A Justo José Ilarraz lo acusan de abusar de cerca de 100 niños de entre 12 y 16 años, cuando daba clases en el Seminario de Paraná, en los ´80. Se defensa pretende que la causa prescriba. "Es el caso de pedofilia dentro de la iglesia más grave en América Latina, mucho más que el de padre Grassi”, dijo Daniel Enz el periodista que investigó a Ilarraz.
Justo José Ilarraz, el sacerdote entrerriano que está acusado por una serie de abusos a menores de edad, volverá a estar en la mira de la justicia. Mañana, la Cámara de Casación debe responder un planteo de prescripción que presentó la defensa del acusado. “Hay dos fallos anteriores que rechazaron la prescripción. Es la última instancia que queda en la justicia entrerriana. Si hay un nuevo revés, seguramente apelarán a la Corte Suprema de la Nación. Pero las pruebas son suficientes para que se dicte la elevación a juicio”, dijo a Infojus Noticias Marcelo Baridón, uno de los abogados querellantes.
En el fallo precedente, la Cámara de Apelaciones se mostró a favor de la imprescriptibilidad de los delitos investigados. "Debe dejarse sentado que resultaría un argumento irracional poner en cabeza de los menores de edad la responsabilidad de no realizar la denuncia correspondiente por los delitos de los que, hoy adultos, se dicen víctimas", dijeron las camaristas que revisaron el caso.
A Ilarraz se lo acusa de haber abusado sexualmente de niños de entre 12 y 16 años, cuando asumió con 30 años como prefecto de Disciplina del Seminario Menor de Paraná, entre 1984 y 1992. Entonces, tenía a cargo a unos 200 niños de primer y segundo año. La mayoría provenía de pequeñas comunidades rurales y se los conocían como los “menores seminaristas”: eran los que cursaban estudios secundarios con miras a continuar la carrera sacerdotal. Formador espiritual y tutor de los chicos, Ilarraz tenía el control nocturno de los pabellones y era la segunda autoridad de la Arquidiócesis Nuestra Señora del Rosario.
“Sobre los niños, tenía una autoridad moral preferencial, era el profesor, el guía, el que se encargaba de todo y despertaba la confianza de las familias. Se calcula que realizó entre 80 y 100 abusos. Es el caso de pedofilia dentro de la iglesia más grave en América Latina, mucho más que el de padre Grassi”, dijo a Infojus Noticias Daniel Enz, periodista que investigó a Ilarraz en su libro Abusos y pecados. En septiembre de 2012, publicó en el semanario de Paraná Análisis Digital la primera nota sobre este caso. A partir de esa denuncia periodística, el procurador general de esa provincia, Jorge García, inició de oficio una investigación judicial.
Hace dos años, Ilarraz era párroco en Monteros, Tucumán. Cuando la denuncia tomó estado público, la iglesia lo suspendió y la justicia le prohibió salir del país. El suceso, además, provocó que el Arzobispado de Paraná reconociera por primera vez en la historia de la Iglesia entrerriana un episodio de puertas adentro y pidiera perdón por sus secuelas. En ese momento, uno de los primeros en condenar los hechos fue el entonces cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco. “En la actualidad, vive en la casa de una hermana en San Miguel de Tucumán. Se sospecha que pudo haber seguido con su serie de abusos en Monteros, estuvo en zonas rurales, donde también ejerció gran poder en la comunidad”, agregó Enz.
Aun así, el sacerdote nunca fue citado a indagatoria. Sí se tomaron gran cantidad de testimoniales en la causa luego de las denuncias, pero los abogados defensores del sacerdote fueron logrando que el momento de la indagatoria nunca llegara. Siete víctimas hicieron efectivas las denuncias y varios sacerdotes declararon como testigos. En el marco de la investigación se le solicitó información al Vaticano sobre el juicio eclesiástico que se le hizo a Ilarraz en 1995 por el caso de tres víctimas. Pero aquel juicio se mantuvo guardado bajo siete llaves en la órbita del Arzobispado de Paraná. Quedó en la nada y el cura fue enviado al Vaticano a cursar una Licenciatura en Misionología en la Pontificia Universidad Urbaniana. Con el título bajo el brazo, el sacerdote volvió al país para hacerse cargo de una parroquia tucumana.
La Cámara del Crimen de Paraná estuvo a punto de dictarle el sobreseimiento. Sin embargo, no sólo tiene la condena eclesiástica en sus espaldas. Ahora, los elementos de pruebas no dejarían lugar a que la justicia lo exculpe.
Un abusador serial
“Estamos hablando del perfil de un abusador muy grave. Alguien que fue capaz de realizar diez abusos por año”, reflexionó Enz. En la causa ya declararon siete ex seminaristas víctimas de las violaciones. El abogado Marcelo Baridón dijo que hay otras cuarenta víctimas que estarían dispuestas a declarar si el caso no prescribe. “Esperamos que la justicia lo cite a declarar. A partir de su testimonio, se abriría un escenario para que las víctimas puedan testimoniar con protección”, enfatizó.
Algunos de esos chicos eran elegidos por Ilarraz. Uno de ellos contó: “Una noche, mientras dormía, se acercó Ilarraz metiéndose en mi cama y tapándose bajo las sábanas. Yo estaba boca arriba, me preguntó cómo estaba y en su forma particular de demostrar afecto comenzó a acariciar mi estómago por debajo del ombligo, muy suavemente, al punto de la excitación. Era la primera vez que experimentaba tal sensación, y no tenía idea sobre sexo en esa época. Era muy chico y eran otros tiempos, y mi cuerpo se comportaba de forma extraña. Me dijo algo sobre la amistad, que me quería mucho, que los amigos se demuestran cariños, que no había nada malo en eso. Me dio un beso en la boca y quedé paralizado (...) Metió su lengua en mi boca, su barba me raspaba mucho, como si me quemara; me dijo que sacara la mía y lo besara; me enseñaba a besar con la lengua”.
Este testimonio está incluido en el libro de Enz y forma parte de la causa judicial contra el sacerdote. Son muchas las denuncias de situaciones de abuso como éste que figuran tanto en la investigación periodística como en una investigación eclesial y ahora en el expediente. “Cuando el abusador es un sacerdote, la imposibilidad de denunciarlo se agiganta. El caso de Ilarraz es paradigmático porque expone con claridad lo que salió de los muros de la iglesia, con seminaristas que fueron abusados y que de grandes tuvieron la valentía de denunciarlo y de luchar por su verdad“, dijo Miriam Lewin, periodista que denunció los abusos del cura Julio César Grassi.
En las últimas horas, las víctimas que ya declararon difundieron un documento en el que solicitan que la Justicia no abandone el caso. La carta dice lo siguiente: "Renovamos nuestro pedido. Muchos son los afectados que en el silencio de sus reclamos, sean miedos propios, miedos a semejantes, quieren y hacen fuerza para desenmascarar a esta criatura humana, corrompedora de almas de gente humilde, creyente, trabajadora, que pone la mano en el arado y no mira hacia atrás, lamentando el surco abierto y sembrando la semilla de la esperanza de una cosecha renovada, limpia y sin cizañas".