Ayer comenzó el juicio contra Juan Carlos Cardozo, el hombre acusado de matar a la abuela, la hija y la hermana de su ex mujer, Romina Martínez. El fiscal decidió investigar a la mujer, en base a las declaraciones. Hoy están juntos nuevamente: ella espera un hijo suyo. Hoy serán los alegatos.
El Tribunal Oral Nª 7 de San Isidro empezó ayer a juzgar a Juan Carlos Cardozo por el triple femicidio de agosto del año pasado, ocurrido en la localidad de Benavídez. El hombre, de 25 años, está acusado de matar a la madre, a la hermana y a la hija de su ex mujer, Romina Martínez. Hoy, un año después, la mujer le perdonó el crimen porque asegura que él estaba “poseído”, y esperan un bebé. Ayer en el primer día del juicio hubo un giro inesperado: el fiscal de San Isidro Ricardo Juan pidió que la joven sea investigada por instigar, encubrir y participar del triple crimen. Hoy se esperan los alegatos.
El pedido de Juan fue formulado al Tribunal Oral en lo Criminal 7 cuando la joven iba a ser interrogada como testigo. El fiscal desistió en base a las declaraciones que prestaron previamente sus padres y otros testigos. Juan sospecha que la joven pudo haber tenido alguna relación con los crímenes, como mínimo haberlos encubierto, por lo que se abrirá una nueva investigación y podría quedar imputada en menor o igual grado que su pareja. Una fuente judicial dijo a la agencia Télam que la defensa de Cardozo no se opuso a esta solicitud del fiscal.
El primero que lanzó sospechas sobre Romina fue su propio padre, Juan Pedro Martínez, debido a la conducta que la chica mostró antes y después del hallazgo de los cuerpos. Pero su esposa, Angélica, conocida como "Caty", fue más específica y afirmó que cuando mandó a su hija Florencia a llevarle remedios a la abuela, que vivía en la casa de atrás de la suya, Romina gritó: "No, Juan Carlos las tiene de rehenes".
Es decir, la joven conocía la situación antes de que el imputado las matara y se encontraran los cuerpos. Luego declaró el primo de Romina, Pablo Nicolás, que dijo que estaba en su casa tomando mate, cuando de repente ésta llegó y le dijo: "Juan Carlos me mató a Solcito", en alusión a su hija. Lo relevante es que el primo aclaró que esto se lo manifestó antes de que su tío llegara a la casa, abriera con una barreta la puerta y encontrara los tres cadáveres adentro del baño.
"Lo hice yo, pero estaba poseído”
Cardozo entró temprano al Tribunal de Avenida Centenario 456, cuando la sala del primer piso estaba casi vacía. Llegó esposado con un oficial del Servicio Penitenciario. Vestía una campera de jean que no se abrió en todo el día. Se sentó en su banco. Se mordía el labio nerviosamente y miraba con miedo las paredes blancas de la sala. Es el único sospechoso de los asesinatos de Nilda Ludovica Ham (76 años), Marisol (6) y María Florencia Martínez (15). A su lado se sentó el defensor oficial. Cardozo afronta una pena de prisión perpetua y su defensor intentará probar que Cardozo estaba “poseído” cuando asesinó de veinte puñaladas a las víctimas.
Enfrente se sentó el fiscal. A las 11 ya se acomodaron en sus asientos los familiares y amigos de Cardozo y de las víctimas. Entre expedientes apilados en el piso, se fueron ubicando los periodistas. Cuando unas treinta personas colmaron la sala, entraron los jueces. Todos de pie. Comenzaba el juicio caratulado “Juan Carlos Cardozo, por homicidio doblemente agravado”.
Cardozo quiso declarar primero. El presidente del Tribunal, Eduardo Lavenia, cumplió con las formalidades de la ley al señalarle que tiene derecho a no declarar en su contra. “Este es tu juicio, vos tenés que estar muy atento a todo lo que pase hoy acá adentro”, le dijo a Cardozo. “Entiendo”, respondió él.
Sentado frente al estrado, de cara a un pequeño crucifijo colgado en la pared, el único imputado relató los hechos desde que se levantó el día lunes 27 de agosto de 2012. Contó que pensaba ir a trabajar, pero que un impulso lo llevó a tocar la puerta de su suegra, Nilda Ham. Sentía que “una fuerza interna lo movía”. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos cuando contó que, aquel día, cuando Nilda le abrió la puerta, una voz salió de su interior y le dijo a la señora: “Te tengo que matar”. Habló de voces en portugués, y de una religión brasilera que él practica hace años.
-El cuchillo se quebraba cuando lo miraba- dijo Cardozo.
-¿En el aire se quebraba?- repreguntó una de las juezas.
-No, cuando lo...
-¿Cuándo lo hincabas? ¿Lo hincaste muchas veces?
-No me acuerdo cuántas veces, fue en el cuello, ahí se quebraba, pero no sé cuántas veces lo hice.
-Que conste en actas- interrumpió el presidente del Tribunal, dirigiéndose a la secretaria que tomaba nota.
El juez le preguntó si reconocía haber matado a las tres mujeres. “Yo estuve ahí, lo hice, pero no fue conscientemente. Yo no podría nunca sentir eso de querer matar a alguien. Estaba como poseído”, concluyó Cardozo.
La sala quedó en silencio y Cardozo volvió a su lugar. El fiscal empezó a llamar, uno por uno, a los testigos que habían esperado afuera sin hablar entre sí. Habló Juan Pedro Martínez, padre de Romina. Él fue quien forzó la puerta de la casa de Nilda aquel lunes de agosto de 2012 y encontró los cuerpos. Su nieta, María Florencia, había ido a la casa de su abuela para llevarle unos remedios. Ella había tenido un ACV hacía poco. Como María Florencia no volvió, Juan Pedro se preocupó y fue hasta allí. Ya había llegado su mujer, Itatí, que intentaba abrir la puerta. Él forzó la cerradura con una herramienta y entraron a la casa. Los cuerpos de Nilda y las dos menores estaban en el piso, en la entrada del baño. Juan Pedro señaló el lugar preciso en un croquis que le mostraron los jueces. “¿No hay más preguntas?”, se aseguró el juez e invitó a Martínez a sentarse entre el público.
Fue el turno de los peritos: una psiquiatra y dos psicòlogas que habían entrevistado a Cardozo el año pasado, un mes despuès del crimen. Las tres coincidieron en el diagnóstico: el imputado no presenta patologías psicológicas. Cardozo, según dijeron, manejó un relato coherente, sin involucrarse emocionalmente. También señalaron, en los mismos términos, una “apariencia delirante” en el relato que Cardozo hizo sobre los hechos, pero que no se observó en el resto del relato. “¿Còmo si simulara el delirio?”, preguntó una de las juezas. “Sí, algo así”, respondió una psicóloga. Una de ellas lo caracterizó como “manipulador” y “egocéntrico”, y habló de una “explosión violenta”.
A las 14 el juicio tuvo un cuarto intermedio de cinco minutos. Después fue el turno de un vecino, que estuvo presente cuando encontraron los cuerpos. Su testimonio sirvió para corroborar la versión de Juan Pedro.
En la sala no volaba ni una mosca. El caso tiene tanta resonancia mediática que hasta los policías que cumplían su trabajo escuchaban atentos. Fruncían el ceño ante una opinión o movían la cabeza. Cardozo bajaba la mirada o se rascaba la nariz. Entre la audiencia, su hermana lloraba desconsolada, asentía o negaba con un movimiento a cada testimonio.
Las palabras que conmovieron al Tribunal fueron las de Itatí, madrastra de Romina y madre “del corazón”, según dijo ella, de María Florencia, una de las tres mujeres asesinadas. Su relato empezó pausado y sin mirar a Cardozo. Rompió en llanto desesperadamente cuando describió el momento de aquel día de agosto en que empezó a sospechar que algo malo había ocurrido: “Florencia no volvía, no volvía... Y yo dije: a ver si le pasó algo a la abuela. Pero entonces me llamó Romina, y me dijo que Juan Carlos las tenía a las tres, pero yo pensé que las tenía atadas o encerradas”.
Fue después de tomar un poco de agua que pudo seguir: “Cuando pudimos entrar, no imaginábamos eso. Estaban ahí las tres, y estaba mi nena (por María Florencia) tirada en el piso, con un tramontina en el pecho.” Cardozo la escuchó sin pestañar.
Continuó su testimonio hablando de la relación entre Romina y Juan Carlos, la que describió como una relación de pareja “muy violenta, con muchas peleas”. Según Itatí, Romina le había contado que Cardozo le pegaba. Dijo que ella se escapaba de la casa en la mitad de la noche para que no la golpeara más. Habló de denuncias en la Comisaría de la Mujer, que nunca prosperaron. Y consideró que Romina es “demasiado rebelde”, que “necesita ayuda” y que “no está preparada para tener al hijo que está esperando.”