El matrimonio Gill y sus cuatro hijos fueron vistos por última vez en enero de 2002. La investigación judicial comenzó tarde y avanzó muy poco. La causa todavía conserva la carátula de “averiguación de paradero”.
Rubén Gill y su familia estuvieron en el velorio de un amigo suyo el 13 de enero de 2002 en Viale, Entre Ríos. Esa noche volvieron al campo en el que vivían, donde el hombre trabajaba como peón. Fue la última vez que los vieron. Doce años después, es como si se los hubiera tragado la tierra: nadie sabe nada de Rubén, de 55 años de edad al momento de desaparecer, su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos María Ofelia de 12, Osvaldo José de 9, Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2. Sus cosas quedaron allí, nadie los vio irse y nunca se encontraron los cuerpos. La investigación está, como la historia de esta familia, detenida en el tiempo y todavía conserva la carátula de “averiguación de paradero”. Los familiares piden a la Justicia que reconozca que la causa está abandonada.
El paraje Crucesitas Séptima queda a unos 50 kilómetros de Paraná. Ahí está la estancia La Candelaria, donde vivían los Gill. Jesús Rubén, “Mencho”, tenía 56 años y estaba casado con Margarita Norma Gellegos, de 26. Sus hijos María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6) y Carlos Daniel (4) vivían con ellos e iban a una escuela de la zona. Trabajaban para Alfonso Goethe, un hombre de unos 60 años que tenía allí algunas vacas y tierras arrendadas. Él fue quien advirtió a los familiares de los Gill de la ausencia de sus peones. Lo llamativo es que lo hizo recién tres meses después de la desaparición.
“Me acuerdo como si fuera hoy. Fue para Pascuas, yo me levantaba de dormir porque a la noche había salido a bailar”, contó a Infojus Noticias Carina Gill, sobrina de Mencho. Tenía 18 años la mañana de abril que Goethe se presentó en su casa. “Mi mamá me llama y me dice que vino Goethe a preguntar por mis tíos, que dijo que tenían vacaciones y que no habían vuelto. Nosotros no sabíamos que ellos tenían vacaciones. Mi mamá me pidió que llamara a Santa Fe, donde tenemos unas primas, a ver si estaban ahí. En esa época no teníamos teléfono en la casa, y tuve que llamar desde otro lado. En Santa Fe dijeron que no estaban”.
La familia hizo la denuncia en una comisaría de Viale, y la causa se trasladó al departamento de Nogoyá, donde quedaba la estancia de Goethe. El Juzgado de Instrucción se inclinó por la hipótesis del alemán: que los Gill se habían ido de vacaciones y que nunca habían vuelto. Que quizá se habían ido a trabajar a otro campo y que no se lo habían dicho por vergüenza.
La familia nunca coincidió con la teoría de la mudanza por una razón obvia: Goethe les había dicho que en la casa estaban todas las cosas de los Gill, incluso la ropa y los documentos. Tampoco pudieron comprobarlo porque no se las devolvieron, pero jamás creyeron que Rubén pudiera decidir no hablarles más. La relación siempre había sido buena, cuentan. Incluso los había sorprendido cuando, en marzo, llamaron a Rubén para invitarlo al cumpleaños de su hermano Otto, y él nunca los atendió.
Aún así, los hermanos de Rubén Gill iniciaron una travesía por distintas provincias del país a partir de cada dato que les llegaba. “Uno de los primos de mi mamá tenía una camioneta. Pedíamos plata prestada y cuando él podía, íbamos. Llegábamos al lugar y empezábamos a preguntar, pero siempre eran datos falsos”, cuenta Carina. Así, recorrieron Santa Fe, a Corrientes y a Córdoba.
El juez Jorge Sebastián Gallino ordenó la primera inspección en julio de 2003, casi un año y medio después de la denuncia. Para entonces, ya habían recibido el testimonio de vecinos y conocidos que decían no haber visto nada. La maestra de la escuela, donde la mujer de Mencho trabajaba como cocinera, fue contundente: Margarita ni siquiera había pasado a buscar su sueldo, ¿a dónde se podría haber ido de vacaciones, en plena crisis de 2001? La balanza se inclinaba hacia la hipótesis menos deseada.
Otro testimonio dejó a todos desconcertados. El dueño de una gomería dijo que había visto a los Gill por la época de su desaparición. Sostuvo que viajaban hacia Corrientes para una procesión del Gauchito Gil y que habían parado para arreglar el vehículo. La familia le salió al cruce: Mencho no tenía auto ni sabía manejar, siempre se había movido en remís. El supuesto testigo reconoció que se había equivocado.
Infojus Noticias habló con el fiscal de Nogoyá que hoy interviene en la causa, Agustín Giannini. “Entre 2002 y 2008 se hicieron relevamiento vinculados con la zona, se tomaron testimonios, se hicieron rastrillajes, controles de fronteras”, dijo. En 2008, Gannini actuaba como delegado judicial y participó del allanamiento que se hizo en La Candelaria, que incluyó la casa de Goethe y la de los Gill. Intervinieron peritos forenses, de criminalística, de vialidad provincial y una brigada canina.
“Era un allanamiento permanente hasta tanto se agotaran las medidas de relevamiento. Hubo máquinas volcadoras, excavadoras, ecosondas, se excavaron 14 pozos, se levantaron los pisos de la casa, y se practicó luminol”, contó Giannini. En aquella oportunidad se recogieron 23 muestras de sangre que se analizaron en un laboratorio de Buenos Aires. Allí confirmaron que tres de ellas pertenecían a sangre humana, pero ninguna coincidía con la de la familia Gill. Aunque, aclara Giannini, les dijeron que había pasado demasiado tiempo y que podían estar contaminadas. Lo mismo ocurría con la ecosonda: seis años después, podían no quedar rastros de tierra que hubiera sido removida.
“No se descarta nada. Las medidas son útiles y pertinentes a cualquiera de las dos hipótesis: como si se hubiesen ido a otro lugar o como si hubiese sido un homicidio”, explica el fiscal. “Yo tengo una hipótesis”, confiesa, “si alguna medida arroja algún indicio de participación de cualquier persona, inmediatamente va a ser llamada a prestar declaración indagatoria. Pero eso sería ni bien podamos perfilar algún imputado”.
El fiscal no revela cuál es su hipótesis y pareciera hablar como si no hubiesen pasado ya doce años. La familia apunta contra la Justicia por las pausas y demoras en la investigación, y denuncian que el juez Gallino nunca los recibió sino era con las “marchas de silencio” que organizaban. Ya pasaron por distintos abogados: Elvio Garzón, que representó a Otto Gill hasta que éste murió; Guillermo Vartorelli, quien los representa ahora; y Maximiliano Navarro, abogado querellante por la familia de Margarita Gallegos.
“Actualmente la causa está sin un rumbo de investigación determinado”, dijo a Infojus Noticias el abogado Vartorelli. “Se han agotado muchas posibilidades y lo que está pendiente es un nuevo análisis de Luminol”, señala. Cuando se le pregunta por las causas de tanta demora, Vartorelli confiesa su posición: “Tendrían que haber realizado otra investigación, porque después de tres o cuatro meses de la denuncia ya tendrían que haber tomado otro rumbo. Para mí se trata de un caso de negligencia judicial, en especial de la primera fiscal que tomó el caso, que era Ana María Contín”.
"Desaparecieron y ni el diablo sabe dónde están”, es el título de una de las tantas notas que dieron los familiares de los Gill. Lo dijo Luisa Eva, la hermana de Rubén. “Hay que dejarlo en el olvido. Verlos, no los vamos a ver más", le dijo a un periodista de Diario Uno. En los medios locales, la resignación es la misma: “Periodísticamente ya hicimos todo lo que podíamos. No hay ni misterio porque no se investigó, no se puede decir que ‘bueno, se acabaron las pistas, hasta acá llegamos’, sino que no se investigó nunca, que es muy distinto”, dijo a Infojus Noticias un periodista de ese medio.
“Yo ya no creo ni en la justicia. Los documentos nunca se encontraron, primero se nos dijo que estaban todas las cosas, después que se habían llevado todo… Nosotros nunca recuperamos nada”, dice Carina Gill. “Estamos sin novedades de nada, no sabemos para dónde ir ni para qué lado correr. Eran mi tío, mi tía, y mis primos, como cualquier familia. Comíamos asados algunos domingos. Ahora pasó tanto tiempo que estamos como anestesiados, ya no sé cómo reaccionaría si aparecen, vivos o muertos.”