Los periodistas Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal acaban de publicar el libro “La CNU, el terrorismo de Estado antes del golpe”. Se trata de la recopilación de los artículos publicados en el dominical Miradas al Sur sobre el accionar de los grupos de tareas de la Concentración Nacional Universitaria en La Plata. A continuación, la introducción de sus autores. Y se adjuntan los prólogos de Roberto Baschetti y de Julián Axat.
Este no es un libro de investigación periodística en el sentido riguroso de la categoría. Se trata de la recopilación, en orden cronológico, de los artículos publicados en Miradas al Sur de una investigación periodística, que todavía está en curso, sobre el accionar de los grupos de tareas de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) en la ciudad de La Plata.
Al hacerlo de esta manera, la intención de los autores es mostrar al lector cómo fue –y como sigue– avanzando esta investigación, con sus marchas y contramarchas, con sus momentos de descubrimiento de información importante y sus momentos de elaboración. Por eso, los artículos están ordenados uno detrás del otro, con su fecha de publicación y tal como llegaron a los lectores de Miradas al Sur en ese momento, sin comentarios aclaratorios ni información adicional. Deliberadamente no se han corregido errores cometidos en algunas de las notas, que el lector atento encontrará aclarados o subsanados en artículos posteriores.
El objeto de la investigación es, como se dijo, el accionar de la CNU en La Plata entre 1974 y 1976, y su objetivo central es demostrar que esa organización de ultraderecha peronista participó del terrorismo de Estado previo al golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976.
La Concentración Nacional Universitaria surgió a fines de la década de los 60 en La Plata como una agrupación universitaria de ultraderecha, políticamente alineada con el peronismo y el catolicismo preconciliar, y con un fuerte sesgo antisemita. Si se quisiera hacer una genealogía habría que buscar sus antecedentes en Tacuara y en la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), de cuyos militantes se nutrió.
La CNU se forjó en el Instituto Cardenal Cisneros, donde su ideólogo, el helenista y latinista Carlos Alberto Disandro, divulgaba su particular concepción del mundo entre los jóvenes universitarios de la clase media platense. Pronto derivó en un grupo de choque de ultraderecha que, bajo la consigna “Delenda est marxisticas universitas”, se dedicó a perseguir e intimidar a militantes de organizaciones revolucionarias y peronistas situadas a su obvia izquierda, principalmente en las ciudades de La Plata y Mar del Plata. Saltó sangrientamente a la fama el 3 de diciembre de 1971, cuando una patota armada atacó a los tiros una asamblea que se estaba realizando en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mar del Plata y asesinó a uno de sus participantes, la estudiante Silvia Filler, de 19 años.
El 20 de junio de 1973, sus integrantes, comandados por Alejandro Giovenco y Patricio Fernández Rivero, participaron de la masacre de Ezeiza junto 12 con otros grupos de la ultraderecha peronista apoyados logísticamente por el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega y la Policía Federal.
En 1974 –después del desplazamiento del gobernador Oscar Bidegain– la CNU se puso a las órdenes del nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el sindicalista de ultraderecha Victorio Calabró, y comenzó a operar en el territorio provincial con protección de la Policía Bonaerense, que la apoyó con personal, armas y liberación de zonas para sus acciones criminales. Desde entonces y hasta poco después del golpe sus grupos de tareas cometieron atentados, secuestros y asesinatos amparados por el Estado, en algunos casos de manera conjunta con la Alianza Anticomunista Argentina (AAA o Triple A).
A partir de octubre de 1975 también operó bajo las órdenes del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Paralelamente, sus integrantes se dedicaron a cometer delitos comunes destinados al enriquecimiento y las venganzas personales. Los grupos de tareas de la CNU platense fueron desactivados en abril de 1976 por orden del jefe del Área de Operaciones 113, coronel Roque Carlos Presti, cuando su accionar, muchas veces indisciplinado, dejó de ser útil para el plan sistemático de exterminio puesto en práctica por la dictadura cívico militar.
Hasta entonces, la CNU había sembrado de cuerpos acribillados la ciudad de La Plata y sus alrededores con el objetivo de provocar el terror entre la población. A partir del 24 de marzo de 1976, los genocidas comenzaron a implementar otra política de cuerpos, la de su desaparición. De todo esto tratan los artículos aquí reunidos.
También se refieren a cómo muchos de esos asesinos se reciclaron, años después, una vez recuperada la democracia, en los tres poderes del Estado. Algunos de ellos, incluyendo unos pocos que hoy están detenidos o han sido cesados en sus puestos, se reciclaron dentro del aparato del Partido Justicialista y allí operaron durante casi treinta años sin que nadie les pidiera una rendición de cuentas. Todavía quedan muchos escondidos ahí.
Los lectores de este trabajo no encontrarán en él un exponente del tan mentado “periodismo independiente”, que no es otra cosa que una manera de practicar un periodismo que encubre los intereses políticos, económicos y comerciales a los que responde. Los autodenominados periodistas independientes tienen como premisa ocultar, bajo el argumento falaz de “la objetividad”, desde dónde, para quién y para qué escriben.
Los autores de esta investigación son periodistas comprometidos. Los dos son oriundos de La Plata, ciudad en la que durante parte de la década de los 70 – cuando ocurrieron los hechos que investigan – tuvieron, sin conocerse entre sí, una militancia política activa en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Por aquellos años conocieron a varios de los integrantes de la CNU nombrados en los artículos que se publican y se enfrentaron con ellos. También tienen compañeros de militancia y amigos asesinados por los grupos de tareas de la CNU platense.
Desde allí es que escriben y su compromiso es poner al descubierto la verdad de los hechos, mantener presente la memoria de las víctimas y contribuir para que finalmente se juzgue y castigue a los responsables de estos crímenes de lesa humanidad que todavía siguen impunes.
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