hacía más de un mes, una mujer morocha, abogada, diez años menor, se había ido a vivir con él. Julio juega al fútbol en el Parque y varias veces lo vio a Martínez Poch. Pegaba frenadas bruscas. O se lo escuchaba hablar fuerte con su celular.
Todo ocurrió rápidamente. En el edificio de Poch, hay quienes decían que era amable, otros apenas lo habían visto en el día, y algunos le tenían mala espina. Pero nadie duda que, desde su departamento de planta alta, en las últimas semanas sucedieron movimientos sospechosos. A Emilia, una de las vecinas, le llamaba la atención que la novia de Poch no saliera a la calle. Solía encontrarla en el supermercado. Pensó que se había ido de viaje, “o algo por el estilo”. Hasta que se escucharon sus gritos.
El último lunes la rescató la policía. Fue un operativo que duró cerca de 15 horas.
-La denuncia de las hijas
Giuliana y Pilar tienen 19 y 20 años. Cuando tenían 14 y 15, su padre, Martínez Poch, las dejó a cargo de la suegra. La madre de las chicas había fallecido tiempo atrás y el hombre dijo que no podía hacerse cargo de ellas. "Nos dejó como si fuéramos un paquete", contaron ellas.
Las jóvenes se presentaron en los Tribunales luego de enterarse, por los medios, que su padre había sido detenido.
"Desde que teníamos 8 y 10 años nos obligaba a mirar películas pornográficas con él, mientras nos acariciaba en la vagina. Se masturbaba delante nuestro. Presenciábamos actos sexuales con sus parejas y nos obligaba a permanecer en la cama", dijo una de las chicas.
Según contaron a un canal de televisión, durante el tiempo que convivieron con su padre él las maltrató psicológicamente. “No era una familia, todo era muy violento y jamás nos trató como nenas. Nos trataba como amigas”, dijo.
Y agregó: "Mi papá no nos dejaba salir a la calle. Íbamos al colegio y cuando salíamos íbamos corriendo a casa a hacer la comida y limpiar toda la casa como él nos había indicado"
-Una historia violenta
Vanesa Rial se enamoró de Jorge Cristian hace dos meses en un bar de diagonal 74, cerca de Plaza Yrigoyen. Le gustó su físico, le regalaba flores en público y la llevaba a los mejores lugares de la noche platense. Sin embargo, pronto apareció la otra cara: la furia de su novio brotaba en los detalles más mínimos, como con alguna ropa que le daba celos, y se convertía en un infierno. Un infierno que se hizo encierro: según lo que denunció Vanesa, todos los ataques de su pareja tuvieron como escenario el departamento de 23 entre 58 y 59. “Ese lugar maldito”, como lo bautizó.
El cerco fue cada vez más asfixiante. La insultaba, le pegaba, la perseguía por los pasillos de Tribunales, donde Vanesa trabajaba. Ella se tapaba los moretones por vergüenza y no le decía nada a sus compañeros. Estaba doblada por el miedo: su pareja la amenazaba con sus conocidos de la policía y de los empresarios de la noche. Cuando no le hacía caso, la dormía con somníferos.
-Sos una negra de mierda. Abogada puede ser cualquiera –le gritaba, en sus picos de furia.
El Facebook de Martínez Poch es un tributo a la vida nocturna. Hay fotos donde aparece bailando en bares, mostrando sus tatuajes (uno de ellos, una flor gigante en su cuello) y músculos en boliches. Hay una particularmente siniestra: está con los anteojos negros, una remera pegada al cuerpo y portando una pistola negra, sentado en el estudio de una radio local. Su foto de perfil lo pinta de cuerpo entero: parece un joven adulto, queriendo ser James Dean, pero más cercano a un empresario tilingo de la noche. Un personaje de gesto duro, chaqueta de cuero, sosteniendo con una mano una llave de alguno de sus autos lujosos y la mirada clavada en el horizonte con un cigarrillo en los labios.
Las golpizas del hombre de la noche se volvieron brutales. El 6 de septiembre Vanesa no lo soportó más, contrató un abogado y lo denunció. Su abogado la convenció que dejara el departamento y le consiguió una casa en San Miguel del Monte. Martínez Poch enloqueció: llamó a la familia y a los amigos de Vanesa, se inventó mentiras. Quería saber dónde estaba su pareja. A los pocos días se apareció por Cañuelas. Ese día Vanesa iba a despedir a un amigo que se iba de viaje. La vio y le cruzó el auto.
-Me apuntó con un arma. Me quería llevar por la fuerza hasta su casa.
Vanesa logró zafarse, pero decidió regresar al departamento de su pareja. Quería cortar por “las buenas”. No funcionó: nunca más vería la calle. Martínez Poch la secuestró durante cinco días, le sacó el celular, abusó sexualmente de ella, la drogó hasta el cansancio y la humilló física y psicológicamente. Vanesa se imaginó lo peor.
-Somos almas gemelas: como siameses, uno pegado al otro– le decía el hombre de la noche, justificando su dominio.
El último sábado fue el final. Después de una feroz paliza, la arrastró de los pelos, semidesnuda, por el pasillo del edificio. Vanesa quiso escapar. Los vecinos escucharon sus gritos. Los padres de Vanesa, al ver que su hija no se comunicaba hacía días, habían hecho una denuncia por su desaparición. La rescataron con la policía el lunes pasado.
Sorprendido, Martínez Poch creyó que venían a buscar a Vanesa. De forma insólita, le había inventado una causa cuando se escapó a San Miguel del Monte. Vanesa vio a su padre y se arrojó a sus brazos.
La abogada platense habló con la prensa y contó que vivió un calvario. Comprobó que otras 16 mujeres habían denunciado a su pareja por maltratos. “Pero como ninguna de ellas volvió a presentarse en la Justicia, no les siguieron la causa”, dijo.
Además confesó que con su primera denuncia la justicia “había ordenado la restricción perimetral, pero como no se lo habían notificado, la medida no estaba vigente”.
Luego, con los ojos desorbitados, dijo que Martínez Poch “le hizo sentir que no valía nada, que le comía la cabeza”. Entre sollozos, sinceró que todavía sigue aterrorizada. Que el hombre estaba obsesionado con tener otro hijo. Teme estar embarazada. De él.
Martínez Poch, que dice ganarse la vida como “ingeniero en sistemas acústicos”, está detenido, acusado de “privación ilegal de la libertad agravada por la violencia y amenazas”. Negó todos los hechos y dijo que Vanesa está confundida. Aún así, quiere volver con ella “porque es muy dulce, pero ahora está pasando un mal momento”. Y que, desde que enviudó por la muerte de su esposa hace trece años, sólo tuvo “relaciones caóticas”.
-Nuestra relación es encantadora y caótica. Ella se puso agresiva y me golpeaba. Y el sábado pasado tuvo un brote- le dijo al fiscal Marcelo Romero.
Sin embargo, desde su Facebook se pudo saber que los dichos de Martínez Poch no se condecían con los mensajes intimidatorios que le escribía a su ex mujer, a la que trató ante el fiscal como una mujer alcohólica, drogadicta y sucia.
En uno de sus últimos mensajes, con mayúsculas y faltas de ortografía, el hombre de la noche le escribió a Vanesa: “Ambos conocemos el final de esta tragicomedia”.