El Comité contra la Tortura bonaerense lleva denunciados varios casos de “coche bomba”. Así se llama en los penales a las peleas entre internos digitadas por agentes penitenciarios. A un año de la muerte de Jordán López Sánchez, su familia sospecha que se trató de esta práctica y pide justicia.
Jordán López Sánchez era una rara avis en el penal 32 de Florencio Varela. Para no aburrirse leía a los clásicos rusos, un gusto heredado de su abuelo moscovita. Ana Karenina fue el último libro que leyó antes de morir. Fue hace exactamente un año. Acababa de recibir la visita de su mujer y de su hijo en el SUM del penal, cuando otro detenido, José Alejandro Zapata Muñoz –alias el “Locura”- le clavó una faca de casi medio metro en el corazón. Desde aquel día su madre, Victoria, pide que la investigación judicial pruebe lo que ella sospecha: que la zona fue liberada y que a su hijo lo mandaron a matar. Hay un penitenciario procesado por falso testimonio y un expediente que revela diversas contradicciones.
Jordán cumplía una prisión preventiva por encubrir un robo. Su madre se había cansado de presentar recursos ante el juez de garantías Juan Pablo Massi para que lo liberara. Aquel 21 de abril, Jordán fue llevado desde los buzones (celdas de castigo) al Salón de Usos Múltiples (SUM) para encontrarse con Gladys, su mujer, y su pequeño Thiago. En esa visita, Jordán le contó a su esposa que había tenido problemas por un teléfono y que iba a “tener que pelearse”. A las 15.30 Jordán salió del SUM de vuelta para el buzón 4. Zapata Muñoz, un hombre con antecedentes por robo y homicidio calificado, estaba en el 8. Salió del SUM detrás de Jordán. Así es el episodio que se cuenta en el expediente.
Estaban a un metro cuando Muñoz sacó de entre sus ropas –tal vez de la manga, testificaron los guardias- una faca de 46 centímetros. Al verla, Jordán corrió rumbo a los pabellones 11 y 12. No tuvo escapatoria y trató de defenderse con una manta. Zapata Muñoz le hincó la faca “de izquierda a derecha, de delante a atrás y de arriba abajo” en el “área de braco (cardíaco)” que cortó una arteria y llegó al pulmón, relata la autopsia.
Por lentitud o negligencia, los penitenciarios declararon en la causa que recién entonces dieron la voz de alto. Dijeron que el “Locura” los enfrentó, y que sólo cuando tiraron dos tiros al aire y dos a las piernas con la escopeta antitumulto, el agresor tiró la faca. El fierro quedó clavado en la cancha de fútbol, frente a la ermita de San la Muerte. No había una ambulancia y a Jordán lo llevaron en una camioneta al Hospital Mi Pueblo. Murió un rato después de llegar. Al “Locura” le dictaron la prisión preventiva y fue a parar a la Unidad 41 de Campana.
Los ideólogos
Victoria se juró que el crimen de su hijo no iba a quedar impune. Fue a la puerta de los penales a pegar carteles con su número de celular pidiendo que quienes hubieran visto algo se comunicaran con ella. También ofrecía ayuda a los presos que padecieran cualquier forma de violencia institucional. Pronto empezó a recibir llamados, casi siempre pedidos de auxilio. “En un año hablé con más de 1.500 internos”, contó Victoria Sánchez a Infojus Noticias. La nueva directora del Servicio Penitenciario, Florencia Piermarini, la recibió en su despacho. A partir de entonces sus gestiones por la seguridad de otros presos tuvieron una respuesta más ágil de la dirección del Servicio Penitenciario.
Tiempo después de la entrevista de la madre de Jordán con la directora del Servicio Penitenciario, el jefe y el subjefe del penal, Alejandro Pucheta y Héctor Cantero, fueron separados de sus cargos después de una investigación de asuntos internos. Fue una decisión del Servicio Penitenciario. Por otro lado avanza la instrucción de la causa judicial, en manos de la Fiscalía 9 de Florencio Varela.
-Esta semana siguen las declaraciones de otros internos que fueron testigos. Esperamos lograr que la calificación sea homicidio doloso y no culposo para los jefes del penal, si es que tuvieron responsabilidad por acción y no por omisión- dijo Carolina Grassi, una de las abogadas de la familia de Jordán.
El envío de “coches bomba” no es una rareza en los presidios bonaerenses: se trata de un “escarmiento” a los internos revoltosos o díscolos. “Son presos que manda el Servicio a matar a otros, o a herirlos, y para eso les libera la zona. A veces hasta les provee las armas blancas”, explicó Alicia Romero, una de las coordinadoras del Comité contra la Tortura de la Comisión por la Memoria bonaerense.
“En nuestros informes, desde 2004 hasta hoy, hemos denunciado muchísimos casos, pero no tenemos registro de causas penales en la que se haya condenado a los penitenciarios por enviarlos”, confirmaron a Infojus Noticias desde el organismo.
En la fiscalía 9 no quisieron hablar de la causa.
Incongruencias
El día que lo mataron, Jordán no debía estar en el SUM con los demás internos: tenía una medida de resguardo del Tribunal Criminal 2 de La Plata, por un habeas corpus interpuesto por su madre. “Jordán me había dicho que si no lo sacaban de ahí corría peligro. Pucheta y Cantero, el jefe y el subjefe se llevaban mal con él. Los presos me contaron que lo hostigaban, y que él nunca se quedaba callado”.
Un testigo que declaró en la causa dijo haber advertido a los jefes que Jordán no podía tener visitas junto a la población común. “Vos hacé tu trabajo que nosotros hacemos el nuestro”, le contestaron.
En las horas siguientes al asesinato, seis agentes penitenciarios contaron su versión de los hechos. Al declarar ante la fiscalía, todos cayeron en contradicciones, olvidos u omisiones, que refuerzan la teoría de la zona liberada.
El oficial Alcaide Héctor Villalba dijo que a las 15:30 estaba en el primer piso junto con el subdirector Héctor Cantero, retirando a un preso que se iba a otra Unidad. Cantero reforzó esa versión. Pero a Victoria, un preso le dijo que ninguno de los dos estuvo ese día con ese interno, tal como consta en el expediente.
En todas las visitas debe haber un guardia y dos escopeteros en la puerta del SUM. “Ese día no hubo guardia. Fue atestiguado por internos que ya declararon”, dijo a Infojus Noticias la abogada Carolina Grassi. Algunas de las contradicciones que aparecen en el expediente: Villalba dijo que fueron dos escopeteros los que le gritaron al “Locura” que soltara el cuchillo. Pero el guardia de visitas, Emanuel Ríos, dijo que fue él quien le gritó que pare. El subdirector Cantero, en tanto, declaró que fue un escopetero del Grupo de Intervenciones de Emergencias (GIE) de apellido Salinas el que dio la voz de alto.
Por otro lado, el subalcaide Miguel Roldán dijo que llevaron al herido a Sanidad, mientras que Cantero reconoció que no había “médico ni enfermero, lo pusimos en una camilla y lo sacamos derecho a la guardia”.
Alejandro Pucheta, el subjefe de Tratamiento -la máxima autoridad ese día- admitió que aunque se debería requisar el ingreso de los presos al SUM, “pero por falta de personal y de tiempo, u otras eventualidades, no se suele hacer o se hace aleatoriamente”.
El guardia de visitas, Ríos, llegó a decir que Jordán había tenido las visitas en los talleres, el lugar donde deben tenerlas los presos que están aislados, pero fue contrariado por casi todos sus camaradas. El fiscal Marcelo Selier lo procesó por falso testimonio. El guardia, joven y asustado, le confesó al fiscal que uno de sus superiores le había pedido que mintiera.
Los testimonios de los doce internos que faltan serán claves para el destino de la causa. Hoy, a un año exacto de su asesinato, su familia colocó una placa en la entrada de la U-32, y volvió a pedir Justicia a la memoria de Jordán.