Effy tenía apenas 25 años y como artista pudo poner una grieta allí donde el discurso parecía sólido y homogeneizante. Y entendió muy pronto que “mujer” era un significante político, que mujer no se nace sino que se hace.
Fue una agresión transfóbica generalizada lo que escuchó Effýmia hace algunos años: “Aunque vos te sientas mujer, te crezcan tetas, tomes hormonas, te operes los genitales, nunca serás mujer porque no menstruás ni sabes lo que eso significa”. Si la definición de mujer depende de una mancha, Effýmia –estudiante de Arte en el IUNA– realizó una performance donde su cuerpo sangra en trece botellitas. La obra se llamó “Nunca serás mujer” y el arte queer comenzó a definir sus metas: “problematizar el discurso hegemónico en un tiempo y espacio específico”. Effýmia, Effy Beth, Elizabeth Mia Chorubczyk, murió ayer, era muy joven.
Si la obra social Osde ofrece en algunos planes el 100% de cobertura en una o dos cirugías estéticas para cada miembro del grupo familiar, Effy tuvo que llevar a la obra social a la justicia para que cubriera su cirugía de reasignación genital. Pero al momento de entrar al quirófano, lo tuvo que hacer sin asistencia de la prepaga que transgredió sus obligaciones de acuerdo a la Ley de Identidad de Género.
El artículo 11 de la Ley dice al final de su texto que “Todas las prestaciones de salud contempladas en el presente artículo quedan incluidas en el Plan Médico Obligatorio, o el que lo reemplace, conforme lo reglamente la autoridad de aplicación”. Los argumentos que Osde daba a Effy desconocían abiertamente la letra de la norma. Pese a eso, insistió. La realidad es que muchas chicas trans que desean o desearon operarse no suelen contar con las herramientas ni la contención necesarias para emprender la lucha contra una institución privada tan fuerte.
Con la negativa de Osde fue a la Superintendencia de Salud que la respaldó diciendo que la decisión de la obra social era “parcial, arbitraria, caprichosa y tendiente a justificar una práctica negativa de cobertura a la que el paciente tiene derecho a acceder sin intervención judicial”. Aun así, Osde continuó negándose. Es necesario subrayar que si algunos planes regalan cirugías estéticas parecen ser solo aquellas destinadas a reforzar los estereotipos de género.
Effy tenía apenas 25 años y como artista pudo poner una grieta allí donde el discurso parecía sólido y homogeneizante. Y entendió muy pronto que “mujer” era un significante político, que mujer no se nace sino que se hace. El último proyecto en que estaba trabajando era “Effy ofrece sexo oral”. “En un lugar apartado, yo estaba sometida a recibir de a uno a quien quisiera recibir un sexo oral”. Una vez que pasaba el/la interesado/a “le ponía unos auriculares que estaban conectados a un reproductor, le abría las piernas, me arrodillaba ante la persona y le obligaba a que me sujetara el pelo. Luego apretaba el play una vez que posicionaba el reproductor en mi boca, y miraba al participante mientras le masajeaba las piernas hasta que me notificara el fin del servicio”.
Lo que escuchaba quien quisiera el servicio eran historias verídicas de violencia sexual narradas en primera persona. Murió Effy, una artista única que hizo de su cuerpo la superficie de inscripción.